De tiempo y personajes en series literarias

¿Qué edad tienen y mantienen los personajes de esas series literarias que se publican a lo largo de décadas o que abarcan largo tiempo? Hay varias posibilidoades.

Una posibilidad es que el personaje envejezca a la vez que transcurre el tiempo. Es el caso de los personajes de los «Episodios Nacionales» de Benito Pérez Galdós. Si un personaje es descrito como de 20 años en una novela ambientada en 1820, será descrito como de 40 años en una novela ambientada en 1840. Es decir, lo mismo que nos sucede a los humanos.

Pero la literatura permite licencias que no nos permite la vida. Veamos.

Una posibilidad es que el personaje nunca envejezca. Dos casos muy claros:

  • «Tintín», de Hergé. El personaje Tintin es siempre un chico joven y siempre tiene la misma edad, sea en el primer álbum ambientado en la Rusia del final de los años 20 («Tintín y los soviets»), sea con el trasfondo prebélico de la Segunda Guerra Mundial («El cetro de Ottokar»), sea en la Guerra Fría («El asunto Tornasol»), sea en los inicios de la televisión y del acoso de los paparazzi («Las joyas de la Castafiore») y hasta el último álbum publicado, «Tintín y los pícaros», años 60-70. Otro tanto sucede con los demás personajes, tanto los principales (el capitán Haddock, el profesor Tornasol, el perro Milú) como los secundarios habituales (Bianca Castafiore, Hernández y Fernández). Y con secundarios recurrentes: el malo Jorgen Boris tiene el mismo aspecto en los años 30 («El cetro de Ottokar») que 20 años después («Aterrizaje en la luna») y el bueno Tchang es un joven en los años 30, invasión japonesa de China («El loto azul») y lo sigue siendo a finales de los años 50, con ecos de la primera ascensión del Himalaya («Tintín en el Tíbet»); y, naturalmente, el malísimo Rastapopoulos es idéntico a sí mismo en el cambiante mundo que va de «Los cigarros del Faraón» y «El loto azul» de los años 30, a «Stock de coque» en los años 50 y «Vuelo 714 para Sídney», en los últimos 60.
  • «Guillermo Brown», de Richmal Crompton (Inglaterra, 1890-1969). Quien no haya leído a «Guillermo», ya sabe que estoy hablando de una serie maravillosa de libros; encomiar «Tintín» es superfluo, porque está en el canon de lo que no solo es de la llamada «Literatura infantil» o de la «Literatura juvenil», pero en cuanto «Guillermo» el encomio es indispensable, al menos en España; no porque nadie que lo haya leído pueda razonablemente tener una opinión distinta sino porque los editores no han tenido a bien darle la difusión de merece en las últimas décadas y habrá quien ni siquiera sepa que existe y habrá, peor aún, quien crea que son solo libros infantiles en el peor sentido de la palabra. Y dicho esto, volvamos a la cuestión del tiempo. Guillermo tiene once años desde las novelas ambientadas en los años 30 hasta en las que aparecen personajes inspirados en los Beatles; y tiene también once años en la Segunda Guerra Mundial de los espías y en la época de los viajes a la luna. Y los secundarios tampoco envejecen: sus muy convencionales padre y madre siempre son adultos de edad imprecisa y su hermano Roberto y su hermana Ethel siempre tienen esa edad de los amoríos y las estupideces juveniles, aunque en ambos, curiosamente, la edad sí varía un poco, porque el primero unas veces tiene 17 años y otras 21 y la segunda otro tanto. Hay muchas Navidades y muchos veranos y muchas vacaciones de Pascua y muchas fiestas señaladas en los 38 libros de «Just William», y Guillermo y sus amigos Pelirrojo, Enrique y Douglas siempre tienen 11 años; y su enemigo Hubertito Lane y el matrimonio Bott y la niña Violeta Bott tienen siempre la misma edad.

Y la última posibilidad es la de los personajes de García Pavón: que haya dos tiempo que transcurren a distinta velocidad, el de los personajes y de las obras.

El ya casi olvidado escritor español Francisco García Pavón (Tomelloso 1919-Madrid 1989) suele recordarse, en el mejor de los casos, como el autor de la seria de novelas «Plinio» y esas novelas y el personaje suelen recordarse como blandos y carentes de interés literario, como no sea, en todo caso, como descriptivo de un Tomelloso pueblerino y ya extinto, lo cual es un pena, porque hay muchísimo más y ciertamente a veces los temas son durísimos. García Pavón es un escritor extraordinario mucho más que puramente costumbrista, porque es un retrato sociológico fiel de una época no tan lejana y que deberíamos recordar que no es tan lejana, y su manejo del lenguaje es deslumbrante; y no solo porque su prosa en efecto recoja con amor filial las palabras de su tierra, La Mancha, y describa esta de forma inigualable y también sea excepcional su descripción del Madrid tardofranquista, cuando la acción transcurre en todo o en parte en Madrid, como en «Las hermanas coloradas» y «El reinado de Witiza», un Madrid también ya extinto, afortunadamente. Pero, además, su obra contiene una galería de situaciones y personajes excepcionales, incluyendo el planteamiento de inequívoco aroma cervantino y, a la vez, de deliberado estilo de obra policial clásica, de dos protagonistas, el principal y el de apoyo que sirve como eco, Manuel González, conocido como «Plinio» como apodo familiar en una zona en la que todos tiene un apodo familar, como Sherlock Holmes y D. Quijote, y el veterinario D. Lotario, como Watson y Sancho Panza; y, naturalmente, además, el argumento tiene el encanto de la investigación clásica.

Y su sistema es que los personajes no envejezcan en función de la fecha en que están ambientadas las novelas, aunque las tramas, las descripciones, las acciones, vayan variando con los años. Plinio, el jefe de la Policía Municipal de Tomelloso fue antes guardia urbano, allá por el año 1919 (según se dice en el cuento «El carnaval»), y seguía en activo, ya como jefe, a finales de los años 60 y prrmeros de los 70, sintiéndose cada vez más viejo, pero ciertamente no tan viejo como tendría que ser. Otro tanto sucede con D. Lotario, con la mujer de Plinio y con la hija y con el guardia municipal Maleza. La hija, por ejemplo, sigue estando soltera a finales de los años 60 y a primeros de los 70, cuando por fin se casa, pero no como la cincuentona que tendría que ser, sino como, quizá treintañera, es decir, lo que se consideraba una solterona en la época.

El tiempo tiene dos velocidades y en García Pavón los personajes envejecen, pero a menor velocidad que el tiempo.

Podría aquí quizá hacer una interesante comparativa con lo de Einstein y la Teoría de la Relatividad y con aquello de la dilatación del tiempo en viajes espaciales, si supiera de qué estoy hablando, pero, la verdad, pero no he conseguido comprenderlo nunca, y eso de hablar de oídas no es mi estilo. Cedo la idea a quien sepa de Física. De nada.

Verónica del Carpio Fiestas

¿Qué sucede si en vez de envejecer rejuvenecemos? Lo que va de Hawthorne a Howard Hawks

No se me ocurren dos formas más opuestas de responder a la pregunta de qué sucede si en vez de envejecer rejuvenecemos que la del escritor Nathaniel Hawthorne y la del cineasta Howard Hawks, y eso que ambos eran estadounidenses. Nathaniel Hawthorne (Estados Unidos, 1804-1864), nació y vivió en Salem, ciudad que era una anomalía en un país tan nuevo como Estados Unidos; como describe magistralmente Borges en su análisis de la obra de Hawthorne , Salem era una ciudad ya vieja y en decadencia, una aldea puritana -en el sentido histórico del término «puritano»-, la ciudad de la quema de brujas, y esa ciudad de un dios terrible, el del Antiguo Testamento, impregna la obra de este escritor estadounidense, y no solo su conocida novela «La letra escarlata». Howard Hawks (1896-1977), director, guionista y productor de cine tuvo, además de muchísimo más dinero que Hawthorne, algo de lo que Hawthorne careció: capacidad de transmitir alegría de vivir. Veamos lo que va del siniestro Salem al mejor Hollywood.

En el cuento «Dr. Heidegger′s Experiment» (El experimento del doctor Heidegger) Hawthorne plantea una situación: que, tomando un líqudo especial, personas viejas puedan convertirse temporalmente en personas jóvenes; y, claro, como es de esperar en Hawthorne lo que se describe es malsano, grotesco, ridículo, de poso amargo, incluso cuando los personajes bailan. En la «Monkey Business», película dirigida en 1952 por Hawks y que en España se suele conocer como «Me siento rejuvenecer», el tema es exactamente el mismo y también es todo ridículo, pero no malsano ni de poso amargo y da gusto ver bailar a los protagonistas; es de la mejores comedias clásicas americanas y divertidísima. Claro que ahí es nada contar en una comedia tipo «screwball comedy» con los ma-ra-vi-llo-sí-si-mos Cary Grant y Ginger Rogers de protagonistas y con secundarios de superlujo (Charles Coburn y nada menos que Marilyn Monroe, interpretendo en uno de sus primeros unipapeles de rubia tonta y sexy de tacones altos, falda estrecha y cerebro pequeño).

Por si alguien quiere comprobarlo, aquí va un enlace a Dr. Heidegger′s Experiment, en versión bilingüe inglés-español. Me temo que no he encontrado un enlace a la película «Monkey Business» completa, pero aquí está el trailer:

Una pena, por cierto, que se dé más importancia en el trailer a Marilyn Monroe que a Ginger Rogers. Ginger Rogers era una maravillosa bailarina y una actriz magnífica y una gran estrella entonces, y le da cien vueltas aquí a Marilyn Monroe. Eso sí, ambas se ríen de sí mismas.

Ah, en «Monkey Business» efectivamente sale un mono; en el cuento de Hawthorne no.

En lo que sí coinciden «El experimento del doctor Heidegger» y «Monkey Business» es que quienes se vuelven jóvenes se vuelven también idiotas; tan idiotas como cuando eran jóvenes…

Ojo: no hay que confundir la película de «Monkey Business» de Howard Hawks con la del mismo título de los Hermanos Marx; la de los Hermanos Marx se conoce en España como «Pistoleros de agua dulce» y también merece la pena verla y también es una comedia y un caos.

Verónica del Carpio Fiestas