Demasiado poco se habla de Heinrich Böll. Murió en 1985; se ve que aún no ha acabado ese purgatorio por la que pasa la fama de los grandes escritores, tras ese brevísimo estallido de portadas inmediatamente posterior a su muerte, antes de entrar en el Olimpo de los escritores. A usted quizá, si hay suerte, le suena el nombre de este escritor, pero diría que casi seguro que no será capaz de ponerle cara; mientras que el casi coetáneo Günther Grass, que falleció en 2015, y que por cierto no me gusta un pelo, casi seguro que no se le despinta ni de nombre ni de rostro.
En fin: no se pierda el absolutamente extraordinario relato de Böll titulado «La colección de silencios del doctor Murke», que otras veces he visto con el titulo de «Los silencios del Dr. Murke». Estoy convencida de que la versión original habría sido interesantísima, y descubrirá por qué si lee el cuanto; lástima, en mi caso, no saber alemán.
El por qué de esta recomendación y de la observación sobre la relevancia de las palabras originales no tiene sentido explicarlo, porque sería destripar el contenido, así que no voy a añadir nada. Y, por otra parte, si no le parece suficientemente sugerente un título que se refiere a una «colección de silencios» ya no sé qué más decirle.
Lo he visto publicado en varias ediciones, y, además, por internet anda, en pdf. Si tiene posibilidad, hágase con el excepcional libro «La aventura y otros relatos» en su totalidad sin desperdicio; además del relato que da título a este post, contiene otros más que notables. De absoluta antología «No sólo en Navidad», «Algo va a pasar», «La balanza de los Balek», «El reidor», y quizá más.
Podría también mencionar otros libros necesarios de Böll y, ya puestos, voy a hacerlo. Allá van: «Billar a las nueve y media» y «El honor perdido de Katharina Blum». El primero aporta mucho a la comprensión del nazismo y de la Alemania de postguerra, como otras obras de Böll, y contiene personajes memorables, como el viejo portero del hotel. En cuanto al segundo, a todo periodista que por casualidad entre aquí le sugiero encarecidamente que lo lea, si aún no lo ha leído; y a quien no sea periodista, también, porque, la verdad, da mucho miedo y refleja, ya en 1974, lo fácil que es un linchamiento en los medios de comunicación con periodistas sin escrúpulos. No quiero ni pensar cómo podría ser lo que refleja el libro, basado en un caso real, en el mundo de hoy, con Internet; no da ya miedo, sino pavor, pensarlo.
Verónica del Carpio Fiestas