¿Es usted incauto, inteligente, malvado o estúpido?

La famosa Teoría de la Estupidez del historiador económico italiano Carlo Maria Cipolla clasifica a los individuos en incautos, inteligentes, malvados y estúpidos, y formula sus leyes fundamentales de la estupidez humana. Aquí tiene el texto completo del famoso opúsculo del año 1988 titulado «Allegro ma non troppo»: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4934893.pdf

Resumiendo. Estúpido es quien hace daño a otro sin beneficio propio, hay un porcentaje constante en cualquier grupo social, siempre se subestima su número y son el tipo más dañino de ser humano, más que los malvados, no solo porque con la actuación de los malvados hay al menos un beneficio social o económico para alguien equivalente al perjuicio -me robas limpiamente equis euros y se transfieren

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a tu patrimonio, no desaparece ese bien- sino también porque son impredecibles e incomprensibles incluso para los inteligentes. Puesto que también hay estúpidos hasta entre los premios Nobel, es evidente que los hay entre los poderosos, políticos incluidos, con las devastadoras consecuencias de todos conocidas.

En la gráfica, bajada de Wikipedia, con las explicaciones de actuación de los distintos tipos humanos y sus efectos; lo mismo figura en el opúsculo. Como puede usted comprobar, se trata de relacionar beneficio propio y ajeno.

Le propongo tres ejercicios, para lo cual es indispensable dedicar diez o quince minutos antes, o cinco, según la personal velocidad de lectura, a leer el opúsculo:
1. Clasifique usted a los más importantes políticos españoles en las categorías correspondientes.
2. Clasifíquese usted mismo.

Me dirá usted que van solo dos ejercicios. Efectivamente, falta el tercero, que es este:
3. Clasifíqueme usted a mí.

Verónica del Carpio Fiestas

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La Universidad en la encrucijada

O, más concretamente: «LA CIENCIA DEL DERECHO Y LA UNIVERSIDAD EN UNA ENCRUCIJADA VITAL»

Este post consta de un único elemento: un archivo pdf. Este archivo: discurso Prof De la Oliva

Se trata del texto completo del discurso pronunciado por el ilustre Profesor D. Andrés de la Oliva Santos, Catedrático de Derecho Procesal de la Universidad Complutense de Madrid, en el acto de su investidura como Doctor honoris causa por la Facultad de Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos, el día 8 de mayo de 2015. Es un texto memorable y se incluye aquí para que quede memoria escrita, con la recomendación de que sea leído, analizado y divulgado, y tenido en cuenta. Tuve el honor de estar presente en ese acto de investidura; me impresionó y emocionó el discurso cuando lo oí y me sigue impresionando y emocionando cuando lo recuerdo y cuando lo leo un año después; y su contenido sigue siendo tan necesario como hace un año, e incluso diría que más.

Una modesta profesora asociada a tiempo parcial de Derecho Civil como la que firma este post no es quién para opinar sobre cómo ha de ser la Universidad; el Prof. De la Oliva si es autoridad, para mí indiscutible. Pero como jurista, como ciudadana y como profesora universitaria lo que se trata en este discurso me afecta y nos afecta a todos porque afecta a la sociedad; cómo no va a interesar y afectar una reflexión sobre la idea de «las Universidades como instancia crítica de la sociedad», en la que se dicen cosas tales como que «el tópico de la mentalidad empresarial aplicada a la Universidad está haciendo un daño irreparable» .

Transcribo dos párrafos:

«La Universidad puede tener “patrocinadores”, pero no “clientes” de ésos que siempre tienen la razón; puede tener mecenas, pero no señores feudales; puede establecer conciertos y convenios, pero no venderse, alquilarse o condicionarse. La “privatización” no debe invadir los trabajosuniversitarios. Hay muchas cosas que pueden no interesar a las empresas, pero que nos interesan y nos afectan a todos. Y, además, hay cosas que interesan a empresas, pero que conviene a todos que también se lleven a cabo al margen de cualquier interés particular, incluso legítimo.»

«A mi parecer, el actual estado de cosas se puede describir así: un sistema político, económico y social en acelerada autodestrucción, un sistema en principio muy dependiente paradójicamente de la educación, ha logrado, no sin múltiples y sostenidos pecados de acción y de omisión atribuibles a universitarios, deteriorar gravísimamente la educación y, en concreto, la educación superior, de suerte que ese deterioro (innegable y reconocido, pero muy erróneamente combatido), no sólo dificulta al máximo que la Universidad vuelva a actuar como la instancia crítica que la sociedad necesita, sino que realimenta la crisis autolítica del sistema. Hoy, la idea de la Universidad como instancia crítica, muy aceptada hace cuatro décadas, se ha convertido en herética. Es éste un síntoma decisivo de la decadencia que avanza en un círculo vicioso de elementos destructivos, un proceso que es apremiante detener.»

Quién sabe si esto lo leerá algún político o aspirante a político con responsabilidades actuales o futuras en el ámbito de la Educación y la Investigación -mayúsculas deliberadas-, algún cargo académico, alguna persona interesada en el Saber. Los posts del más modesto blog son botellas lanzadas a un mar de botellas y es imposible predecir dónde pueden llegar; lanzada queda esta botella al mar.

Verónica del Carpio Fiestas

La confesión del asesino literario

O, si lo prefiere, la historia de un crimen contada por el asesino, en términos más o menos extensos. En una que solo si llega usted al final sabrá que es la confesión de un asesino.

1 «Sonata a Kreutzer», de León Tolstoi, 1889
2 «La familia de Pascual Duarte», de Camilo José Cela, 1942
3 «El extranjero», de Albert Camus, 1942
4 5 6 7 y aproximadamente hasta 80 o 100 «Crímenes ejemplares», de Max Aub, 1957
101, o el número que toque, «El asesinato de Roger Ackroyd», de Agatha Christie, 1926.

Y añado en la lista, con el número que sea, no otra novela más, sino un cuento. Un cuento de Jorge Luis Borges, «Deutsches Requiem», 1949.

Y ahora, un juego literario: adivine, sin consultar Google, cuál es la obra compuesta de microrrelatos. No se quejará, que se lo he puesto bien fácil.

Y no se quejará tampoco de que no sea variada la lista en estilos literarios y nacionalidad de autores.

Verónica del Carpio Fiestas

Azorín y el parlamentarismo español

«Parlamentarismo español». Así se titula un libro de bolsillo editado por Bruguera en 1968, con la siguiente nota en la portada: «Una obra reveladora, a la que las circunstancias han devuelto la máxima actualidad». Ojo, no en 1978, en la Transición, sino diez años antes, en plena dictadura franquista. ¿Qué circunstancias innominadas -es época de censura y de sobreentendidos-, pero sin duda muy concretas, pudieron convencer en 1968 a un editor de una editorial notoriamente comercial de que sería económicamente rentable publicar como libro de bolsillo las crónicas parlamentarias que Azorín escribió cincuenta o sesenta años antes, unas crónicas, además, que no reflejan un parlamento deseable sino ridículo?

No recuerdo que fuera era esa la pregunta que yo me formulé cuando compré y leí ese libro ya antiguo de unos quince años, siendo estudiante universitaria. Y es una pena, porque se abre amplio campo de conjeturas. ¿Qué pasaba exactamente en España en el año 1968 para que mereciera la pena editar esto, aunque, eso sí, con un breve «estudio preliminar de un «catedrático» de una materia que no se específica, pero que San Google me sopla que es de Literatura, no de alguna rama jurídica? El dictador Franco estaba allá por 1968 con los tejemanejes que desembocaron en la designación digital – digital de «a dedo»- de Juan Carlos de Borbón como «sucesor a titulo de rey», en una decisión dictatorial que «aprobaron» las Cortes-pantomima franquista; en España no hubo mayo del 68 -o sí, ya lo discuten los historiadores-, aunque sí seguro movimientos varios. ¿Se publicó quizás el libro pensando en advertir a incautos de los riesgos del parlamentarismo? ¿Fue quizá simplemente una publicación «literaria» como pudiera inferirse del planteamiento «literario» del estudio preliminar, y la nota de la portada es un simple gancho, una ocurrencia? ¿O se disfrazó de literario lo que en realidad era algo político?

Pues ni idea. Y sería interesante saberlo. Porque los libros publicados sin intención, los puramente literarios, no llevan notas normalmente de ese tipo en las portadas…

Pero lo que me interesaba entonces, y me sigue interesando, es cómo Azorín describe el día a día de las ridículas Cortes de primero de siglo XX. ¿ Y qué ve? La mirada escéptica de Azorín no necesita una escritura crítica; ya es crítico, enormemente crítico, solo con describir suavemente lo que ve con su famosa atención al detalle. Y lo que ve, o lo que vemos, son unas Cortes ridículas y sin sentido, que reflejan un país sin pulso. Y, claro, sin mujeres en política; cuando Azorín dice «hombres» y » políticos» quien decir varones, y no se olvide esto cuando se oiga lo que dice tranquilamente tanta gente de que el masculino plural engloba a varones y a mujeres.

Los discursos huecos, las discusiones tontas, los tiquismiquis, reflejan un parlamento como la cáscara vacía de un país caciquil en el que la forma sustituye al fondo, o lo encubre con apariencias de fórmulas democráticas. A Azorín tanto engolado largando discursos y tanto ingenuo que se cree que está haciendo cosas importantes, tantos afanándose en tareas laboriosas e inútiles, tanta gente que se cree que pasará a la Historia cuando muchos no son ni notas a pie de página, aunque sí calles de Madrid, termina incluso por darle pena. Leamos el epílogo. Es largo, y «embaimientos» hay que mirar en el diccionario qué significa, pero merece la pena. Incluso si no se buscan, voluntariamente o no, paralelismos con la España de la segunda década del siglo XXI…

«¿Qué vamos a decir, en resumen, de los políticos españoles, del parlamentarismo español? Cuando hemos ido leyendo estas páginas al corregir las pruebas, hemos experimentado una sensación de lejanía y de ensueño. ¡Qué cercanos están todas estas escenas, hombres e incidentes, y, sin embargo, qué remotos parecen en lo pretérito! Romero Robledo, Silvela, Salmerón, Villaverde, Vega Armijo, Canalejas… ¿ Cuándo hemos conocido a estos hombres? ¿En qué siglo han vívido? ¿Cuáles han sido sus gestas y sus dichos? Al ir rememorando momentáneamente sus ademanes y devures, sentíamos, al par de la sensación de lejanía, un sentimiento de simpatía sincera. Horas nuestras, momentos de nuestra juventud, han transcurrido escuchando a estos hombres, atisbando sus tràfagos, ideas y venidas. Circunstancialmente, en lo pasado, una parte de nuestro espíritu está ligada a la imagen de sus figuras. No tenemos valor para repetir de los políticos españoles lo que tradicionalmente -y con injusticia- se repite de cuando en cuando en instantes de acritud e iracundia. ¿Dónde no habrá trapazas, embaimientos y embelecos? ¿Por qué habrá de ser privativo de España lo que es connatural a los políticos de todas !as naciones? Y decimos mal a los políticos. Decir debemos a toda suerte y linaje de hombres.

Los políticos no son una clase aislada en un país. Una crítica fácil y amiga de zafarse de las responsabilidades echa sobre los políticos la culpa de todos los males y dolamas de un país. ¡Como si todo, en un país, no fuera coherente, solidario y correlativo en la causación del bien y del mal! ¡Como si pudiera darse en la mecánica social algo sin causa, espontáneo y primero! Los políticos no son ni mejor ni peor que las demás clases sociales. No son ni mejor ni peor que los médicos, los ingenieros, los industriales, los mercaderes. Pero los políticos de hallan en una elevada posición, a la vista de todos; sus menores actos y palabras son comentados menuda y aun circunstanciadamente; se escudriñan y husmean hasta sus intenciones; se llega a hocicar y escarbar aun en su vida íntima. ¿ De qué manera, con tal luz, con tal tesonancia no han de ser vistos y agrandados los hechos de un político?«.

Continúa más el epílogo pero con los párrafos anteriores ya se hace usted una idea; y si no, qué se va a hacer. Del contenido de las crónicas no puede hacerse una idea casi seguro porque ni un fragmento he transcrito. Le transcribiría la crónica de 10 de noviembre de 1905 o la de 22 de febrero de 1906, que me parecen especialmente significativa. Se las transcribiría, digo, pero no se las voy a transcribir. Ya esto se está alargando demasiado y probablemente tiene usted que irse a ver el fútbol.

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Verónica del Carpio Fiestas

Jardiel Poncela y los títulos de unas posibles tesis

Para explicar quién fue Enrique Jardiel Poncela ya están Wikipedia, El Rincón del Vago y los párrafos introductorios a los programas de teatro municipal de verano. Desde aquí me limitaré a proponer distintos títulos de tesis a investigadores que ya estén aburridos y de vuelta de todo, una vez que comprueben que estos temas no han sido investigados o no lo han sido suficientemente. En algunos casos serán artículos en vez de tesis; y si ello significa discrepancia con el título del post, qué se le va a hacer.

– «Jardiel Poncela y la misoginia. Especial referencia a si se trata de una característica personal o de un reflejo de su época». Obras del autor recomendadas para el análisis: «La tournée de Dios», «Los ladrones somos gente honrada», «Usted tiene ojos de mujer fatal», «Espérame en Siberia, vida mía» y «Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?».  Principales líneas de investigación sugeridas: la mujer como reflejo del varón; la mujer sin capacidad de ideas propias ni de ideas a secas; la maternidad como estupidez; la falsedad del parto doloroso; la mujer manipuladora de la sensualidad; el físico de la mujer; la invisibilidad y la ridiculización física y psicológica de mujeres de más de 45 años; la figura de la criadita mona y la de la criadita tonta -no se olvide completar con otras obras del autor y analizar la influencia en el teatro burgués hasta la actualidad-; la equiparación de responsabilidad entre delincuencia individual de un varón y la condición de pariente de delincuentes en caso de ser mujer; el llamado «histerismo»; la inocencia en la mujer y el varón corrido formador; los métodos anticonceptivos, con especial referencia a los comprimidos Stucker y al mitin de Dios en ‘La tournée de Dios».

– «Jardiel Poncela y el mcguffin». Obras del autor recomendadas para el análisis: «Eloísa esta debajo de un almendro» y «Los ladrones somos gente honrada». Impone el arduo trabajo previo de determinar qué es un mcguffin.

– «El componente autobiográfico en la obra de Jardiel Poncela». Obras del autor recomendadas para el análisis: «La tournée de Dios» (línea de investigación recomendada: la relación como pareja de hecho entre Federico y Natalia) y ‘Los ladrones somos gente honrada» (línea de investigación recomendada: análisis exhaustivo sin prejuicios ideológicos del prólogo en lo que respecta a la detención arbitraria del autor en la guerra civil por el bando republicano).

– «Jardiel Poncela, el Tristram Shandy, Apollinaire y Perec» Obras del autor recomendadas para el análisis: «La tournée de Dios», «Para leer mientras sube el ascensor» y «Espérame en Siberia, vida mía». Líneas de investigación recomendadas: el caligrama; cómo y por qué los autores de la llamada «otra Generación del 27» no son habitualmente comprendidos entre las vanguardias;  la influencia desconocida del Tristram Shandy en la literatura española.

-«Jardiel Poncela y el actor Fernando Fernán Gómez». Este tema no da para una tesis pero sí para un artículo. Línea de investigación recomendada: el prólogo de «Los ladrones somos gente honrada».

-«Jardiel Poncela y el antisemitismo». Línea de investigación recomendada: análisis de «La tournée de Dios». Este tema da para un artículo y no para una tesis salvo que se ponga en relación con el contexto temporal y social y se emplee el tema como indicio y explicación de lo que sucedió en Alemania poco después.

-«Jardiel Poncela y la música». Obras del autor recomendadas para el análisis: «Angelina y el honor de un brigadier», «Los ladrones somos gente honrada» y «La tournée de Dios». En caso de querer centrar el análisis en el caso concreto de la mujer que canta y la misoginia son suficientes las dos primeras obras.

-«La tartamudez en el teatro de humor español». En un libro completo dedicado al tema de los problemas físicos como fuente de humor literario sería recomendable un capítulo dedicado a Jardiel Poncela, con especial atención a «Los ladrones somos gente honrada».

– «El criterio de elección de nombres en el teatro y la novela española del siglo XX, con especial atención a la llamada literatura de humor y a la comedia». Análisis de los casos de Silvias, Natalias,  Fernandos y Federico en contraposición con los Emilianos y las Adecilsas.

-«Jardiel Poncela y la deconstrucción de las frases hechas». Punto de partida recomendado, este párrafo del prólogo de «Espérame en Siberia, vida mía»:
«- Adiós… Y a ver si nos vemos, ¿eh?
– ¡Ah, sí! Oye: ¡ ver si nos vamos!
(lo que se dicen las personas que no van a hacer nada por volver a verse)»

Y este es el momento en el que quien lee este post decide decir a la autora del post «A ver si nos vemos» porque ha decidido definitivamente no volver a aparecer por este blog.

Verónica del Carpio Fiestas

Moscas literarias: del haiku al existencialismo

Cuatro obras sobre moscas. Las voy a ordenar por orden de extensión que, casualmente, o no, coincide más o menos con el cronológico de autores. Bueno, como el haiku es corto, mejor pongo dos. O sea, cinco. Cinco obras sobre moscas, en repaso internacional.

– El haiku, o los haikus. Poema en japonés, aquí en concreto de enfoque humorístico.

«En el salón
hay una persona
y una mosca»

Ese es el haiku primero. Y ahora el otro haiku.

«La mosca en el porche
se está frotando las manos
y ¡zas!»

Los dos haikus son de Issa (1763-1827). Japonés, por si alguien no ha caído. ¿A que están bien? Figuran publicados en «Haiku, Antología de poemas japoneses», DOJO Ediciones, 2012.

– La fábula del moralista ilustrado pesado pero encantador.

«Las moscas

A un panal de rica miel
dos mil moscas acudieron
que por golosas murieron
presas de patas en el ,
otras dentro de un pastel
enterró su golosina
así, si bien se examina ,
los humanos corazones
parecen las prisiones
del vicio que lo domina.»

La fabula es de  Félix María Samaniego (1745-1801), fabulista español. Me encanta Samaniego. Claro que también me encanta la fábula de Esopo que es la precedente de esta, en un montón de siglos. Ah, las dos mil moscas son cien mil en otra versión. Vaya usted a saber.

– El poema humorístico y/o infantil y/o evocador de la infancia del poeta serio y profundo español que esta vez se pone humorístico y/o infantil y/o evocador de la infancia.

«Las moscas

Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
-que todo es volar-, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales…
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
de siempre… Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.

Antonio Machado, (casi) siempre tan serio, tristón y trascendente, se puso aquí humorístico y/o infantil y/o evocador de la infancia. ¿Hace falta decir que Antonio Machado es un importantísimo poeta español que nació en 1875 en Sevilla y murió en el exilio de la Guerra Civil, en 1939? ¿O ya lo busca usted en Wikipedia? Ya puestos, también puede buscar la canción de Joan Manuel Serrat, quien puso musica al poema hará como treinta o cuarenta años,  y por Youtube tiene que andar.

– El que se pone profundo en una obra de teatro existencialista.

El santón existencialista francés Jean Paul Sartre , que por cierto dista de ser santo de mi devoción, se puso profundo y según dicen hasta valiente con una obra de teatro titulada «Las moscas». Busque por la web para encontrar datos del autor y del texto, que no me apetece buscar enlaces sobre autor que me cae gordo y que se dedicaba a repartir credenciales democráticas y a ser muy crítico que la barbarie de un signo, y acrítico con la de otro signo,  por muy profunda y valiente que fuera esta obra. No tenía más remedio que citarlo en este post sobre moscas literarias, pero ya buscar enlaces no. Cómo no citar una obra de todo un Sartre que se titula así, y no digamos ya si, como la fábula de Samaniego, también se inspira en la Antigüedad clásica, y sobre todo si he decidido no mencionar -vaya, lo estoy mencionando, qué fallo- a «El señor de las moscas» de William Golding porque no lo he leído y en este blog no se habla de oídas.

Vale, o sea, adiós. Otro día hablamos del maravilloso cuento «La mosca», de la escritora británica Katherine Mansfield. De este cuento, mire, sí le pongo enlace al texto. Aquí.

Verónica del Carpio Fiestas