El reino de los beodos o insuficiencia de las leyes, según Campoamor

Del olvidado y en su día celebérrimo poeta Ramón de Campoamor (1817-1901) es la fábula que a continuación se transcribe. Está en consonancia, por cierto, con aquello de «En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira», que es lo único, prácticamente, que se recuerda de él. Y hablando de recordar, esta fábula me recuerda a esas innumerables leyes que se aprueban sin presupuesto para llevarlas a efecto y esas otras leyes que establecen derechos y obligaciones pero no consecuencias de los incumplimientos, las flatus vocis normativas; porque si la ley es red con alguna malla descompuesta, hay leyes que se aprueban sabiendo el legislador que tienen todas las mallas descompuestas, simplemente para decir que hay una red.

«Insuficiencia de las leyes

El reino de los beodos

   Tuvo un reino una vez tantos beodos,
que se puede decir que lo eran todos,
en el cual por ley justa se previno:
      «- Ninguno, cate el vino.»-
      Con júbilo el más, loco
aplaudiose la ley, por costar poco:
acatarla después, ya es otro paso;
pero en fin, es el caso
que la dieron un sesgo muy distinto,
creyendo que vedaba sólo el tinto,
      y del modo más franco
se achisparon después con vino blanco.
Extrañando que el pueblo no la entienda,
el Senado a la ley pone una enmienda,
y a aquello de: «Ninguno cate el vino»,
añadió «blanco», al parecer, con tino.
Respetando la enmienda el populacho,
volvió con vino tinto a estar borracho,
creyendo por instinto ¡mas qué instinto!
que el privado en tal caso no era el tinto.
      Corrido ya el Senado,
en la segunda enmienda, de contado
      «- Ninguno cate el vino,
sea blanco, sea tinto
», -les previno;
y el pueblo, por salir del nuevo atranco,
con vino tinto entonces mezcló el blanco;
hallando otra evasión de esta manera,
pues ni blanco ni tinto entonces era.
   Tercera vez burlado,
«- No es eso, no señor», dijo el ‘Senado;
«o el pueblo es muy zoquete, o muy ladino:
se prohibe mezclar vino con vino».-
Mas ¡cuánto un pueblo rebelado fragua!
¿Creeréis que luego lo mezcló con agua?
Dejando entonces el Senado el puesto,
de este modo al cesar dio un manifiesto:
«La ley es red, en la que siempre se halla
      descompuesta una malla,
por donde el ruin que en su razón no fía,
se evade suspicaz…
»¡Qué bien decía!
      Y en lo demás colijo
que debiera decir, si no lo dijo:
     «Jamás la ley enfrena
al que a su infamia su malicia iguala:
si se ha de obedecer, la mala es buena;
mas si se ha de eludir, la buena es mala.
»»

Verónica del Carpio Fiestas