¿Es la tuberculosis, o tisis, la enfermedad más poética?
Deliberadamente no uso el adjetivo «romántica», cuando quizá también podría usarlo. Y es que es muy cansino tener que explicar que sería en el sentido estricto del término, como perteneciente al Romanticismo con mayúscula como época cultural, no en el extraño sentido que lleva teniendo estas últimas décadas de película blanda de Hollywood sobre amoríos o de cena para dos con velitas. Un sentido, por cierto, que sorprendería a Lord Byron, a Espronceda o a los románticos de la tempestad, la libertad personal y política, la muerte, la Edad Media, el veneno, el pesimismo, la cultura popular, la rebelión,el intimismo, la tristeza o el retorcimiento formal como motivos artísticos y hasta como perspectiva más lo menos vital, si vieran todo eso como equivalente o antecedente del agua con azúcar.
Así que repito. ¿Es la tuberculosis la enfermedad más poética? Y es que es frecuente asociarla a la pérdida paulatina de fuerzas y a la muerte en la buhardilla del poeta pobre y bohemio.
Qué mejor que leer la opinión al respecto una mujer que se dedicó a la Poesía. Una mujer que temió contraer la enfermedad cuando era, como lo ha sido siglos, frecuente y mortal, y cuya obra suele incardinarse dentro del Romanticismo o Post Romanticismo.
«Te confieso que lo mismo me da, y que si en realidad llegase a ponerme tísica, lo único que querría es acabar pronto, porque moriría medio desesperada al verme envuelta en gargajos, y cuanto más durase el negocio, peor. ¿Quién demonio habrá hecho de la tisis una enfermedad poética? La enfermedad más sublime de cuantas han existido (después de hallarse uno a bien con Dios) es una apoplejía fulminante, o un rayo, que hasta impide, si ha herido como buen rayo, que los gusanos se ceben en el cuerpo convertido en verdadera ceniza.»
Rosalía de Castro, cartas a su marido el también escritor Manuel Murguía, enlace aquí.
Verónica del Carpio Fiestas