El título del post es una pregunta sin respuesta. Al menos, yo no la tengo. Y es más, me da igual la respuesta.
En el capítulo XX, parte I, del Quijote, enlace aquí, en uno de los episodios más divertidos de la novela y donde el humor es lo que quizá podríamos llamar humor blanco, que no proviene, por ejemplo, de detalles escatológicas, como el que precisamente figura a continuación, ni de golpes y burlas sufridos por los protagonistas, que menudean, Sancho cuenta un cuento a su señor. ¿Un cuento original, que a Don Quijote, lector culto, no solo no le suena sino que le parece que no puede haber tenido precedentes? Eso dice, Don Quijote, pero, según parece, no tanto.
Resumiendo el cuento: Lope Ruiz, pastor extremeño, perseguido por Torralba, pastora -bigotuda, por cierto-, de quien estuvo enamorado, ha de cruzar un río, el Guadiana, con sus trescientas cabras, y el pescador que le puede ayudar a pasar a la otra ribera, a Portugal, solo puede trasladar una cabra en cada viaje, por ser pequeña la barca; Sancho, muy meticuloso en los detalles, empieza a contar uno a uno cada viaje de cabra y barquero,
«Entró el pescador en el barco y pasó una cabra, volvió y pasó otra; tornó a volver y tornó a pasar otra; tenga vuestra merced cuenta con las cabras que el pescador va pasando, porque si se pierde una de la memoria se acabará el cuento, y no será posible contar más palabra dél. Sigo, pues, y digo que el desembarcadero de la otra parte estaba lleno de cieno y resbaloso; y tardaba el pescador mucho tiempo en ir y volver; con todo esto volvió por otra cabra, y otra y otra».
y le pide a su señor que le diga cuántos viajes van, y el cuento se interrumpe cuando Don Quijote, harto, reprochándole su cansino método de literatura oral -y no es la primera vez que se lo reprocha en el mismo episodio-, le exhorta a que dé por pasadas todas las cabras, que si no, no acabarían en un año, y Sancho, perdido el hilo, porque no sabe cuántas cabras van -¿es lo mismo contar un cuento que contar cabras?-, interrumpe la narración y nos quedamos sin saber cómo acaba. Es un cuento sin final.
«—Haz cuenta que las pasó todas —dijo don Quijote—, no andes yendo y viniendo desa manera, que no acabarás de pasarlas en un año.
—¿Cuántas han pasado hasta agora? —dijo Sancho.
—¿Yo qué diablos sé? —respondió don Quijote.
—He ahí lo que yo dije: que tuviese buena cuenta. Pues por Dios que se ha acabado el cuento, que no hay pasar adelante.
—¿Cómo puede ser eso? —respondió don Quijote—. ¿Tan de esencia de la historia es saber las cabras que han pasado por estenso, que si se yerra una del número no puedes seguir adelante con la historia?
—No, señor, en ninguna manera —respondió Sancho—; porque así como yo pregunté a vuestra merced que me dijese cuántas cabras habían pasado, y me respondió que no sabía, en aquel mesmo instante se me fue a mí de la memoria cuanto me quedaba por decir, y a fe que era de mucha virtud y contento.
—¿De modo —dijo don Quijote— que ya la historia es acabada?
—Tan acabada es como mi madre —dijo Sancho.
—Dígote de verdad —respondió don Quijote— que tú has contado una de las más nuevas consejas, cuento o historia que nadie pudo pensar en el mundo, y que tal modo de contarla ni dejarla jamás se podrá ver ni habrá visto en toda la vida, aunque no esperaba yo otra cosa de tu buen discurso; mas no me maravillo, pues quizá estos golpes que no cesan te deben de tener turbado el entendimiento.
—Todo puede ser —respondió Sancho—, mas yo sé que en lo de mi cuento no hay más que decir, que allí se acaba do comienza el yerro de la cuenta del pasaje de las cabras.»
Se trata de una versión de un cuento muy antiguo según los estudiosos. Es realmente, dicen, de esos cuentos para dormir; para que se duerman narrador y oyente, y que se explica aquí en el contexto de una noche en vela y con el dato de que Sancho prefiere dormir y que Don Quijote se duerma; estamos en la noche de la aventura de los batanes, con el miedo en el cuerpo, al menos Sancho. Es decir, que Sancho, o mejor dicho Cervantes, nunca tuvo intención de contar el cuento, porque no habia nada que contar, salvo contar en el sentido numérico, como no lo hay en el cuento de la buena pipa o en la canción infantil infinita del elefante que se balanceaba en la tela de una araña.




Bien.
¿Pero por qué cabras?
Si los autores explican que los antecedentes literarios mencionaban ovejas, y a día de hoy seguimos contando ovejas para dormir

(¿es decir, que por lo visto siempre ha habido ovejas en el cuento y el método para conciliar el sueño?), la pregunta surge sola. ¿Por qué Sancho habla de cabras? Porque ovejas había en la zona; figuran ovejas en la obra. Sancho había sido cabrerizo de joven o niño, ¿Sería por eso?
¿O era una broma, otra, de Cervantes, una broma dentro de una broma? ¿Cervantes se burlaba también de la tradición literaria, al escoger otro animal, y justo un animal que en los bestiarios medievales tiene tan mala reputación?

Y eso nos lleva a la pregunta del millón, que me da igual que me contesten: ¿son las cabras per se más divertidas que las ovejas?
O a la verdadera pregunta del millón: ¿sirve para dormirse contar cabras en vez de ovejas?
Me encanta Cervantes.
Verónica del Carpio Fiestas
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