Que por mayo era por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
sino yo, triste, cuitado,
que yago en esta prisión,
que ni sé cuando es de día
ni cuando las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero,
¡déle Dios mal galardón!
Cancionero general / recopilado por Hernando del Castillo (Valencia, 1511); sale nuevamente a la luz en facsímile por acuerdo de la Real Academia Española; con una introducción bibliográfica, índices y apéndices por Antonio Rodríguez Moñino
De este hermosísimo romance, que suele datarse hacia el siglo XV, hay varias versiones. La que he transcrito no es exactamente la recopilada en ese «Cancionero General», disponible en internet, que es esta otra:
Que por mayo era por mayo
cuando los grandes calores
cuando los enamorados
van a servir a sus amores
sino yo, triste, mezquino,
que yago en estas prisiones
que ni sé cuando es de día
ni menos cuando es de noche
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero,
déle Dios mal galardón.
Qué más da la versión que sea. Y para qué tapar la perenne belleza de unos versos de ¿unos seiscientos años? con erudición de trapillo, con comentarios de texto o con ocurrencias. Sí, hablando de ocurrencias, había pensando poner esto en relación con el Estado de Derecho -tenemos un prisionero de verdad, en un calabozo muy parecido en su soledad a celdas de aislamiento y en evidente situación de indefensión-, pero para qué. Disfrutemos de lo que la Literatura nos ofrece, una Literatura que no deja de ser bellísima por figurar en cualquier antología.
Y a quien no le gusta leer, quizá le guste la música. Cómo sería la música con la que que este romance anónimo se cantaba hace siglos -si es que se cantaba con música-, no lo sé. A falta de eso, hay una versión de este romance anónimo, dulcísima, por Amancio Prada.
Y si con romances estamos, no puedo dejar de poner otra música, otro romance, no ya del Romancero Viejo, sino de Juan del Enzina, «Más vale trocar», enlace, aquí. ¿Sería parecida la música a la del triste romance anónimo?
Verónica del Carpio Fiestas