Análisis jurídico de «La dama de blanco»

Wilkie Collins es un escritor británico del siglo XIX, contemporáneo y amigo de Dickens, con quien coescribió alguna obra. La novela más conocida de Willie Collins es la maravillosa «La piedra lunar», extraordinaria novela de misterio, de las precursoras del género, y que además está estructurada de forma interesantísima mediante el sistema de sucesivas narraciones en primera persona de distintos intervinientes en la trama, quienes cuentan lo que han vivido desde su punto de vista en sucesivos fragmentos que abarcan diversos aspectos de la historia y a la vez, inconscientemente, se describen a sí mismos y describen la sociedad de la época. «La dama de blanco» sigue un sistema parecido, con la particularidad de que la mayoría de los que refieren la historia en sucesivas narraciones no saben la solución del misterio cuando narran lo vivido, y además se mezcla una historia tipo folletín con sus malvados y sus espías y sus traidores. En «La dama de blanco» uno de los narradores es el malo, uno de los malos, el malo malísimo maquiavélico y megalómano experto en conspiraciones y venenos, pero con su corazoncito; en «La piedra lunar» no hay ninguna narración del malo por la sencilla razón de que no hay malo, y con esto que le acabo de decir le he destripado el final.

Todo el mundo parece citar a Borges y su admiración por estas dos novelas. Puesto que citas de segunda mano me parecen lamentables, solo puedo decir que Borges admiraba «La piedra lunar», y ahí está el prólogo a su edición de la novela; y que no dudo que tengan razón quienes dicen que consideraba admirable «La dama de blanco», pero que no encuentro la cita.

Bien. Ahora hablemos de Derecho. En pocas novelas del XIX de misterio, y de no misterio, el  elemento jurídico está tan presente y es tan relevante. Dos de los personajes secundarios son abogados y aportan sus opiniones jurídicas; uno de ellos, narrador, efectúa una exposición muy clara de la situación jurídica de una compleja herencia. Muy clara es un decir, porque en las traducciones que he manejado se usa el término «usufructo» para lo que en Derecho español sería más bien un fideicomiso; o sea, que estamos ante el problema  de siempre de imposible resolución de cómo traducir términos que definen instituciones jurídicas que no existen en otros Derechos o que son solo remotamente parecidas

Lista de temas para un análisis jurídico de «La dama de blanco», con especial referencia a cómo habría variado el argumento de haberse aplicado el Derecho español actual:

  • Los fideicomisos.
  • Los mayorazgos, como Derecho histórico.
  • La mayoría de edad.
  • La emancipación por matrimonio. Particularidades en caso de la mujer casada.
  • La tutela de parientes menores de edad. Designación del tutor por los progenitores y los límites a la capacidad de decisión del tutor.
  • Intervención del tutor en las capitulaciones matrimoniales de su tutelado.
  • La responsabilidad del tutor por el ejercicio de la tutela.
  • Deontología del abogado. En caso de tutela, si en la redacción de importantes documentos que afectan a la vida y patrimonio del tutelado debe seguir el abogado las instrucciones de un tutor que a todas luces no actúa responsablemente en beneficio del tutelado.
  • Las capitulaciones matrimoniales. Olvídese, por cierto, de traducciones que emplean la expresión «contrato matrimonial»; en España el contrato matrimonial es otra cosa.
  • El caso concreto de los límites a la libertad de testar convenidos en capitulaciones matrimoniales.
  • La dote, esa antigualla jurídica y sociológica que tanta lata dio a juristas durante siglos, tanto condicionó la vida de tantas personas y tantos argumentos proporcionó a novelistas. Por cierto, la dote sigue existiendo en muchos países; donde la desigualdad entre hombres y mujeres sigue considerándose jurídicamente admisible.
  • Los contratos entre cónyuges y, en concreto, los préstamos. Especial referencia histórica a la contratación en situación de desigualdad jurídica por no existir el principio de igualdad hombre-mujer ni igualdad entre cónyuges.
  • La obligación jurídica de un cónyuge de responder de las deudas del otro.
  • La firma de documentos sin leerlos. Qué debe aconsejar un abogado si se le consulta sobre la conveniencia de firmar documentos sin haber tenido posibilidad de leerlos.
  • La posibilidad de extinción del régimen económico matrimonial de gananciales por abusos en la gestión del patrimonio y por falta de información.
  • La firma como testigos en documentos de personas que no han leído esos documentos y la validez de ese testimonio para acreditar fecha y contenido del documento.
  • Las letras de cambio.
  • La violencia de género de tipo verbal.
  • La detención ilegal del cónyuge.
  • Las injurias y los malos tratos de palabra a parientes políticos.
  • Responsabilidad civil del médico por mala praxis.
  • Intrusismo profesional en la medicina.
  • La separación y el divorcio.
  • La nulidad matrimonial por haberse contraído el matrimonio con engaño sobre circunstancias esenciales del contrayente. Análisis de dos ejemplos: la falsa condición de aristócrata, de hijo legítimo y de rico del contrayente y el matrimonio de mujer embarazada de varón distinto de su marido.
  • El internamiento psiquiátrico involuntario.
  • La relación laboral de los empleados domésticos y las causas de despido. El preaviso.
  • La falsificación documental de certificados de defunción.
  • Responsabilidad civil y penal del médico por emisión de certificados médicos falsos para internamiento psiquiátrico involuntario.
  • El suministro deliberado sustancias tóxicas y psicotrópicas.
  • La falsificación de inscripciones en registros parroquiales equivalentes a registros civiles. El caso concreto del cómplice que desconoce la importancia jurídica y la pena impuesta por este delito.
  • La destrucción voluntaria de registros parroquiales equivalentes a registros civiles.
  • Eficacia probatoria de copias privadas de inscripciones en registros parroquiales equivalentes a registros civiles, con y sin destrucción de los originales.
  • Situación jurídica de hijos extramatrimoniales a efectos de heredar  títulos nobiliarios, y el patrimonio ajeno al título.
  • Ídem respecto de la posibilidad de hipotecar bienes inmuebles.
  • Posibilidad de divorcio de mujer casada víctima de violencia de género y abandonada por cónyuge del que no se tiene más noticias. Situación juridica del hijo concebido por mujer casada en esa situación con otro varón.soltero.
  • Análisis jurídico completo desde el punto de vista penal del cúmulo de delitos conexos por los cuales el cadáver de una persona es hecho pasar por el de otra persona con simulación de la muerte de esta, inhumación bajo nombre falso, intercambio de las personalidades respectivas e internamiento psiquiátrico involuntario de la segunda persona.
  • Medios de prueba para anular certificados falsos de defunción.
  • Las sociedades secretas.
  • El derecho de asilo, el permiso de residencia y el permiso de trabajo de extranjeros.
  • El espionaje.
  • El asesinato.

Bueno, pues le acabo de contar el argumento…

Verónica del Carpio Fiestas

Morimos y siguen cantando los pájaros

Dos citas muy distintas y muy iguales. España, poesía, siglo XX. Japón, año 1000, novela que incluye poemas. El autor es premio Nobel. La segunda autora a quienes nos hemos educado en nuestro canon occidental nos puede resultar desconocida, y, para que entendamos su importancia y la veamos en su justa perspectiva por el sistema de relacionarla con un nivel que nos resulte familiar, se la suele comparar con Cervantes, Shakespeare, Proust y Balzac, y su novela, con «En busca del tiempo perdido», ahí es nada.

«… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará nostáljico…
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.»

De «Corazón en el viento», en «Poemas agrestes», 1910-1911. El autor, Juan Ramón Jiménez.

«Al escuchar el canto de un ruiseñor desde lo alto del ciruelo que fuera el favorito de Murasaki, Genji salió a la galería y recitó:
-Aquí donde la reina de las flores
admiraba las del ciruelo,
sigue cantando el ruiseñor,
ignorante de todo»

De «La novela de Genji», volumen II, «Catástrofe», capítulo 41, después de la muerte de una las esposas de Gengi, Murasaki. La autora, Murasaki Shikibu.

Verónica del Carpio Fiestas

¿Ha leído «Mansfield Park», de Jane Austen?

1. ¿No la ha leído? Pues es una lástima. No pierda un minuto más y corra a leerla. Es una obra extraordinaria que además no presenta dificultades en su lectura y que encontrará gratis en Internet. Y cuando la haya leído, y solo entonces, lea el punto 2 de este post.

Y ahora viene el punto 2 de este post, que solo puede leerse si antes se ha leído «Mansfield Park». Para que no lea inadvertidamente el punto 2 sin haber leído antes la obra, trazo una raya que marque un espacio y así solo leerá el punto 2 deliberadamente.

Trazada la raya que impedirá que usted lea sin querer el punto 2, porque es fundamental que lea la obra sin prejuicios ni sugerencias de interpretación, pasamos al punto 2.

2. Relea «Mansfield Park», o, al menos, recuerde y reinterprete retrospectivamente lo que ha leído, a la luz del párrafo del capítulo 21 que voy a transcribir, que quizá se le haya escapado.

Contexto del párrafo. En Inglaterra hacia 1810, la ¿protagonista? Fanny, tímida, recta, callada, modesta e ingenua jovencita que vive en situación de involuntaria dependencia de la familia de sus acaudalados tíos, dueños de la mansión Mansfield Park, habla con su querido primo Edmund. Edmund es el hijo segundón de la familia, se caracteriza por su criterio moral estricto hasta la ridiculez  (cuando se enamora, no tan estricto)  y está previsto que en breve se ordene sacerdote. El diálogo tiene lugar tras la vuelta inesperada de sir Thomas, el tío de Fanny y padre de Edmund, también de criterio moral muy estricto, el cual ha tenido que pasar uno o dos años en sus posesiones de la isla Antigua, colonia británica en las Indias Occidentales, porque allí habían surgido problemas que exigían su presencia para solucionarlos.

Transcribo la frase de Fanny, la cual intenta justificar que ya no es tan callada y tímida como antes de que el tío emprendiera el viaje, y la contestación de Edmund:

«-Pero si hablo con él [con el tío] más que antes. Estoy segura. ¿No me oíste preguntarle anoche sobre el mercado de esclavos?

-Sí, te oí… y esperé que a esa pregunta siguieran otras. A tu tío le habría gustado que le hubieses hecho más preguntas.«

Y ya está. A la luz del dato de que sir Thomas y su familia obtienen los ingresos que les permiten vivir en la opulencia y sin trabajar de la explotación, tortura y trata de esclavos en un territorio colonial, relea o reinterprete la novela, que va sobre personajes británicos de clase social ociosa, incluyendo algunos que son presentados como de elevados criterios morales, incluso uno que en breve va a ser sacerdote y que defiende con calor el papel de los sacerdotes en la sociedad como modelos e inspiradores de conducta.

A la luz de ese párrafo, reinterprete las repetidas referencias a la isla Antigua, a los problemas allí surgidos, a por qué debía ser necesaria la presencia de sir Thomas para solucionarlos e imagine cómo los solucionaría quien es considerado por su propia familia como persona seca, severa y poco afectuosa. Imagine por qué sería necesario prolongar  su estancia más allá de lo inicialmente previsto y qué haría allí con las esclavas quien había dejado en Inglaterra a su esposa. Imagine también cómo sería la estancia en Antigua del hijo mayor, que viajó con el padre para aprender el manejo de los negocios, e imagine qué aprendería allí y por qué se volvió a Inglaterra antes que el padre. Valore también qué rectitud moral tienen el padre y el hijo segundo, modelos de rectitud, cuando todos viven de la esclavitud, y el hijo segundo además vivirá como sacerdote del dinero procedente de la esclavitud, pues su beneficio eclesiástico se financiará con los ingresos derivados de la trata y explotación de esclavos. E imagine qué sociedad perversa es esa en la que las jóvenes casaderas no podían ni actuar en una representación teatral casera, y no digamos ya si intervenían como actores personas que no fueran del más íntimo círculo familiar y si la obra se refería a relaciones amorosas, por considerarse indecoroso por algunos, pero no era indecoroso vivir de la esclavitud, y valore el dato de que el mismo paterfamilias que muy enfadado y ofendido anula de inmediato el plan de una comedia casera, por indecoroso, es quien ha pasado un par de años manejando esclavos y quién sabe si violando esclavas, y que antes y después del viaje vive de la esclavitud.

Un tema, por cierto, el de la esclavitud tan carente de interés para la familia que ni se menciona más que de pasada en la novela y que suscita tan nula curiosidad que nadie de la familia, salvo Fanny y por pura educación, se molesta en preguntar al padre por ello.

Ni saben ni quieren saber; como las familias de los mafiosos. Y los que saben, lo aceptan como normal. Discuten si el padre se pasa de  estricto prohibiendo una inofensiva representación teatral casera pero ni se les ocurre dedicar ni un segundo de pensamiento ni de conversación a cómo habrá solucionado sir Thomas los problemas en las plantaciones.

Y ahora, dígame si Jane Austen escribía lo que para denigrar se llama «Literatura femenina».

Verónica del Carpio Fiestas

¿El asesino es o no el mayordomo?

Tras haber leído concienzudamente a los clásicos y/o precursores Edgar Allan Poe, Conan Doyle, Gaston Leroux y Wilkie Collins, y a los también clásicos británicos Chesterton, Michael Innes, Agatha Christie y Dorothy Sayers, y los tambien clásicos Carter Dickson, Ross Macdonald, Dashiel Hammet, Chandler, S.S. Van Dime, Ellery Queen o Israel Zangwill y hasta H. Bustos Domecq, creo poder afirmar sin excesivo temor a equivocarme mucho que solo en una novela de la lista de autores hay un asesino que sea el mayordomo; y encima, resulta que era un señor disfrazado de mayordomo, no un mayordomo de verdad, y no digo quién para no destripar el final a quien no lo haya leído. Se trata, naturalmente, de una novela de Agatha Christie, «Tragedia en tres actos». Es verdad que en uno de los cuentos de Sherlock Holmes, «El ritual de Musgrave«, el mayordomo es desleal, pero ni llega a la categoría de delincuente en sentido estricto y encima es él el asesinado; de ahí no puede venir el típico tópico.

Y si ni en las más antiguas/clásicas novelas de misterio, al menos en las más conocidas e incluso remontándonos hasta las de los precursores , el asesino es el mayordomo, de dónde sale entonces el tópico típico? Habrá que buscar más datos.

Así que se impone una búsqueda por internet. Y buscando, buscando, encuentro esto, nada menos que en The Guardian.

«Why do we think the butler did it?

The concept of «the butler did it» is commonly attributed to Mary Roberts Rinehart. Her otherwise forgettable 1930 novel, The Door, is notable for (spoiler alert) the ending, in which the butler actually is the villain. (The actual phrase «the butler did it,» however, never appears in the text.)

While suspicion had fallen on butlers with some regularity in earlier mystery fiction, only one previous author placed the knife (or in this case the pistol) directly in the butler’s hand: «The Strange Case of Mr Challoner» by Herbert Jenkins, published as part of the collection Malcolm Sage: Detective in 1921. It was The Door, however, that locked the cliché into the imagination of the reading public.»

Y más información en

Why Do We Say «The Butler Did It»?

Two of the earliest examples of felonious butlers I can find are Sir Arthur Conan Doyle’s “The Musgrave Ritual” from 1893 and Herbert Jenkins’ “The Strange Case of Mr. Challoner” from 1921. Conan Doyle’s butler isn’t the primary villain of the story, but does attempt to rob his employers and winds up dead for it. Jenkins made his butler the main bad guy and the murderer in the story. As far as I can tell, he was the first to do so, but it was another author, Mary Roberts Rinehart, who made it a detective story trope.

Rinehart was a successful and prolific author and playwright, sometimes regarded as the “American Agatha Christie.” One of her plays, The Bat, focused on a group of people being murdered one by one by the titular costumed killer, a character that helped inspired Bob Kane’s Batman.

<In Rinehart’s 1930 novel The Door, the butler is the murderer, and while the novel is sometimes cited as the first appearance of the phrase “the butler did it,” it doesn’t appear in that book or any of her other works. While The Door was a hit for Rinehart and her sons, who released it through a publishing house they’d just started up, her pinning the crime on the butler has gone down in history as a serious misstep. Just two years earlier, critic and detective novelist SS Van Dine laid down a set of rules for crime and mystery writers in an essay fittingly titled “Twenty Rules for Writing Detective Stories.” Among his advice was, “A servant must not be chosen by the author as the culprit. This is begging a noble question. It is a too easy solution. The culprit must be a decidedly worth-while person—one that wouldn’t ordinarily come under suspicion.”

That The Door was a commercial success while flaunting a hallmark of what some considered lousy mystery writing made it an easy target for jokes. Stories and books like “What, No Butler?” and The Butler Did It soon turned murderous manservants into shorthand for a cheap ending.

Ni Rinehart suena de nada (o, mejor dicho, perdone, personalmente no me suena de nada) ni se trata de autora británica que escriba en un contexto donde los mayordomos pudieran ser habituales; aunque, claro, ya lo sé, también hay mayordomos en Estados Unidos hasta en las novelas de misterio de Ellery Queen e incluso en las de humor de Wodehouse. Y el tal Jenkins tampoco sé quién es. Fantástico. Estupendo. Maravilloso.

Hala, adiós, que me voy corriendo a intentar hacerme con esas novelas. Ahí es nada encontrar de repente dos nuevos novelistas de misterio por lo visto clásicos…

Verónica del Carpio Fiestas

Prisión preventiva en 1836

«La sociedad se ve forzada a defenderse, ni más ni menos que el individuo, cuando se ve acometida; en esta verdad se funda la definición del delito y del crimen; en ella también el derecho que se adjudica la sociedad de declararlos tales y de aplicarles una pena. Pero la sociedad, al reconocer en una acción el delito o el crimen, y al sentirse por ella ofendida, no trata de vengarse, sino de prevenirse; no es tanto su objeto castigar simplemente como  escarmentar; no se propone por fin destruir al criminal, sino el crimen; hacer desaparecer al agresor , sino hacer desaparecer la posibilidad de nuevas agresiones; su objeto no es diezmar la sociedad, dino mejorarla. Y al ejecutar su defensa, ¿qué derecho usa?   El derecho del más fuerte. Apoderada del sospechado, le es fuerza, antes de aplicarle la pena, verificar su agresión, convencerse a sí misma y convencerle a él. Para esto comienza por atentar a la libertad del sospechado, mal grave, pero inevitable; la detención previa es una contribución corporal que todo ciudadano  debe pagar cuando por su desgracia le toque; la sociedad, en cambio, tiene la obligación de aligerarla, de reducirla a los términos de indispensabilidad, porque pasados estos comienza la detención a ser un castigo y, lo que es peor, un castigo injusto y arbitrario, supuesto que no es resultado de un juicio y de una condenación; en el.intervalo que transcurre desde la acusación o sospecha hasta la aseveración del delito, la sociedad tiene, no derecho, pero necesidad de detener al acusado; y supuesto que impone esta contribución corporal por su bien, ella es la que  está obligada a hacer de modo que la cárcel no sea una pena ya para el acusado, inocente o culpable; la cárcel no debe acarrear sufrimiento alguno, ni privación que no sea indispensable, ni mucho menos influir moralmente en la opinión del derenido.»

Esto lo escribió Larra en 1836 (artículo «Los barateros o el desafío y la pena de muerte»), con ocasion de la pena de muerte aplicada a un preso preventivo que había matado a otro en un enfrentamiento en un centro de detención; un centro de detención en condiciones calamitosas consentidas, si no propiciadas, por el Poder. Esa España de 1836 da risa siquiera imaginarla como democrática o como un Estado de Derecho. En 2016, fecha de este post, la prisión preventiva en España que en teoría ha de ser de la minima duración, y así se repite como mantra a ver si repitiéndolo nos lo creemos, puede llegar, y de hecho llega, a dos años, prorrogables por otros dos, o sea hasta a cuatro años. En la época de las telecomunicaciones y los medios tecnológicos, la «contribución corporal» que el Estado nos impone a todos puede llegar a cuatro años de nuestra vida, si por nuestra desgracia nos toca. Y de decir que una prolongada prisión preventiva siendo inocentes no influya moralmente en la opinión que del detenido se tenga, mejor ni hablamos. En 2016, por cierto, hay democracia y Estado de Derecho en España.

Verónica del Carpio Fiestas

De los inconvenientes de no tener destructora de documentos

Saca el narrador a cuento estos caracteres secundarios por un suceso acaecido en la casa de Prim, avanzado ya el mes de Agosto, y que tuvo relación subterránea con la Historia pública. De tiempo atrás, los emigrados que comunicaban a Prim las obscuras tramas revolucionarias, venían notando que algunas noticias transmitidas al Jefe con exquisitas precauciones, eran conocidas en Madrid y en la Secretaría privada de Gobernación. Sagasta y Martínez desde París, Zorrilla desde Bruselas, manifestaron al de Reus la sospecha de que en la casa de Paddington había un geniecillo maléfico que sustraía las cartas… Prim lo negó terminantemente. «Toda carta que recibo -les dijo-, la leo dos veces para enterarme bien y contestarla, y en seguida la rompo». En la segunda quincena de Agosto, las sospechas de los amigos tomaron cuerpo, y una prueba evidente vino a darles plena confirmación. Había recibido Sagasta en París una carta del agente revolucionario en Marsella, señor Cuchet; otra de Arístegui, el agente en Sevilla, y ambas remitió a Prim, el cual, después de contestarlas, las rompió como de costumbre. Pues bien: a los pocos días, las dos cartas con la de Sagasta eran recibidas en nuestro Ministerio de la Gobernación.
Don José Olózaga, que por soplos de un funcionario infiel (en todas partes salen Judas) tenía noticia de este caso inaudito, harto parecido a un lance de comedias de magia, trató de comprobarlo. Lanzándose por torcidos caminos, logró al fin su objeto, y ello fue por mediación de una señora, cuyo nombre se ha perdido en los intersticios de la vida histórica. Por fin, Olózaga tuvo en sus manos las cartas, y con ellas la clarísima prueba de la traición. Bien se veía que en Londres fueron rotas en pedazos, y estos estrujados. Luego una mano aleve había recogido del cesto los trozos de papel, los había estirado, juntándolos cuidadosamente y pegándolos en una hoja en blanco… Olózaga copió los párrafos más significativos, y formando con ellos una rica documentación testifical, la envió a Sagasta para que este hiciera comprender a Prim que tenía la serpiente en su casa. La comunicación de don José Olózaga fue llevada de París a Londres por don Juan Manuel Martínez… En presencia de la terrible verdad, Prim quedó mudo; la lividez verdosa de su rostro daba espanto. Con interjección rotunda, exclamó en voz queda y trágica: «¡El italiano…!».
Seguros de que la labor criminal no tenía interrupción, concertaron el plan máscertero para sorprender al Judas. La hora más propicia estaba próxima. Por Denis supieron que todas las tardes, en cuanto el General salía de paseo, Antoni se encerraba en su cuarto del piso segundo. ¿Qué hacía en sus soledades? Nadie lo sabía… El General y su amigo dispusieron dar el golpe con las precauciones necesarias para un éxito seguro. Salió toda la familia a dar su paseo de costumbre por Hyde Park; acompañábala Juan Manuel. Al cuarto de hora, este y Prim entraron sigilosamente en la casa por el patio trasero… Allí quedó Martínez; el General avanzó hacia el interior, y subiendo la escalera despacio, con pie gatuno, preparose para la sorpresa, que había de ser decisiva y cortante.
En los tiempos de su juventud militar y aventurera, hubo de adquirir Prim una costumbre que conservó hasta su muerte. Usaba un cinturón de cuero, y en la parte posterior de este llevaba bien sujeto y envainado un puñal. Escalones arriba, pisando quedo, sacó el arma… llegó a la puerta del cuarto en que Antoni se encerraba, y no se entretuvo en llamar, ni se cuidó de que la puerta estuviese cerrada con llave o sin ella.
De un puntapié vigoroso, la puerta quedó de par en par abierta. Antoni fue sorprendido en la tarea de pegar los pedacitos de cartas sobre un papel blanco.

Este post tiene una triple autoría.

1. La Historia, porque parece verídica la anécdota.

2. Galdós, en su Episodio Nacional titulado «La de los tristes destinos», y siendo notoria la fidelidad de Galdós a las fuentes históricas para anécdotas históricas, parece probable no solo que se usara el subterfugio de revisar papeleras y unir trocitos de papel de documentos destruidos para así espiar a respetabilísimos revolucionarios españoles refugiados políticos en Londres en el siglo XIX, sino que en el siglo XIX respetabilísimos revolucionarios españoles de una cualquiera de las numerosísimas oleadas de emigración política llevaban puñal como costumbre nada menos que en 1868, y estaban dispuestos a usarlo, y que además en Londres a refugiados políticos españoles les dejaban seguir esa costumbre de llevar puñal nada menos que en 1868.

Ah, por cierto, le dejo con las ganas de saber cómo acabó la cosa. Le adelanto que esto es tan moderno que se usó para contraespionaje. Por cierto, no se comprende cómo no quemaba los trocitos; o de quemar cartas y documentos varios está a la orden del día en la Literatura del siglo XIX.

Y 3. Verónica del Carpio Fiestas, por dos bobadas:

  • por el título del post, con su propaganda implícita de la normativa de protección de datos,
  • y por una duda: si a Galdós, que usa «documentación testifical» en vez de «prueba documental», o bien se le fue la pinza o escribía a ojo, o bien si cuando lo escribó existía esa expresión jurídica, algo que, la verdad, parece poco probable.

Dos cuentos terribles de prostitutas viajeras

De los dos cuentos a los que voy a hacer referencia no sé cuál de los dos es más terrible.

  • «Los desterrados de Poker Flat», de Francis Bret Harte (Estados Unidos, 1836-1902)
  • «Bola de sebo», de Guy de Maupaussant (Francia,1850-1893)

En los dos cuentos hay víctimas de una moral hipócrita. En el primero la moral hipócrita es también asesina; los ciudadanos «virtuosos» que expulsan del pueblo a un grupo de personas «inmorales» en pleno invierno para «limpiar el pueblo» de personas «inmorales» porque toca «moralidad» no pueden desconocer que los destinan a la muerte probable, por mucho que hipócritamente decidan, respecto de uno, expulsarlo del pueblo en vez de ahorcarlo sin más ni más como han hecho con otros.

En cada uno de los dos cuentos aparece un grupo de personas. En el primero, un grupo con mayoría de personas «inmorales» -dos prostitutas, un jugador, un borracho-; en el segundo solo una persona «inmoral». En los dos cuentos se sigue el sistema clásico de juntar personajes heterogéneos escogidos «al azar» y colocarlos  en ambiente cerrado y de viaje peligroso; ya sabe, ese mismo sistema de John Ford en «La diligencia».

En cada uno de los dos cuentos el grupo heterogéneo y aleatorio en viaje peligroso se encuentra  aislado y en peligro por motivos diferentes. En el primer cuento, el grupo está físicamente aislado y sin posibilidad de ayuda en una cabaña rodeada de nieve y sin víveres ni combustible, en un viaje no voluntario -un destierro- en pleno Oeste estadounidense de 1850; el mismo Oeste de las películas de vaqueros, el mismo Oeste de «La diligencia». En el segundo cuento el grupo se aloja en un albergue casual, en mitad de un viaje, en mitad de una guerra, la franco-prusiana de 1870, rodeado de soldados, indefenso y en peligro, si bien quizá sin verdadero riesgo para la vida.

En los dos cuentos hay un sacrificio y en los dos quien se sacrifica es una mujer, una prostituta. En el primer cuento una prostituta de cierta edad, o quizá alcahueta, descrita en un par de pinceladas como degradada, se deja morir de hambre, voluntariamente y a iniciativa propia e incluso sin que nadie dé cuenta, para, con la comida así ahorrada, intentar salvar la vida a una adolescente «inocente» que se unió al grupo «inmoral» por coincidencia y está corriendo la misma horrible suerte. En el segundo, una prostituta más o menos joven y hermosa, de cuando ser muy gruesa resultaba un atractivo, mantiene a su pesar una relación sexual con un militar que tiene en su mano decidir que ella y los demás viajeros -burgueses «decentes»- sigan adelante su viaje, y lo hace, digo, a su pesar, alentada, y poco menos que obligada, por los propios viajeros burgueses «decentes» que la ponen en el compromiso moral de sacrificarse en beneficio del resto; los mismos burgueses «decentes» que vuelven a despreciarla cuando gracias a ese sacrificio han conseguido lo que buscaban.

En el primer cuento mueren todos; en el segundo cuento nadie. En el primer cuento la moral hipócrita aparece al principio y al final y es la causa de la muerte; los «ciudadanos honrados» descubren los cadáveres e hipócritamente deciden enterrar juntas a la otra prostituta y a la adolescente «inocente», que han muerto abrazadas. En el segundo, la moral hipócrita impregna el cuento entero y son los «virtuosos» quienes fuerzan a la mujer a una relación sexual indeseada, y quién sabe si violenta, que exige un militar que abusa de su posición de poder; y esos mismos «ciudadanos virtuosos» la desprecian después como la despreciaban antes de utilizarla para sus propios fines.

En el primer cuento el sacrificio heroico de la mujer es inútil, porque al final mueren todos. En el segundo cuento el sacrificio de la mujer es útil en el sentido de que gracias al sacrificio se consigue lo que se buscaba, reanudar el viaje, pero inútil e incluso perjudicial en el sentido de que no solo no «redime»socialmente a la mujer sacrificada sino que deja a los impulsores y beneficiarios de su sacrificio con la conciencia burguesa bien limpia de no deberle nada a la víctima, despreciable aún más por el propio sacrificio, y de ser ellos los buenos antes, durante y después del sacrificio.

Es interesante comprobar cómo han tratado un tema análogo dos escritores del siglo XIX de países tan distintos -entonces- y que además, aunque fueron aproximadamente contemporáneos, no tenían entre sí más en común personal y literariamente que la elástica etiqueta de «escritor realista». Porque pese a su diferente enfoque y al tratamiento literario tan alejado sí coinciden estos dos cuentos en un punto: la enorme fuerza del resultado. Ninguno de los dos cuentos es posible leerlo con indiferencia, ni olvidarlo.

Verónica del Carpio Fiestas

Los «Diarios mínimos» de Umberto Eco, libros para pedantes al cuadrado 

Habría que hacer una lista con los autores de ensayo falso humorístico pedante. Se me ocurren cinco autores: 

  1. H. Bustos Domecq
  2. Carlo Cipolla
  3. Woody Allen
  4. Umberto Eco.

Si usted cree que me he equivocado al decir que son cinco porque solo nombro a cuatro, le aclaro que no; mire estos nombres en Wikipedia y sabrá a qué me refiero.

Vayamos con Umberto Eco.

Ha leído usted el «Ulises» de Joyce? ¿Libros de Antropología? ¿El «Lolita» de Nabokov? ¿El clásico de literatura italiana «Los novios» de Manzoni? ¿El clásico de literatura italiana infantil «Corazón»? Pues si ha leído todo eso y alguna cosilla más, está usted de enhorabuena y vaya corriendo a hacerse con los dos volúmenes de «Diario mínimo» de Umberto Eco. De Umberto Eco olvídese de sus novelas, bestsellers en el peor sentido de la palabra con la habilidad por el autor  de hacer creer al lector que está leyendo algo parecido a Literatura; olvídese de «Apocalípticos e integrados». Coja los «Diarios mínimos» y empiece a reír. Son pequeños falsos ensayos de unas pocas páginas cada uno, y que ocupan en total dos volúmenes en la recopilación publicada en España. Y cada miniensayo es totalmente independiente; o sea que no hay problema en leer por separado y en desorden lo que apetezca.

No le voy a engañar; algunos son pocos comprensibles por exigir un conocimiento de la literatura y la política italianas que no resulta fácil tener, y hay algunos más dificilillos, pero da igual, sálteselos. Y el resto, si está usted en un nivel de pedantería media, le va a encantar. Umberto Eco se ríe de todo, incluyendo de sí mismo, y por supuesto de los envarados y pedantes textos académicos, y además se inventa pastiches de obras clásicas .Y cuando un sabio poco menos que omnisciente -descubro el Mediterráneo si digo que Eco era un sabio- decide reírse de todo sin duda merece la pena leerlo.

Los «Diarios mínimos» los he leído y releído varias veces y nunca me arrepiento de dedicar tiempo a ello. Quién puede arrepentirse de leer el humor más extraordinariamente pedante, aun siendo consciente de que seguro que se pierde parte de la gracia, porque el nivel intelectual y de conocimiento de Eco sobre los temas que parodia evidentemente sería mas que presuntuoso pensar que puedo tenerlo ni de años luz de lejos.

Pero aun así, de verdad que merece la pena. La descripción del baile en el episodio antropológico es sencillamente fabulosa -me sale la sonrisa solo de acordarme- y la interpretación de «Los novios» siguiendo los criterios interpretativos habituales de Joyce, una parodia inteligentísima. Y genial cómo un arqueólogo del futuro reconstruye la Literatura italiana con unos pocos restos conservados y el pobre no da una: un poema sobre el trabajo le parece un manual de seguridad e higiene, una canción fascista un poema de muy distinto enfoque, un poema de un solo verso la primera parte de una extensa obra que vaya pena que se haya perdido… Y su versión paródica del «Lolita» de Nabokov en la que el violador de mujeres preadolescentes es sustituido por uno que busca sexo con ancianas provectas es sencillamente increíble. Pero para la antología, me quedo con la descripción de la escena del baile en el episodio antropológico…

Cómo echo de menos que alguien escriba un ensayo paródico sobre algún tema de Derecho. Verdad es que algunas cosas que se leen por ahí parecen parodias, pero, claro, cuando no es aposta no es lo mismo…

Verónica del Carpio Fiestas

Custodia compartida en 1897

Si usted cree que lo de la custodia compartida es un invento de ayer, un dato: en 1897 el escritor estadounidense Henry James publicó una novela ambientada en la Inglaterra aristocrática contemporánea (contemporánea suya, claro) sobre una custodia compartida: «Lo que Maisie sabía». En un época en la que un divorcio era el más repugnante pero simultáneamente sabroso escándalo social, como recogen muchos los autores contemporáneos (contemporáneos de Henry James, claro), un matrimonio joven, guapo, más o menos rico y desde luego con ganas de seguir siéndolo, snob, egoísta e irresponsable se divorcia entre el consabido escándalo. Tienen una niña de seis años. Y cuando finalmente llegan a un convenio, un convenio además posterior a la inicial atribución de la tutela a uno de ellos –adivine a cuál-, el convenio consiste en seis meses consecutivos cada uno, en sus respectivos domicilios, y sin régimen de visitas.

Y la aplicación del convenio se describe en dos palabras: un desastre. La niña es al principio una simple pelota de tenis del odio de los excónyuges y al final pasa a ser una pelota vieja que se desecha. Primero sirve para fastidiar al ex mediante el sistema de pelear por su custodia y manipularla para hacer daño al ex y luego para fastidiar al ex más aún insistiendo en que se la quede más allá del turno porque ninguno quiere tenerla. En ningún momento se la cuida emocionalmente -e incluso a veces, como no importa nada, hasta ni físicamente, que ahí la dejan con la institutriz en la casa sin comida-: ni se le proporciona la educación que sería de esperar en ese entorno social ni por supuesto se la trata con cariño más allá de aparatosas apariencias vacías cuando interesa. Incluso se la pone en situación de escoger entre uno y otro (con sus respectivos amantes hasta de pago) y se le hace responsable de la elección. Y la niña puede usarse hasta para, esporádicamente, quedar bien con terceros apareciendo como progenitor amantísimo, joven y atractivo -ya sabe, como esos que se dedican a pasear por el parque con niños propios o ajenos pensando que así podrán ligar más- y finalmente es abandonada del todo en manos de quien se quiera ocupar de ella porque ya hasta para ese paripé de progenitor amantísimo ha dejado de tener utilidad.

Y esto, en Inglaterra en 1897 y con un autor que no dice ni una palabra más alta que otra. ¿Qué le parece?

La novela puede considerarse desde muchos puntos de vista. Por ejemplo, como muestra de penetración psicólogica de personajes; a inventarse personajes que no existen y hacerles actuar de forma que aparezcan muchos detalles del inventado carácter se le llama habitualmente en Literatura «penetración psicólogica».  O como ejemplo de depravación de las clases altas blablabla. O también como ejemplo paradigmático del éxito de esa vía literaria indirecta de representar las cosas a través de un personaje infantil  inocente que con los ojos de la inocencia infantil no es capaz de captar la realidad pero de forma que el lector sí la capte. O como representación del mundo de la infancia o de la pérdida de la inocencia. Incluso se puede hacer un análisis sobre la situación de la mujer en esa época y, en concreto, de la salida profesional como institutriz como prácticamente única posibilidad digna para la supervivencia, en la podríamos llamar muy impropiamente clase media, como alternativa al matrimonio; y digo clase media porque en la clase baja estaba el servicio doméstico a secas, del que el cargo de institutriz era una variante, algo más que criada pero no mucho más. Esto puede ponerse en relación con Thackeray y «La feria de las vanidades» o con tres o cuatro novelistas británicas como Jane Austen, las hermanas Brönte et altri. La institutriz guapa puede casarse y/o encontrarse en una situación en la que su moral peligra. La institutriz de mediana edad o fea es esencialmente ridícula; y que no tenga más que un traje porque que está en la más dura miseria es motivo de desprecio y cachondeo.

Más aún, incluso se podría hacer un análisis desde el interesante punto de vista que proporciona el propio título. Porque en realidad, ¿qué sabía la pobrecita Maisie? ¿Qué podría saber una niña de seis a ocho años en una Inglaterra en la que cualquier atisbo de educación sexual era impensable? ¿Qué podría entender esa niña no querida y en total abandono emocional, que veía los constantes cambios de pareja de su padre y su madre y luego hasta de su madrastra y su padrastro? La verdad, no puedo responder a esas preguntas.Y me gustaría, pero, claro, ya se sabe que Henry James, ese rey de la sutileza literaria y las miradas oblicuas, no es precisamente muy aficionado a dar una respuesta clara.

Pero mi sugerencia de análisis va por otro lado, que al fin y al cabo soy jurista. Vamos a plantear el análisis como un caso práctico de Derecho de Familia. Supongamos que fuera un caso real y que todos los datos que incluye la novela estuvieran acreditados y que hubiera que aplicar la normativa de hoy, incluyendo el principio del interés superior del menor.

¿A quién atribuiría usted la custodia de esa niña? ¿Qué alcance le daría usted a la custodia, compartida en su caso, en esas concretas circunstancias? ¿Revisaría la custodia inicial a la vista de la circunstancia concreta e indiscutible de que la niña no le importa un pimiento a sus padres biológicos, que no están nunca y que cuando están no le hacen ni caso, y de la circunstancia de que no es ya solo cuestión de que contraigan ambos segundas nupcias, y de que sean adúlteros también en esas segundas nupcias, sino de que ambos tienen relaciones adúlteras por dinero, es decir, que la madre y el padre, aficionados a la vida de lujo y muy atractivos ambos, se dedican ya incluso a la prostitución encubierta de vivir con, y de, sucesivas personas ricas? Porque a efectos de custodia de una niña pequeña además emocionalmente desatendida quizá no es exactamente lo mismo que su progenitor viva su libertad sexual como considere oportuno, incluso si ello produce escándalo social, que una vida de sexo de pago encubierto con viajes y ausencias constantes para conseguir sin trabajar un nivel de lujo del que, además, la niña no resulta beneficiada, ¿o sí? ¿Quizá habría que plantearse una custodia excepcional de un tercero in loco parentis, como se insinúa en abstracto en las primeras páginas de la novela y ciertamente constituye la esencia del desarrollo argumental?

Si yo impartiera docencia en la escuela judicial quizá plantearía esta novela de Henry James como un ejercicio de clase. Porque, la verdad, lo que en 1897 le pareció verosímil a Henry James, que aparte de sus cuentos de fantasmas era más bien un escritor realista en los temas, quizá lo sigue siendo hoy. Y quizá sea bueno que futuros jueces  y juezas de Familia empiecen  haciéndose una idea  de lo que vale un peine.

Verónica del Carpio Fiestas

Greguería

Sin duda sabe usted qué es una greguería, en el sentido de Ramón Gómez de la Serna. Si no lo sabe, y no ha leído ningún ejemplo, ya está tardando en buscar en la web para saber qué es y leer unos ejemplos. Como son frases cortas, no se va a aburrir.

Y como la vida imita al arte -ya le digo, para que no se moleste en buscar, que esto de «la vida imita al arte» es una cita de Oscar Wilde, de «La decadencia de la mentira»-, héteme aquí que la vida ofrece greguerías que hasta recogen, sin saber que son greguerías, los periódicos. Como en esta noticia de 2012 en la que se dice que un detenido por pinchar las ruedas de 70 coches ofreció esta explicación:

pinchar ruedas

Pinchar ruedas de coches porque hay poco aire en el mundo. Greguería poética.

O no.

Veronica del Carpio Fiestas

Noticia completa aquí

Lopadotemajoselajogaleokranioleipsanodrimipotrimmatosilfiokarabomelitokatakejimenokijlepikossifofatoperisteralektrionoptekefaliokinklopeleiolagoiosiraiobafetraganopterigón

Esto es una palabra griega, de Aristófanes. Sale en «La asamblea de las mujeres» y, según wikipedia, es la palabra griega más larga conocida. Vaya usted a saber.

En cualquier caso, el lado de

Lopadotemajoselajogaleokranioleipsanodrimipotrimmatosilfiokarabomelitokatakejimenokijlepikossifofatoperisteralektrionoptekefaliokinklopeleiolagoiosiraiobafetraganopterigón

la clásica desde otro punto de vista

supercalifagilísticoespialidoso

queda en nada.

Dice la señora Wikipedia la Omnisciente que «La palabra completa ocupa 6 versos y medio (1169-1175). El término original griego consta de 171 caracteres, lo que casualmente corresponde con el número de caracteres de la transliteración española que se muestra aquí. Es conocida desde hace siglos como la palabra más larga de la literatura, y así lo reconoce el Libro Guinness de los Récords en su edición de 1990.»

En letra griega En letra romana Traducción al español
λοπαδοτεμαχοσελαχογαλεο- lopado-temajo-selajo-galeo- plato-de-rodajas-de-pescado-con-raya-restos-de-
κρανιολειψανοδριμυποτριμματο- kranio-leipsano-drimÿ-potrimmato- cabeza-de-tiburón-pupurri-picante-con-
σιλφιοκαραϐομελιτοκατακεχυμενο- silfio-karabo-melito-kata-kejÿmeno- silfio-cangrejo-de-mar-con-miel-derramada-
κιχλεπικοσσυφοφαττοπεριστερα- kij-lepikos-sÿfofatto-peristera- tordo-sobre-mirlo-de-mar-torcaz-paloma-
λεκτρυονοπτεκεφαλλιοκιγκλο- lektrÿonopte-kefalio-kinklo- cabeza-de-gallo-asada-zampullín-
πελειολαγῳοσιραιοϐαφητραγανο- peleio-lagoio-sirai-obafe-tragano- pichón-liebre-cocida-en-sirah-y-crujientes-
πτερυγών pterÿgón. alas

Al lado de esto, las diez palabras más largas en castellano, si es que en efecto son las más largas, quedan en nada.

Pensaré en una palabra más larga que esa «electroencefalografista» de 23 letras. Seguro que hay alguna en el vocabulario jurídico. Así, a botepronto, me sale «nudopropietario», con quince letras; pilla lejos. Así que este post tiene dos finalidades, y las dos acaban en «puesta»:

  • Una apuesta. ¿Cuál es la palabra jurídica más larga en castellano?  Espero sus doctos comentarios, que no nos vamos a quedar en las quince letras con la fama que tenemos los juristas de usar palabrejas enrevesadas, ¿no?
  • Una propuesta: que no deje usted de leer «La asamblea de las mujeres» de Aristófanes. Porque si cree que lo más interesante de esta excepcional obra es que contiene una palabra que figura en el libro Guiness de los records, tengo la alegría de decirle que no. No le doy pistas, que para qué, si ya se lo puede contar, seguramente, la señora Wikipedia y se evita usted leer la obra…

Verónica del Carpio Fiestas

Una recomendación heterodoxa para leer y ser feliz: el Pequeño Nicolás de Goscinny & Sempé

Me va a permitir una recomendación heterodoxa incluso para alguien que en un blog se permite frecuentes opiniones heterodoxas sobre Literatura. Como esta vez voy a ser tan, tan, tan, heterodoxa no me quedará más remedio que parapetarme primero tras mis credenciales de lectora ortodoxa habitual, y con nivel de pedantería tirando a alto, de Cervantes, Borges, Shakespeare, Joyce, Faulkner, Proust, Mann, Kafka, Sterne, Stendhal, Aristófanes, Nabokov, Dostoyevski, Jane Austen, Voltaire et altri.

Así que desde detrás de mi parapeto literario, y bien protegida por gigantes, le recomiendo que lea los maravillosos cuentecillos del «Pequeño Nicolás» de Goscinny & Sempé. La ternura, la alegría, la ingenuidad, el amor familiar, la ironía amable sobre el mundo adulto con sus rencillas y ridiculeces  a través de los ojos de un niño que no detecta que hay rencillas y ridiculeces, la sonrisa, la risa, la infancia como paraíso, la sutil comprensión del mundo infantil y del mundo adulto,  todo eso nos lo regalan Goscinny y Sempé. Cada cuentecillo ocupa unas pocas páginas; y como afortunadamente hay decenas de cuentecillos siempre encontrará alguno que le devuelva la confianza en la Literatura como fuente de placer. La Literatura además ilustrada, porque esto, ojo, no es solo un texto delicioso sino un texto delicioso con dibujos deliciosos inseparables, y naturalmente hay que leerlo con los dibujos. Qué genios Goscinny y Sempé.

Según la frases hecha algunos de esos cuentos son «pequeñas obras maestras». Me hace mucha gracia. ¿»Pequeñas»?

Por cierto, si quiere leer las aventuras del Pequeño Nicolás como reflejo sociológico caleidoscópico de las décadas 50-60, más o menos, del  siglo XX en Francia, con o sin comparativa con la situación actual en Francia y en otros países, también puede hacerlo; allá usted, que ya son ganas de complicarse la vida con análisis en vez de disfrutar a secas, pero posibilidades hay de sobra.

Ah, y si es usted docente, sencillamente tiene que leer al Pequeño Nicolás; y ya me contará si se identifica con la sufrida maestra.

Y, ya puestos, lea «Lo que Maisie sabía», de Henry James. Va también sobre la vida de los adultos vista con los ojos de la infancia. Lea y compare. Esta obra sí está en la lista de «grandes obras», y su autor, a quien, por cierto, he leído masivamente, figura en la primera fila de todas las listas de los grandes escritores del siglo XX. Qué quiere que le diga; me gusta mucho más cómo se refleja el mundo adulto a través de los ojos infantiles del Pequeño Nicolás que de Maisie. Hala, ya lo he dicho. Uf.

Y una vez dicho esto, que ya no es heterodoxia sino franca herejía,  me protejo la cabeza con las tragedias completas de Esquilo y con el Gorgias de Platón, para que la rociada de bombazos literarios que me va a caer encima resulte siquiera un poco amortiguada.

Verónica del Carpio Fiestas