Voltaire y la conciencia y más cosas

Le recomiendo que lea cualquier cosa de Voltaire. Voltaire es absolutamente revolucionario, aún hoy, y aún hoy escandalizará a muchos, y de lo inteligente e irónico que es, bien poco puede decirse que no se haya dicho ya. No es de extrañar que levantara tantos odios, que en tantos libros del siglo XIX, y sobre el siglo XIX, lo mencionen tantísimos personajes reales o inventados como el diablo poco menos, lo  peor de lo peor. Las doctrinas ridículas, los personajes ridículos, las leyes ridículas, aguantan bien la calumnia, el insulto, y hasta resultan a veces reforzados, pero aguantan mal la risa inteligente de quien decide pensar por su cuenta, estudia, aprende, reflexiona, llega a sus propias conclusiones y sabe de lo que habla y lo expone bien, y encima, con frecuencia, no siempre, provoca la sonrisa. «Micromegas» y «Cándido» y por supuesto el «Tratado sobre la tolerancia» -este más que nunca- son absolutamente aconsejables, y los cuentos. Y el «Diccionario filosófico», que como casi todo lo clásico también anda gratis por la web, contiene entradas extraordinarias. Lea esto que, como todo lo que a continuación se cita, se ha extraído la la edición en abierto que figura en filosofía.org,  y no olvide que fue escrito en la época de la Ilustración, antes de la Revolución Francesa:

«Conciencia
III. De la conciencia falaz

Lo mejor que se ha escrito sobre esta cuestión importante se encuentra en el libro cómico titulado Tristan Shandy, que escribió el célebre cura inglés Sterne, cuyo libro se parece a las pequeñas sátiras antiguas que contenían esencias preciosas.

Dos veteranos capitanes que están a media paga, reunidos con el doctor Slop, discutían las cuestiones más ridículas. Una de ellas versaba sobre un memorial que un cirujano presentó a la Sorbona, pidiendo permiso para bautizar a los niños en el vientre de sus madres por medio de una jeringuilla que introduciría en el útero, sin herir a la madre ni al niño. En otra sesión hacen que un cabo de escuadra les lea un sermón sobre la conciencia que compuso Sterne. En dicho sermón, entre muchas pinturas superiores a las de Rembrandt, retrata a un hombre de mundo que pasa los días entregado a los placeres de la mesa, [77] del juego y de la crápula, no haciendo nada criminal, y por consecuencia no teniendo nada que reprocharse. Su conciencia y su honor le acompañan a los espectáculos, al juego y a la casa de la querida, que paga espléndidamente. Vive alegremente y muere sin el menor remordimiento. El doctor Slop interrumpe al lector para decir que es imposible que eso suceda en la Iglesia anglicana, pues esto no puede suceder más que entre papistas. El cura Sterne cita el ejemplo de David, que tiene, según él dice, unas veces la conciencia delicada e ilustrada y otras dura y tenebrosa. Pudiendo matar a su rey en una caverna, se satisface con cortarle un pedazo de su vestidura: he aquí una conciencia delicada. Pasa un año entero sin que le remuerda la conciencia por vivir adúlteramente con Bethabée, ni por el asesinato de Urias. He aquí la conciencia endurecida y poco ilustrada. Así son, dice Sterne, la mayor parte de los hombres.

Reconocemos que la mayoría de los poderosos del mundo se encuentran frecuentemente en ese caso. El torrente de los placeres y de los negocios los arrastra, y les falta tiempo para tener conciencia. Esta queda para el pueblo, y aun de éste no se puede decir que la tiene cuando se trata de ganar dinero.»

O esto:

«Superstición
I

Oigo decir muchas veces: Estamos curados ya de supersticiones, la reforma del siglo XVI nos hizo más despreocupados y los protestantes nos han enseñado a vivir.

¿Qué es más que una superstición creer que la sangre de San Javier se derrite todos los años cuando la acercáis a su cabeza? ¿No sería preferible obligar a que se ganaran la vida diez mil holgazanes napolitanos, ocupándoles en trabajos útiles, que hacer hervir la sangre de un santo para divertirlos? Valía más que hicierais hervir su marmita.

¿Por qué bendecís aún en Roma los caballos y los mulos en Santa María la Mayor? ¿Por qué salen esas procesiones de flagelantes en Italia y en España, que van cantando y dándose disciplinazos a la vista del publico? ¿Creen acaso que el paraíso se conquista a latigazos?

¿Esos pedazos de la verdadera cruz de Jesucristo, que si se juntaran bastarían para construir un buque de cien cañones, tantas reliquias que indudablemente son falsas, tantos falsos milagros, constituyen acaso monumentos de una devoción ilustrada?

Francia se vanagloria de ser menos supersticiosa que Santiago de Compostela y que Nuestra Señora de Loreto, y sin embargo os enseñan aún en muchas sacristías pedazos de la túnica de la Virgen, copas que contienen su leche, retazos de sus cabellos, y en la iglesia de Pui-en-Velai conservan cuidadosamente el prepucio de su hijo.

Todos los franceses conocen la abominable farsa que se representa desde principio del siglo XIV en la capilla de San Luis del palacio de París, en la noche del jueves al viernes santo. Todos los poseídos del reino se reúnen en dicha iglesia, y las convulsiones de San Medardo son insignificantes, comparadas con los horribles gestos, con los aullidos espantosos que lanzan esos desgraciados. Les dan a besar un pedazo de la verdadera cruz, montado en un trípode de oro y orlado de piedras preciosas, y entonces los poseídos redoblan los gritos y las contorsiones. Apaciguan al diablo dando algunas monedas a los energúmenos; pero para contenerlos mejor, hay en la iglesia cincuenta guardias que tienen calada la bayoneta en el fusil. La misma comedia execrable se representa en San Mauro, y pudiera presentaron otros veinte ejemplos semejantes; ruborizaos y corregíos. [138]

Hay sabios que sostienen que se debe dejar que el pueblo tenga supersticiones, como a los niños les dejan los andadores, porque en todos los tiempos es aficionado a los prodigios, a los que dicen la buenaventura, a las peregrinaciones y a los charlatanes; que desde la más remota antigüedad se celebró la fiesta de Baco, salvado de las aguas, llevando cuervos, haciendo saltar con un golpe de su vara un manantial de vino de un peñasco, pasando el mar Rojo a pie seco, con todo su pueblo, parando el sol y la luna, &c., &c.; que en Lacedemonia se conservaban los dos huevos que parió Leda, que tenían suspendidos de la bóveda de un templo; que en algunas ciudades de Grecia los sacerdotes enseñaban el cuchillo con el que inmolaron a Iphigenia, &c., &c. Hay otros sabios que dicen que ninguna de esas supersticiones produjo un bien a la humanidad, que muchas de ellas causaron grandes perjuicios, y que, por lo tanto, se deben abolir.»

O esto:

» Conciencia
II. Si un juez debe juzgar según su conciencia o según las pruebas

Tomás de Aquino; sois un gran santo y un gran teólogo; ningún dominico os venerará tanto como yo; pero decidís en [76] vuestra Suma que el juez debe proceder según las alegaciones y según las supuestas pruebas contra un acusado, cuya inocencia reconoce. Pretendéis que las declaraciones de los testigos, que precisamente han de ser falsas; que las pruebas que resulten del proceso, que precisamente han de ser impertinentes, deben prevalecer sobre el testimonio de los ojos del juez, que vieron que otro cometió el crimen, y en vuestra opinión, debe condenar al acusado cuando su conciencia le dice que es inocente. En vuestra opinión, pongo por caso, si el juez mismo hubiera cometido el crimen de que se trata, debía condenar al hombre a quien se lo imputan.

Pero yo, siguiendo los impulsos de mi conciencia, creo ilustre santo, que os habéis equivocado del modo más absurdo y más horrible. Es muy extraño que, poseyendo el derecho canónico, desconozcáis el derecho natural. El primer deber del magistrado consiste en ser justo, antes que en ser buen legista. Si fundándome en pruebas que no pueden pasar de ser probabilidades, sentencio a un acusado cuya inocencia me consta, me consideraría un necio y un asesino.

Por fortuna, todos los tribunales del universo piensan de otro modo que Santo Tomás, Ignoro si Farinacius y Grillandus son de esa opinión; pero si encontráis en el otro mundo alguna vez a Cicerón, a Ulpiano, a Triboniano, al canciller de L’Hospital y al canciller de Agnesseau, pedidles que os perdonen el error en que incurristeis.»

O esto:

» Cuaresma
II

¿Los primeros que tomaron la resolución de ayunar se sujetaron a ese régimen por mandato del médico después de sufrir indigestiones? ¿La carencia de apetito que sentimos cuando nos vemos sumidos en la tristeza, fue el primitivo origen de los días de ayuno prescritos por las religiones tristes? ¿Los judíos copiaron la costumbre de ayunar de los egipcios, de los que tomaron multitud de ritos y ceremonias? [98]

¿Por qué Jesús estuvo ayunando cuarenta días en el desierto a donde le transportó el diablo? San Mateo nota que cuando salió de la Cuaresma tuvo hambre. ¿No tendría hambre también durante la Cuaresma? ¿Por qué la Iglesia romana considera como un crimen comer en los días de abstinencia animales terrestres, y como obra meritoria saborear lenguados y salmones? El papista rico que tenga en su mesa pescados que le cuesten quinientos francos se salvará, y el pobre que se muera de hambre y coma veinte céntimos de tocino salado, se condenará.

¿Por qué se necesita pedir permiso al obispo para comer huevos? ¿El rey que mandara a sus vasallos que no comieran huevos, no sería considerado como el más ridículo de los tiranos? ¿Por qué los obispos tendrán aversión a las tortillas?

¿Parece creíble que en algunas naciones católicas hayan existido tribunales bastante imbéciles, cobardes y bárbaros, para condenar a muerte a infelices ciudadanos que no cometieron más crimen que haber comido carne de caballo durante la Cuaresma? El hecho, sin embargo, es cierto, y yo tengo en las manos un decreto de esa clase. Lo extraño de esos hechos es que los jueces que se atrevieron a dictar semejantes sentencias se creen más ilustrados que los iroqueses.

Sacerdotes idiotas y crueles, ¿a quienes mandáis que observen la Cuaresma? ¿A los ricos? ellos se guardan bien de observarla. ¿A los pobres? para ellos todo el año es Cuaresma. Los infelices labradores casi nunca prueban la carne y no tienen dinero para comprar pescado. ¿Cuándo se abolirán leyes tan absurdas?»

O esta frase absolutamente extraordinaria, en la entrada «Vampiros»:

«Después de la maledicencia nada se comunica tan rápidamente como la superstición, el fanatismo, el sortilegio y los cuentos de aparecidos.»

Poco más hay que añadir, salvo recomendar también que se lea el «Tristram Shandy» que cita Voltaire. Que no le suene esa obra demuestra las insuficiencias del sistema educativo,  pues no solo se trata de una de las grandes obras de la Literatura universal sino que para los castellanoparlantes es especialmente interesante, un ejemplo literalmente de libro de cómo Cervantes y el Quijote influyeron en la literatura británica. Y, además, muy divertido e inteligente; no es de extrañar que Voltaire, inteligente y divertido, lo cite.

Verónica del Carpio Fiestas

When I am dead y Rossetti

When I am dead, my dearest,
Sing no sad songs for me;
Plant thou no roses at my head,
Nor shady cypress tree:
Be the green grass above me
With showers and dewdrops wet;
And if thou wilt, remember,
And if thou wilt, forget.
I shall not see the shadows,
I shall not feel the rain;
I shall not hear the nightingale
Sing on, as if in pain:
And dreaming through the twilight
That doth not rise nor set,
Haply I may remember,
And haply may forget.

Este es un poema de la poeta, o poetisa, como habría sido llamada en su época, la época victoriana, Christina Rossetti. Británica, pese al nombre. Y como le tocó a la pobre la época en la que las mujeres eran personas secundarias y por referencia, habrá que decir, cómo no, que era hermana de Dante Gabriel Rossetti, el pintor y poeta.

Y si no le suena ninguno de los dos, ni los prerrafaelitas, pues eche un vistazo por la web. Las pinturas prerrafaelitas son hermosísimas.

Y así quizá descubra cosas parecidas a lo que he descubierto yo: que un poema que en su día me dijeron que era de Dante Gabriel, y que llevo décadas asociando visualmente a las pinturas e ilustraciones de Dante Gabriel, y dando por sentado que lo escribió un hombre  dedicándolo o dirigiéndolo a una mujer, resulta que es de Christina y lo escribió una mujer dedicándolo o dirigiéndolo a un hombre. Precisamente el poema que he transcrito.

Vaya.

Verónica del Carpio Fiestas

Mujeres amaestradas y de Plastisex: Juan José Arreola

Si no ha leído al escritor mexicano Juan José Arreola solo puedo decir que sus cuentos fantásticos los recomendaba nada menos que el mismísimo Jorge Luis Borges. En «Confabulario» literalmente fabulosos el cuento sobre el guardagujas, de tan kafkiana resonancia, y el de la migala, que me recuerda el de la lotería en Babilonia del propio Borges, con el destino incognoscible y la muerte acechante en la parábola de una lotería y de una araña.

Pero sobre todo no de deje de leer dos extraños y desasosegantes cuentos: el de «Una mujer amaestrada» y el de las mujeres de plástico en sustitución de mujeres reales, «Anuncio«.

«Ahora nos dirigimos a usted, dichoso o desafortunado en el amor. Le proponemos la mujer que ha soñado toda la vida: se maneja por medio de controles automáticos y está hecha de materiales sintéticos que reproducen a voluntad las características más superficiales o recónditas de la belleza femenina. Alta y delgada, menuda y redonda, rubia o morena, pelirroja o platinada: todas están en el mercado. Ponemos a su disposición un ejército de artistas plásticos, expertos en la cultura y el diseño, la pintura y el dibujo; hábiles artesanos del moldeado y el vaciado; técnicos en cibernética y electrónica, pueden desatar para usted una momia de la decimoctava dinastía o sacarle de la tina a la más rutilante estrella de cine, salpicada todavía por el agua y las sales del baño matinal.»
«Lejos de representar una amenaza para la sociedad, la venus Plastisex© resulta una aliada poderosa en la lucha por la restauración de los valores humanos. En vez de disminuirla engrandece y dignifica a la mujer, arrebatándole su papel de instrumento placentero, de sexófora, para emplear un término clásico. En lugar de mercancía deprimente, costosa o insalubre, nuestras prójimas se convertirán en seres capaces de desarrollar sus posibilidades creadoras hasta un alto grado de perfección.
Al popularizarse el uso de la Plastisex©, asistiremos a la eclosión del genio femenino, tan largamente esperada. Y las mujeres, libres ya de sus obligaciones tradicionalmente eróticas, instalarán para siempre en su belleza transitoria el puro reino del espíritu.»

Del de la mujer amaestrada, mejor ni lo transcribo. Porque si con ojos actuales con ingenuidad puede leerse como una dura crítica al machismo, pues sencillamente parece inconcebible que pueda ser otra cosa en pleno siglo XX, cuando se escribió, este cuento y otros, resulta que  quienes lo han estudiado a fondo lo interpretan como ejemplos de la misiginia del autor.  Y así se explican mejor  los muchos detalles chirriantes o francamente incómodos que en sus obras se ¿aprecian? por aquí y por allí.

Uf.

Verónica del Carpio Fiestas

Cervantes y el caballo de la muerte

Cuatro jinetes en el Apocalipsis; cuatro caballos. Tradicionalmente suele decirse que los jinetes son el Hambre, la Guerra, la Peste y la Muerte.  Un jinete es la Muerte.

«Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra«

La Muerte monta en un caballo bayo, amarillo.

Miguel de Cervantes, unos días antes de morir, escribió una carta: la dedicatoria de su último libro,  publicado póstumo por su viuda: «Los trabajos de Persiles y Sigismunda«. La víspera de escribir esa dedicatoria recibió Cervantes la Extremaunción. El pobre Cervantes siente y dice que se muere, y aun en esas circunstancias hace la pelota a un poderoso. ¿Se  trataba de verdadero afecto al duque de Lemos, o del ánimo de conseguir que su mujer Catalina de Salazar, su futura viuda, tuviera más protección en la publicación del libro, o de qué exactamente? Lo sabrán los estudiosos. Yo no lo sé. Sí sé que escribe en términos tales que producen sonrojo.

Y lo que si sé también, es transcribir la dedicatoria. Escrita ya cuando el tiempo es breve, la agonía se aproxima y la esperanza se desvanece, hoy aparece como un terrible ejemplo de abyecta sumisión al poderoso hasta en las puertas de la muerte. Fuera ello lo habitual, previsible y lógico en esa época hasta en mitad del dolor, del sufrimiento y del miedo -qué horrible época, si así fuera-, o fruto de la pobreza y la necesidad de Cervantes, o de su carácter -qué duro pensar que fuera así-. Impresiona cómo Cervantes era consciente de que se moría y escribe desde el sufrimiento y deseando seguir con vida, y que en esas circunstancias haya de escribir que quizá se curaría si viera de nuevo al mecenas. Uf.

«A don Pedro Fernandez de Castro

Conde de Lemos, de Andrade, de Villalva; Marques de Sarria, Gentilhombre de la Camara de su Magestad, Presidente del Consejo supremo de Italia, Comendador de la Encomienda de la Zarça, de la Orden de Alcantara.

Aqvellas coplas antiguas, que fueron en su tiempo celebradas, que comiençan:

«Puesto ya el pie en el estriuo»,

quisiera yo no vinieran tan a pelo en esta mi epistola, porque casi con las mismas palabras las puedo començar, diziendo:

«Puesto ya el pie en el estriuo,
con las ansias de la muerte,
gran señor, esta te escriuo.»

Ayer me dieron la estremavncion, y oy escriuo esta; el tiempo es breue, las ansias crecen, las esperanças menguan, y, con todo esto, lleuo la vida sobre el desseo que tengo de viuir, y quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies a vuessa excelencia: que podria ser fuesse tanto el contento de ver a vuessa excelencia bueno en España, que me voluiesse a dar la vida. Pero si està decretado que la aya de perder, cumplase la voluntad de los cielos, y, por lo menos, sepa vuessa excelencia este mi desseo, y sepa que tuuo en mi vn tan aficionado criado de seruirle, que quiso passar aun mas alla de la muerte mostrando su intencion. Con todo esto, como en profecia, me alegro de la llegada de vuessa excelencia, regozijome de verle señalar con el dedo, y realegrome de que salieron verdaderas mis esperanças, dilatadas en la fama de las bondades de vuessa excelencia. Todauia me quedan en el alma ciertas reliquias y assomos de las Semanas del jardin y del famoso Bernardo. Si a dicha, por buena ventura mia, que ya no sería ventura, sino milagro, me diesse el cielo vida, las verà, y con ellas fin de La Galatea, de quien se està aficionado vuessa excelencia; y con estas obras, continuando mi desseo, guarde Dios a vuessa excelencia como puede. De Madrid, a diez y nueue de abril de mil y seyscientos y diez y seys años.

Criado de vuessa excelencia,

Miguel de Ceruantes.»

Puesto ya el pie en el estribo, con las ansias de la muerte, gran señor, esta te escribo.

«Puesto ya el pie en el estribo» era, al parecer, una copla clásica. ¿El estribo del caballo? ¿Montar a caballo es viajar, viajar es morir?

Y en el Apocalipsis es la Muerte el jinete. ¿Tendría que ver esa copla con el Apocalipsis? ¿Lleva la Muerte al muerto detrás, a la grupa? ¿O el muerto se convierte en La Muerte? ¿Era bayo el caballo donde montó al morir Cervantes?

Pobre Cervantes.

Verónica del Carpio Fiestas

Necia conjura para venderle gato de literatura por liebre

Si cae en sus manos «La conjura de los necios«, «A Confederacy of Dunces«,  de John Kennedy Toole, casi mejor que deje que se le caiga del todo. Cada año la industria cultural estadounidense descubre la gran novela americana (americana no es de América, el continente, sino de un país que se cree, al parecer en serio, que se llama»América»). Y cada año le venden a usted  libros que hacen historia, y en efecto, la hacen: la historia de cómo lo pequeño lo venden como grande. Si usted lee el prólogo en la edición de Anagrama verá que el editor estadounidense compara al estrambótico protagonista, Ignatius  J. Reilly, con Don Quijote. Mucho me temo que el editor estadounidense no ha leído muy a fondo el Quijote, ni tampoco quienes en Wikipedia describen al personaje  como «un moderno Don Quijote»

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Porque si alguien se cree que un quijote, o Quijote, es cualquier persona culta con un grave problema mental, que se enfrenta con muchos, me atrevo a conjeturar que no ha leído el Quijote. Don Quijote lo describe Cervantes, por sus palabras y por sus obras, como cultísimo,  austero, casto, esforzado, educadísimo y desprendidísímo, muy amable y muy considerado, un caballero en toda la extensión de la palabra. Ignatius J. Reilly es culto, grosero, glotón, vago, aficionado al sexo consigo mismo (solo consigo mismo), insultante hasta con su propia madre y un patán, y con su carácter y su forma de hablar y de actuar, con sus eructos, groserías y ataques indiscriminados, tiene tanto parecido con Don Quijote como su respectivo físico, o sea, ninguno.

Cuando leí  el libro hace años me pareció insignificante, un bluff; releída, rectifico, y ya no me lo parece tanto. Por estructura, caracteres, lenguaje y planteamiento es bastante más que un bestseller. Y ciertamente aparece un personaje interesantísimo: Nueva Orleáns, una Nueva Orleáns que me pregunto si fue real cuando escribió sobre ella John Kennedy Toole en los  primeros años 60 de siglo XX, y, en caso afirmativo, si habrá quedado algo de esa ciudad peculiar tras la devastación por el huracán Katrina en 2005.

Pero leo en la contraportada las comparaciones con Rabelais, con Dickens,  con Cervantes, con Fielding, y me pregunto de nuevo cómo es posible que la industria editorial tenga tan poco sentido de la realidad o tanto desconocimiento de lo que vende, o tanto afán por vender, como para usar comparaciones de ese tipo, o, si en efecto fuera cierto que estudios serios ponen en relación «La conjura de los necios» con todos esos autores, que lo ignoro, cómo puede ser que yo no me haya enterado de nada y el problema grave entonces es mío. Con Rabelais y Cervantes sí veo que coincide en un punto: la escatología. Con Dickens, por más que lo pienso, no se me ocurre en qué puede coincidir. Con Fielding, tampoco.

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Y no quiero dejar de mencionar que hay que dato del libro que sí merece la pena: la descripción de la vida de homosexuales en los primeros años 60 en una ciudad donde se suponía que eran más libres, dice un personaje, que en otras zonas de Estados Unidos, y probablemente lo serían; da tristeza visto desde ahora, porque en realidad están descritos como un sector  marginal, vilipendiado y ridiculizado, cuando no perseguido por la policía. Está bien volver la vista atrás y no olvidar el camino andado, para ser conscientes de que no debe desandarse.

Y ya acabo con un comentario no sé si heterodoxo: que en la industria cultural y editorial que un autor sea un suicida añade prestigio a sus obras y rodea de un aura de genio a su autor, con cierta frecuencia. Hay que ver que daño hicieron Goethe y los románticos con sus genios y sus suicidas. Me pregunto si esta obra habría tenido tanto éxito de no haberse suicidado su autor años antes de publicarse. En fin.

Verónica del Carpio Fiestas

El Eclesiastés

Conviene poner las cosas en su lugar y no perder la perspectiva. Ante tanta bobada vendida como literatura, tanta literatura vendida como Literatura con mayúsculas y tanta Literatura con mayúsculas vendida como indispensable y de primerísimo nivel, no está de más recordar que el primerísimo nivel literario contiene pocas obras, y que muchas que venden como de primerísimo nivel no lo son ni de lejos pero que hay otras que ciertamente lo son, y no debe olvidarse; y que además, por si poco fuera, se pueden leer gratis. Una de ellas es el Eclesiastés, en la Biblia, Antiguo Testamento. Ojo: no estoy hablando de religión, sino de Literatura.

Pocas obras han tenido tanta influencia en la Literatura y en el Arte como el Eclesiastés; las vanitas, por ejemplo, pululan en la pintura barroca. Y de belleza intrínseca, poco hay que decir; basta leerlo en alguna de las innumerables traducciones que circulan, que reflejan una belleza sobrecogedora. Para detalles sobre quién lo pudo escribir, la lengua original, su discutida datación, mire Google; no me interesa, que aquí estoy hablando de belleza y de influencia en la Cultura. Una vez que lea el Eclesiastés, si no lo ha leído hasta ahora, se dará cuenta, retrospectivamente, de cuantísimas veces han quedado reflejadas sus frases, sus filosofía, las imágenes gráficas, en la Literatura -especialmente en la Poesía-, y en el Arte -especialmente en la Pintura-. Sí, las mayúsculas son deliberadas. Porque las cosas hay que ponerlas en su lugar, y aquí estamos en el ámbito de las mayúsculas.

Procure escoger una buena versión; no le den gato por liebre. Pero en todas encontrará aquello de «vanidad de vanidades», «un tiempo para nacer, un tiempo para morir», «nada nuevo bajo el sol». Cada vez que lo leo me parece más hermoso, y además, siempre actual, porque los sentimientos que reflejan no puede ser más actuales, aunque esto sea un detalle menor.

Para convencerle de que de verdad esto son Palabras Mayores estoy dudando si copiar parrafos. Bueno, copiaré algunos, de una de tantas traducciones. Espero que no hayan dado gato por liebre.

Así observé todas las obras que se hacen bajo el sol,
y vi que todo es vanidad y correr tras el viento.[…
]

Porque no perdurará el recuerdo
ni del sabio ni del necio:
con el paso de los días, todo cae en el olvido.
Así es: ¡el sabio muere igual que el necio![…]

Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa
bajo el sol:
3:2 un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancarlo plantado;
3:3 un tiempo para matar y un tiempo para curar,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
3:4 un tiempo para llorar y un tiempo para reír,
un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
3:5 un tiempo para arrojar piedras
y un tiempo para recogerlas,
un tiempo para abrazarse
y un tiempo para separarse;
3:6 un tiempo para buscar
y un tiempo para perder,
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
3:7 un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,
un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
3:8 un tiempo para amar y un tiempo para odiar,
un tiempo de guerra
y un tiempo de paz

¿Qué le parece? ¿No le parece impresionante? Hay un tiempo para nacer y otro para morir. Y otro para matar. Y uno para buscar y otro para perder, y uno para amar y otro para odiar. Y uno para guerra y otro para paz.

Yo he visto algo más bajo el sol:
en lugar del derecho, la maldad
y en lugar de la justicia, la iniquidad […]

Yo volví mis ojos a todas las opresiones
que se cometen bajo el sol:
ahí están las lágrimas de los oprimidos,
y no hay quien los consuele.
La fuerza está del lado de los opresores,
y no hay nadie que les dé su merecido.
4:2 Entonces tuve por más felices
a los muertos, porque ya están muertos,
que a los vivos, porque viven todavía;
4:3 y consideré más feliz aún
al que todavía no ha existido,
porque no ha visto las infamias
que se cometen bajo el sol

Pues hay mucho más. Bueno, no mucho más, en realidad. Son solo unas cuantas páginas de poemas. Si le parece poco.

Y no ilustro este post con una imagen o con otra cita porque me saldrían centenares. Así que mejor podemos hacerlo de otra forma, si le parece: busque y lea el poema completo y verá cómo, sin necesidad de pensar mucho, encuentra enseguida usted una imagen de Arte o una cita de Literatura, con mayúsculas, donde se refleje la influencia histórico-cultural de esta poesía, y  la coloca usted mismo mentalmente en este recuadro:

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Verónica del Carpio Fiestas