Regla nº 47 de «El arte de ser feliz» de Schopenhauer

Schopenhauer

«Regla nº 47

Entre lo que uno tiene están principalmente los amigos. Mas esta posesión tiene la particularidad de que el poseedor tiene que ser en la misma medida propiedad del otro. En un libro de huéspedes del siglo XVIII, que pertenecía a los reyes de Sajonia y se encuentra en el castillo de caza Moritzburg, apuntado por algún noble de entonces:

Amour véritable

Amitié durable

Et tout le reste au diable«.

Verónica del Carpio Fiestas

por la transcripción de un texto de Schopenhauer

¿Por qué Cervantes prefiere contar cabras a contar ovejas para dormir?

El título del post es una pregunta sin respuesta. Al menos, yo no la tengo. Y es más, me da igual la respuesta.

En el capítulo XX, parte I, del Quijote, enlace aquí, en uno de los episodios más divertidos de la novela y donde el humor es lo que quizá podríamos llamar humor blanco, que no proviene, por ejemplo, de detalles escatológicas, como el que precisamente figura a continuación, ni de golpes y burlas sufridos por los protagonistas, que menudean, Sancho cuenta un cuento a su señor. ¿Un cuento original, que a Don Quijote, lector culto, no solo no le suena sino que le parece que no puede haber tenido precedentes? Eso dice, Don Quijote, pero, según parece, no tanto.

Resumiendo el cuento: Lope Ruiz, pastor extremeño, perseguido por Torralba, pastora -bigotuda, por cierto-, de quien estuvo enamorado, ha de cruzar un río, el Guadiana, con sus trescientas cabras, y el pescador que le puede ayudar a pasar a la otra ribera, a Portugal, solo puede trasladar una cabra en cada viaje, por ser pequeña la barca; Sancho, muy meticuloso en los detalles, empieza a contar uno a uno cada viaje de cabra y barquero,

«Entró el pescador en el barco y pasó una cabra, volvió y pasó otra; tornó a volver y tornó a pasar otra; tenga vuestra merced cuenta con las cabras que el pescador va pasando, porque si se pierde una de la memoria se acabará el cuento, y no será posible contar más palabra dél. Sigo, pues, y digo que el desembarcadero de la otra parte estaba lleno de cieno y resbaloso; y tardaba el pescador mucho tiempo en ir y volver; con todo esto volvió por otra cabra, y otra y otra».

y le pide a su señor que le diga cuántos viajes van, y el cuento se interrumpe cuando Don Quijote, harto, reprochándole su cansino método de literatura oral -y no es la primera vez que se lo reprocha en el mismo episodio-, le exhorta a  que dé por pasadas todas las cabras, que si no, no acabarían en un año, y Sancho, perdido el hilo, porque no sabe cuántas cabras van -¿es lo mismo contar un cuento que contar cabras?-, interrumpe la narración y nos quedamos sin saber cómo acaba. Es un cuento sin final.

«—Haz cuenta que las pasó todas —dijo don Quijote—, no andes yendo y viniendo desa manera, que no acabarás de pasarlas en un año.

—¿Cuántas han pasado hasta agora? —dijo Sancho.

—¿Yo qué diablos sé? —respondió don Quijote.

—He ahí lo que yo dije: que tuviese buena cuenta. Pues por Dios que se ha acabado el cuento, que no hay pasar adelante.

—¿Cómo puede ser eso? —respondió don Quijote—. ¿Tan de esencia de la historia es saber las cabras que han pasado por estenso, que si se yerra una del número no puedes seguir adelante con la historia?

—No, señor, en ninguna manera —respondió Sancho—; porque así como yo pregunté a vuestra merced que me dijese cuántas cabras habían pasado, y me respondió que no sabía, en aquel mesmo instante se me fue a mí de la memoria cuanto me quedaba por decir, y a fe que era de mucha virtud y contento.

—¿De modo —dijo don Quijote— que ya la historia es acabada?

—Tan acabada es como mi madre —dijo Sancho.

—Dígote de verdad —respondió don Quijote— que tú has contado una de las más nuevas consejas, cuento o historia que nadie pudo pensar en el mundo, y que tal modo de contarla ni dejarla jamás se podrá ver ni habrá visto en toda la vida, aunque no esperaba yo otra cosa de tu buen discurso; mas no me maravillo, pues quizá estos golpes que no cesan te deben de tener turbado el entendimiento.

—Todo puede ser —respondió Sancho—, mas yo sé que en lo de mi cuento no hay más que decir, que allí se acaba do comienza el yerro de la cuenta del pasaje de las cabras.»

Se trata de una versión de un cuento muy antiguo según los estudiosos. Es realmente, dicen, de esos cuentos para dormir; para que se duerman narrador y oyente, y que se explica aquí en el contexto de una noche en vela y con el dato de que Sancho prefiere dormir y que Don Quijote se duerma; estamos en la noche de la aventura de los batanes, con el miedo en el cuerpo, al menos Sancho. Es decir, que Sancho, o mejor dicho Cervantes, nunca tuvo intención de contar el cuento, porque no habia nada que contar, salvo contar en el sentido numérico, como no lo hay en el cuento de la buena pipa o en la canción infantil infinita del elefante que se balanceaba en la tela de una araña.

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Bien.

¿Pero por qué cabras?

Si los autores explican que los antecedentes literarios mencionaban ovejas, y a día de hoy seguimos contando ovejas para dormir

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(¿es decir, que por lo visto siempre ha habido ovejas en el cuento y el método para conciliar el sueño?), la pregunta surge sola. ¿Por qué Sancho habla de cabras? Porque ovejas había en la zona; figuran ovejas en la obra. Sancho había sido cabrerizo de joven o niño, ¿Sería por eso?

¿O era una broma, otra, de Cervantes, una broma dentro de una broma? ¿Cervantes se burlaba también de la tradición literaria, al escoger otro animal, y justo un animal que en los bestiarios medievales tiene tan mala reputación?

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Y eso nos lleva a la pregunta del millón, que me da igual que me contesten: ¿son las cabras per se más divertidas que las ovejas?

O a la verdadera pregunta del millón: ¿sirve para dormirse contar cabras en vez de ovejas?

Me encanta Cervantes.

Verónica del Carpio Fiestas

Inquisiciones jurídicas

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Foto de fichero de la Biblioteca del Colegio de Abogados de Barcelona con ficha censurada con el sello de «¡Arriba España!». Foto del año 2015, de V. del Carpio.

En la magnífica biblioteca jurídica del Colegio de Abogados de Barcelona se conservan fichas de libros jurídicos que fueron censurados por el bando vencedor al terminar la Guerra Civil, en 1939. Transcribo lo que figura en el folleto del año 2012 «La Biblioteca del Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona» después de explicar cómo fue fusilado el bibliotecario al terminar la guerra por los vencedores, como consecuencia de denuncia anónima y sin poder defenderse:

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Portada del folleto «La Biblioteca del Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona», año 2012.

Folleto

Folleto «La Biblioteca del Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona», año 2012. Página 13. Incluye el texto transcrito y una foto de fichero donde se aprecia una ficha censurada con el sello de «¡Arriba España!».

 «Con el fin de la Guerra la Biblioteca y todos los centros culturales del país sufrieron muchas vicisitudes, siendo quizás la más remarcable la obiigación de pasar todos los libros por la censura.

De todos modos en nuestro caso no hubo ni expurgación ni destrucción de libros. Se censuraron, eso sí, las fichas catalográficas y existió el firme compromiso del Bibliotecario de Junta de, en el caso de que de que alguien pidiese alguno de los libros «prohibidos» lo comunicaría a la policía, hecho que nunca sucedió.»

Foto de fichero de la Biblioteca del Colegio de Abogados de Barcelona con ficha censurada con el sello de

Foto de fichero de la Biblioteca del Colegio de Abogados de Barcelona con ficha censurada con el sello de «¡Arriba España!». Foto del año 2015, de V. del Carpio.

¿Cuáles serían exactamente esos libros jurídicos censurados? ¿Cuál sería el criterio seguido por el inquisidor jurídico para escogerlos? ¿Seguiría siquiera algún criterio? ¿Qué libros de Derecho censuraría un fascista en el año 1939? ¿Sería jurista el inquisidor? ¿Con qué formación? ¿Actuaría siguiendo instrucciones concretas o con posibilidad de escoger? ¿Cómo sería su mentalidad para considerar un libro concreto como peligroso, en una biblioteca jurídica de una corporación profesional oficial de abogados? ¿Y qué forma de razonar demuestra quien para censurar usa, a iniciativa propia o no, el sistema de marcar las fichas con un sello donde figura la expresión, o el grito escrito, «¡Arriba España!» de la retórica habitual de los falangistas/fascistas? ¿Sería un sello que usaría para más cosas, o fabricado ad hoc?

¿No sería muy interesante que se elaborara y difundiera un catálogo de los libros así censurados en esta biblioteca jurídica -al parecer no existe ese catálogo- y, en su caso, en otras jurídicas, si es que se siguió similar sistema de censura en otras, para determinar qué criterio se siguió en la selección, y, en definitiva -porque eso es lo fundamental desde el punto de vista histórico-, qué mentalidad refleja exactamente la censura de los libros concretos? La experiencia histórica demuestra que los inquisidores y los censores de todos los tiempos son, con frecuencia, además de intolerantes, algo más: ignorantes y cortos de entendederas. Y, más aún: que con cierta frecuencia actúan sin ningún criterio razonable, ni siquiera desde su propia mentalidad retorcida. ¿Sería así en este caso? ¿Podríamos averiguarlo comprobando la lista de libros censurados?

Me encantaría saberlo.

Verónica del Carpio Fiestas