El dramaturgo griego Esquilo (ss. VI-V a.C.) escribió en su tragedia «Los siete contra Tebas» un conmovedor planto: el de dos hermanas a sus dos hermanos que se han matado entre sí. Antígona e Ismene lloran a la muerte de Eteocles y Polinices, muertos ambos en el asalto a Tebas, víctimas de la maldición de Edipo, padre incestuoso de los cuatro. Si triste es que mueran en una guerra dos hermanos, estremecedor es que esos dos hermanos hayan muerto en una guerra matándose entre sí. Y estremecedor es el texto.
Oigamos a Antígona y a Ismene, en la sonora, poderosa y poética traducción de Fernando Segundo Brieva («Esquilo, tragedias completas«, Edaf, 1982), que tiene más de cien años; y uso deliberadamente «oigamos» y no «leamos» porque pocos textos como este parece que piden ser leídos en voz alta y a dos voces.
«Antígona
(Dirigiéndose al cuerpo de Polinice.) Tú diste y recibiste la muerte.
Ismene
(Dirigiéndose al de Eteocles.) Tú has muerto matando.
Antígona
A hierro mataste.
Ismene
A hierro moriste.
Antígona
¡Qué miserias has procurado!
Ismene
¡Qué miserias has padecido!
Antígona
¡Salid, gemidos!
Ismene
¡Salid, lágrimas!
Antígona
Mataste, y ahora yaces tendido delante de mis ojos.
Ismene
Caíste envuelto en sangre, y así te ofreces a mí, sangriento y sin vida.
Antígona
¡Ay!
Ismene
¡Ay!
Antígona
El dolor enajena mi mente.
Ismene
Dentro del pecho angústiase el corazón.
Antígona
¡Ah, ah, merecedor de ser llorado para siempre!
Ismene
¡Y tú también, desdichado entre los desdichados!
Antígona
De mano amiga recibiste la muerte.
Ismene
Tú diste muerte al amigo.
Antígona
Doble desastre que referir.
Ismene
Doble desastre que considerar.
Antígona
Doble aflicción, que está aquí, ¡a mí lado!
Ismene
Desgracias de hermanos, desgracias hermanas también, que me hacen vecindad desdichada.
Antígona
¡Horrendo de decir!
Ismene
¡Horrendo de mirar!
Coro
¡Oh Parca, funesta distribuidora de infortunios! ¡Oh veneranda sombra de Edipo, negra Erinia, y cuán formidable eres!
Antígona
¡Ay!
Ismene
¡Ay!
Antígona
¡Qué de horrendos males!…
Ismene
Le ofreció a este su hermano de vuelta del destierro.
Antígona
¡Y después que le mató, no entró en Tebas!
Ismene
Y cuando parecía haberse salvado, perdió la vida.
Antígona
¡Sí, la perdió!
Ismene
¡Y quitó a este la suya!
Antígona
¡Mísera raza!
Ismene
¡Calamidad miserable!
Antígona
Desgracias gemelas dignas de lastimosísimo duelo.
Ismene
Torrente irresistible de males que saltan los unos sobre los otros.
Antígona
¡Horrendo de decir!
Ismene
¡Horrendo de mirar!»
No sería fácil encontrar un texto más conmovedor sobre la muerte entre hermanos, sobre los conflictos fratricidas, la tragedia de quienes mueren y de quienes sobreviven y los lloran.
O sea, sobre la tragedia de las guerras civiles.
Uf.
Verónica del Carpio Fiestas

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