La Prehistoria: una novela telemática e interactiva en 1984

«Un periodista y una grafista son los autores de un invento electro-literario realizado en París, la ‘novela telemática e interactiva’. Telemática por ser transmitida por línea telefónica a una pantalla Minitel, interactiva porque el lector interviene en la historia.

El truco es el siguiente: tras llamar al número del editor, el lector telemático recibe en la pantalla de su ordenador la primera página: ‘Emile Croulebois parecía el más indiferente de los hombres…’. Para pasar a la ‘página’ siguiente hay que pulsar una tecla del ordenador. Pero, antes de la página siguiente, en la pantalla aparece una pregunta: por ejemplo,  ‘¿Quiere usted saber ms detalles sobre la vida de Emile, o bien precisiones sobre su hija Pauline?’

De tecleo en tecleo, la intriga va desarrollándose -motivo central: ¿Quién mató a Emile Croulebois?- con nuevas bifurcaciones. El lector telemático puede ir escogiendo entre saber o no el contenido del bolso de Pauline, los detalles de una conversación con el comisario que lleva la investigación, y otras minucias. Sean cuales sean las variaciones interactivas que se escojan, todos los itinerarios conducen la novela al mismo desenlace.

De hecho, la ‘interactividad’ tiene poco de nuevo. Los autores de folletines por entregas del pasado tenían en cuenta la abundante correspondencia de los lectores que recibían entre entrega y entrega, y a menudo introducían cambios en el relato conforme a las sugerencias de los lectores. Lo que se ha ganado con las maravillas del progreso electrónico, se pierde por otro lado, ya que un folletín se puede leer cómodamente en la cama, mientras que, por ahora, una pantalla de ordenador resulta algo más engorrosa para esos menesteres.»

De la revista Quimera, revista mensual número 38, mayo de 1984, Barcelona.

Por la selección y transcripción,

Verónica del Carpio Fiestas

¿Jeremy Bentham y los españoles?

El filósofo Jeremy Bentham (1748-1832) dirigió varias cartas a los españoles, entendiendo por tales no siempre solo al español destinatario directo de cada carta concreta, sino el pueblo español. Adjunto dos documentos complementarios.

En primer lugar, una de esas cartas, traducida al castellano en 1820, con el prólogo de su entusiasta traductor.  El título con el que se tradujo no tiene desperdicio: nada menos que «Consejos que dirige a las Cortes y al pueblo español Jeremías Bentham«.

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La obrita -no llega a 20 páginas- presenta redacción y enfoques un poco deslavazados,  y por otra parte no resulta nada claro que Bentham conociera exactamente la situación fáctica y jurídica en España sobre la cual opina -sobre la posibilidad de una segunda cámara legislativa que no fuera de elección-, y en realidad sobre lo que más opina, pese al título, es sobre su propio país, que presenta con los tintes más negros. Pero con todo y con eso creo que merece la pena leerlo, porque algunas cosas que dice son muy agudas y perfectamente aplicables a cualquier lugar y situación donde élites no electivas ostenten un poder y se reservan puestos clave:

«¡Españoles! reflexionad en la oposicón decidida e inextinguible que debe reinar entre la reunión de los pocos que mandan y en bien estar de los mucho que obedecen. ¿Qué reforma, qué mejora, puede haber a que no se opongan con buen éxito, y por su propio interés, un cuerpo de hombres elevados en dignidad, y en cuyo nombramiento no tienen parte alguna los que les son inferiors?

Si tiene poderes, se servirán de ellos en aquel sentido; porque ¿para qué se tienen sino para ponerlos en ejercicio? ¿para qué se pide un veto sino para usarlo? Y ved aquí como lo usarán. Irán contra vosotros hasta el punto en que a su modo de entender se unas sus intereses con los vuestros pero, atendida la inmudable naturaleza del hombre, ¿podéis fundar la menor esperanza podéis tener el menor motivo de creer que darán un paso más allá?»

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Enlace al texto aquí, texto en pdf bentham-consejos-al-pueblo-espanol-1820

A mí me ha impresionado. Pero ¿impresionó también a los coetáneos?

La respuesta, quizá, en el segundo documento, de 1894. El jurista Luis Silvela suelta sapos y culebras y tira con bala al analizar la figura y la obra de Bentham y, en concreto, también, sus cartas a los españoles, en el discurso titulado «Bentham: sus trabajos sobre asuntos españoles; expositor de su sistema en España«. Aparte de decir que no influyeron o influyeron poco, describe a Bentham como un metomentodo universal que reparte consejos indeseados, de atrevida ignorancia y ególatra, de mucho estudio y poco fruto, con muchas obras incabadas y otras que son de sus discípulos más que suyas, y todo ello expresado en el educado lenguaje que es de esperar en un discurso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Es tanta animosidad contra el pobre Bentham, fallecido por cierto mucho antes, y tal contraste con el entusiasta traductor de 1820, que hasta surge la duda de si en efecto Bentham, como dice Silvela, influyó tan poco. Ni se le ocurra, por cierto, leer ese anticuado tocho jurídico; basta con que quede aquí por si alguien tiene la curiosidad de echar un vistazo, con sentido crítico. Enlace aquí , pdf discurso-luis-silvela-1894

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Bentham me suscita simpatía. Es especialmente conocido, y criticado, por su «panóptico» pero, ¿no es en realidad Bentham un visionario y un precursor? ¿Internet no viene a ser una mezcla del panóptico de Bentham y el aleph y las bibliotecas infinitas de Jorge Luis Borges?

¿Y cómo no tener simpatía por quien escribió «Una protesta contra las tasas judiciales» y contra quien detectó que el maremágnum legislativo, como el que por cierto tenemos ahora, beneficia al poderoso, y luchó intensamente para evitarlo?

Verónica del Carpio Fiestas

La danza de la espada del caballero andante chino

«Y mandó que trajeran té, tomando en eso la palabra Zhang Brazo de Hierro:

-Vuestro menor es ducho en artes militares, pues conoce las dieciocho de a caballo y las dieciocho de a pie, y no tiene malas manos en el látigo, la maza, el hacha, el martillo, la espada, la lanza, el sable y la alabarda; pero, para su desgracia, arrastra un temperamento que lo lleva a desenvainar la espada para vengar a la víctima apenas topa una injusticia. Gusto batirme con los más fuertes del Imperio, y el dinero, cuando lo tengo, lo doy los pobres. Y así he terminado sin casa, trayéndome mi errar al honorable distrito de v.mds.

-De tal madera son los héroes -exclamó Lu el Cuarto.

-El amigo Zhang ha mencionado las artes militares, y habría de apostillar que no tiene par en la danza de la espada -dijo Quan Wuyong-. ¿Por qué no le piden que haga una demostración?

Muy complacidos, los hermanos ordenaron a los criados traer una espada a Brazo de Hierro, quién la escrutó a la luz del candil, viendo que era de vieja factura y que despedía gran brillo; con que se quitó la almilla, ciñó bien la faja, blandió el arma y salió al patio seguido de los otros. Los hermanos me dijeron de aguardar hasta que estuviesen encendidas las luces, lo que ordenaron a una docena de criados mozos, quienes trajeron cada cual un candelero, prendiendo velas de ambos lados del patio.

Y ya giraba como torbellino la espada de Zhang, de arriba abajo y de un costado a otro, y se movía más veloz con cada nueva postura, hasta fundirse hombre y acero en un solo destello, del que nacían serpientes de plata y donde no se veía figura humana. Y mientras un viento helado ponía a los concurrentes los cabellos de punta, Quang Wuyong- cogió de un anaquel un cacillo de cobre y pidió a un criado lo colmase de agua y salpicara con la mano a Brazo de Hierro; y el criado tal hizo, pero ni una gota llegó a penetrar en el torbellino. De súbito se oyó un grito y el destello se desvaneció, apareciendo en su lugar el volteador, espada en mano, bien erguido y sin señal de sofoco. Grandes fueron los elogios que se granjeó, y con ello siguieron bebiendo hasta el punto del alba, quedando los convidados alojados en la biblioteca».

Esta hermosa y cinematográfica escena de la espada que, en la vacilante iluminación nocturna, gira a toda velocidad en manos de un caballero andante, con tal destellos que ya no se ve siquiera al espadachín y en tal torbellino que genera un viento helado y que no deja pasar el agua, merece que algún director de cine la incluya en alguna película. ¿Podría ser incluso la descripción de una escena de película de acción como «Trigre y dragón» de Ang Lee o «La casa de las dagas voladoras» de Zhang Yimou?

Pero se trata de un fragmento de una extensa novela china del siglo XVIII, considerada una de las grandes obras literarias clásicas de la literatura china y universal. Y puesto que el tono de la novela es realista y satírico, y nada fantasioso, y dedica amplio espacio incluso a la burocracia china, con sus dificilísimos exámenes de acceso para funcionarios y su jerarquía y la ambición de medrar, no podemos por menos de pensar que en efecto en ese siglo que abarca una obra que abarca tantos personajes puede ser realista la escena del espadachín desfacedor de entuertos que es capaz de parar el agua con el giro de su espada. Porque las demás escenas del libro son exóticas a ojos europeos del siglo XXI, por lejanía cultural y temporal, pero, salvo alguna excepción, no irreales ni mágicas.

Me estoy refiriendo a «Los mandarines. Historia del Bosque de los Letrados», de Wu Jingzi, libro de hacia 1750. Está publicado en castellano por Seix Barral en 1991-2007,  en la traducción de Laureano Ramírez Bellerín.

Y visto que probablemente se trata de una escena realista la transcrita, y en ella se ve que es posible parar la lluvia con la espada, ¿será posible también pelear saltando de copa en copa de los árboles y rebotando de paredes a tejados, como en esas películas? ¿O eso ya no?

Verónica del Carpio Fiestas

Canción del bufón

Come away, come away, death,
And in sad cypress let me be laid.
Fly away, fly away, breath;
I am slain by a fair cruel maid.
My shroud of white, stuck all with yew-
O, prepare it!
My part of death, no one so true
Did share it.

Not a flower, not a flower sweet
On my black coffin let there be strown.
Not a friend, not a friend greet
My poor corpse, where my bones shall be thrown.

A thousand thousand sighs to save,
Lay me, O, where
Sad true lover never find my grave
To weep there!

De «Noche de reyes» o «Como gustéis» o «La duodécima noche» (Twelfth Night o What you will, de William Shakespeare), escena IV del acto II. Canta Feste, el bufón.

Traducción (relativamente libre) del Instituto Shakespeare, Ed. Cátedra, 1981:

¡Oh, ven! Ven, muerte, ven…
Que yo te recibo en este cajón de ciprés.

A volar, a volar, dulce aliento…
Que por cruel doncella me lamento…
Mi blanco sudario, cubridlo de mirto, cubridlo de hojas…
Que he de representar yo mismo, mejor que nadie,
El papel de mi propia muerte.

¡No pongáis flores, ni aun de las más tiernas,
Sobre mi ataúd negro!
No venga nadie -ni aun el más amigo-
A despedir mi cuerpo o a enterrar mis huesos.

Que quiero evitar tantos miles de suspiros,
Que quiero esconderme
Para que amante no pueda
Nunca llorar por mí…

Por la selección y transcripción,

Verónica del Carpio Fiestas

Un hombre completamente afeitado

Sería interesante saber a partir de qué momento en las descripciones literarias el pelo en la cara dejó de considerarse un elemento tan indispensable en las caras masculinas cono la nariz y por tanto las descripciones solo incluían la barba, el bigote la mosca o las patillas cuando había, y empezaron a prescindir de la expresión «un hombre completamente afeitado» cuando no había ni barba ni bigote ni mosca ni patillas.

Tenga este detalle en cuenta cuando lea alguna descripción física hasta, por ejemplo, los años 20 o 30 del siglo XX y contraste con las descripciones posteriores o incluso con las que usted haría ahora mismo. En la primera descripción general de cualquier varon, en la misma primera frase descriptiva, y en contexto ni policial ni judicial, en la misma frase en la que se mencionan el color de cabello, la altura, la edad y si es o no gordo, ¿usted añadiría que va completamente afeitado? O mejor vayamos al ejemplo concreto. Supongamos que tiene usted que describir a un compañero de oficina. Si lleva barba, usted dirá que es un cuarentón bajo, gordo, moreno y con barba; y si la barba es especialmente larga incluso usted describirá a ese señor como un barbudo cuarentón, moreno, gordo y bajo. Pero de no tener ni barba ni bigote, ¿usted diría de ese señor que «es un cuarentón completamente afeitado, bajo, gordo y moreno»?

Con esta idea, relea la literatura desde el siglo XIX hasta, aproximadamente, los años 20-30 del siglo XX; especialmente la británica. Se sorprenderá de la cantidad de veces que ya en la primera frase descriptiva aparece «un hombre completamente afeitado».

Verónica del Carpio Fiestas

El sistema que inventó el protagonista de este cuento para evitar la muerte entre torturas

El cuento de Jack London titulado «El burlado» comienza así:

«Estaba sentado en la nieve con los brazos atados a la espalda, esperando la tortura».

Y acaba con un párrafo que contiene la siguiente frase:

«De pronto se levantó una oleada de risotadas.»

¿Qué habrá pasado entre medias? ¿Y como acaba? ¿No siente curiosidad? No se le voy a contar pero sí le digo cuatro cosas: que le va a sorprender, que el protagonista se salva de una muerte entre torturas, que las risotadas responden a algo en efecto cómico para los personajes en ese contexto más que anómalo y que ciertamente el cuento dista de ser cómico…Porque Jack London con frecuencia consigue escribir cuentos bastante desagradables…

Verónica del Carpio Fiestas

Narración desde el punto de vista de un narrador que no se entera de nada

Pensemos en una obra en la que un narrador describiera lo que sucede y el lector pudiera percibir que ese narrador que se cree de buena fe que está describiendo fielmente lo sucedido resulta que no se entera de nada. 

No me estoy refiriendo a que el personaje principal, sea o no narrador, vaya descubriendo paulatinamente una versión de los hechos distinta a la que creía al inicio del libro, como es el caso de «El buen soldado» del novelista inglés Ford Madox Ford, publicada en 1915. Tampoco me refiero a otros casos de narradores no fiables simplemente por ser niños o por padecer problemas mentales. Un ejemplo de un niño, «El Pequeño Nicolás» del francés René Goscinny, quien escribió los cuentos de esa serie en los años 50 del siglo XX; en estos cuentos los hechos son fiables pero la interpretación no. Un ejemplo de narrador con problemas mentales -el «idiota» del Macbeth de Shakespeare-, el Benji de «El ruido y la furia» del estadounidense William Faulkner (1929); ahí ni los hechos son fiables. Ni tampoco a un narrador con voluntad de engañar; un ejemplo clásico, «El asesinato de Roger Acroyd», de Agatha Christie, novela de misterio «escrita por el asesino» (siento destriparle el final), en la que un asesino-narrador describe con toda fidelidad lo sucedido y para desvirtuar la realidad se limita a omitir los cinco minutos del asesinato y poco más. De las técnicas de Henry James ya hablamos otro día. Y de ejemplos de alucinaciones y sueños no pongo ninguno; para qué, si hay tantos. 

Así que no. Me refiero a otra técnica diferente, o si se quiere, a una variante concreta o un matiz de la técnica del narrador no fiable: que un narrador o un personaje adulto y en su sano juicio cuenta o describe o comenta lo que sea en serio y sin intentar engañar, y quienes leemos esa obra captamos que la realidad es muy otra pero sin que el narrador o el personaje sea consciente de su error.

Como mera aficionada a la lectura solo puedo citar tres casos, todos muy distintos, interesantísimos, y de primeros espadas de la Literatura; supongo que los expertos podrán citar muchísimos más. Por orden cronológico va mi lista, que no es una selección personal, sino los tres únicos casos que recuerdo.

  • «El conde de Abraños», de Jose Maria Eça de Queiroz, escritor portugués fallecido en 1900; la novela se publicó póstumamente en 1925. El secretario de un político fallecido escribe unos apuntes biográficos de sobre la vida y obras de su jefe, desde la admiración más rendida. Los datos y las interpretaciones de datos que el biógrafo cree calumnias son a todas luces ciertos y cada detalle de comportamiento presentado como admirable revela al biografiado como un miserable mezquino, hipócrita, trepa y repugnante, tanto que ha dejado morir en la miseria a su propio padre y ha traicionado no solo a su propio partido sino también a sus amigos. La sátira política es dura, pero da mucha risa. Ah, no es descartable que el narrador NO fuera un rendido admirador de su jefe; puede tratarse de un falso ingenuo.
  • «Pálido fuego», de Vladimir Nabokov, escritor ruso que escribió esta novela, o lo que sea, en inglés; se publicó la obra en 1962. La forma, simplificando: un poema con notas y comentarios de un «editor». Y o bien el editor no se entera de nada del poema, puesto que los comentarios no tienen nada que ver con el texto comentado, o bien el editor aprovecha para escribir sobre lo que le interesa. En esta compleja obra de compleja interpretación nada resulta seguro; ni siquiera la locura del «editor». Por cierto, esta obra también, puede ser humorística a ratos.
  • Y, naturalmente, «Las noches de Goliadkin» y todos los demás cuentos de H. Bustos Domecq, o sea de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, en los que aparece Gervasio Montenegro, ese actor imbécil y ególatra que se cree irresistible para las mujeres, gran jugador de cartas y profundo intelectual, cuando es un botarate. Aquí el lector comprende parte de la realidad a través de la historia que cuenta Montenegro, pero no toda, pues es el detective quien, al final de cada cuento explica la realidad completa; es decir, que cada cuento presenta tres planos de «realidad», el que Montenegro percibe y cuenta y otros dos complementarios, el que el lector ve a través de las palabras de Montenegro y el de la realidad del misterio explicada por el detective. Si no ha leído a H. Bustos Domecq, estos concretos divertidos e inteligentísimos cuentos policiales («Seis problemas para don Isidro Parodi», de 1942, y las demás obras del bifronte Bustos Domecq, no sabe lo que se ha perdido.

Se me ocurre un cuarto ejemplo: los «Diarios mínimos» de Umberto Eco, en dos o tres de sus apuntes o capítulos. Por ejemplo, ese ensayo breve ficticio de tipo académico en el que un concienzudo filólogo-arqueólogo del futuro intenta reconstruir la Literatura italiana con las pocas obras conservadas tras una catástrofe y, naturalmente, no da una; muy divertido, dentro de que es muuuuy pedante. Pero no se trata exactamente del mismo caso de los tres ejemplos anteriores, de ceguera voluntaria o por carácter, sino de desconocimiento por el narrador de datos básicos que sí conoce el lector.

Releyendo el post, veo que los cuatro ejemplos elegidos podrían clasificarse como «divertidos». No ha sido deliberado, pero me parece estupendo.

    Verónica del Carpio Fiestas

    Análisis jurídico de «La dama de blanco»

    Wilkie Collins es un escritor británico del siglo XIX, contemporáneo y amigo de Dickens, con quien coescribió alguna obra. La novela más conocida de Willie Collins es la maravillosa «La piedra lunar», extraordinaria novela de misterio, de las precursoras del género, y que además está estructurada de forma interesantísima mediante el sistema de sucesivas narraciones en primera persona de distintos intervinientes en la trama, quienes cuentan lo que han vivido desde su punto de vista en sucesivos fragmentos que abarcan diversos aspectos de la historia y a la vez, inconscientemente, se describen a sí mismos y describen la sociedad de la época. «La dama de blanco» sigue un sistema parecido, con la particularidad de que la mayoría de los que refieren la historia en sucesivas narraciones no saben la solución del misterio cuando narran lo vivido, y además se mezcla una historia tipo folletín con sus malvados y sus espías y sus traidores. En «La dama de blanco» uno de los narradores es el malo, uno de los malos, el malo malísimo maquiavélico y megalómano experto en conspiraciones y venenos, pero con su corazoncito; en «La piedra lunar» no hay ninguna narración del malo por la sencilla razón de que no hay malo, y con esto que le acabo de decir le he destripado el final.

    Todo el mundo parece citar a Borges y su admiración por estas dos novelas. Puesto que citas de segunda mano me parecen lamentables, solo puedo decir que Borges admiraba «La piedra lunar», y ahí está el prólogo a su edición de la novela; y que no dudo que tengan razón quienes dicen que consideraba admirable «La dama de blanco», pero que no encuentro la cita.

    Bien. Ahora hablemos de Derecho. En pocas novelas del XIX de misterio, y de no misterio, el  elemento jurídico está tan presente y es tan relevante. Dos de los personajes secundarios son abogados y aportan sus opiniones jurídicas; uno de ellos, narrador, efectúa una exposición muy clara de la situación jurídica de una compleja herencia. Muy clara es un decir, porque en las traducciones que he manejado se usa el término «usufructo» para lo que en Derecho español sería más bien un fideicomiso; o sea, que estamos ante el problema  de siempre de imposible resolución de cómo traducir términos que definen instituciones jurídicas que no existen en otros Derechos o que son solo remotamente parecidas

    Lista de temas para un análisis jurídico de «La dama de blanco», con especial referencia a cómo habría variado el argumento de haberse aplicado el Derecho español actual:

    • Los fideicomisos.
    • Los mayorazgos, como Derecho histórico.
    • La mayoría de edad.
    • La emancipación por matrimonio. Particularidades en caso de la mujer casada.
    • La tutela de parientes menores de edad. Designación del tutor por los progenitores y los límites a la capacidad de decisión del tutor.
    • Intervención del tutor en las capitulaciones matrimoniales de su tutelado.
    • La responsabilidad del tutor por el ejercicio de la tutela.
    • Deontología del abogado. En caso de tutela, si en la redacción de importantes documentos que afectan a la vida y patrimonio del tutelado debe seguir el abogado las instrucciones de un tutor que a todas luces no actúa responsablemente en beneficio del tutelado.
    • Las capitulaciones matrimoniales. Olvídese, por cierto, de traducciones que emplean la expresión «contrato matrimonial»; en España el contrato matrimonial es otra cosa.
    • El caso concreto de los límites a la libertad de testar convenidos en capitulaciones matrimoniales.
    • La dote, esa antigualla jurídica y sociológica que tanta lata dio a juristas durante siglos, tanto condicionó la vida de tantas personas y tantos argumentos proporcionó a novelistas. Por cierto, la dote sigue existiendo en muchos países; donde la desigualdad entre hombres y mujeres sigue considerándose jurídicamente admisible.
    • Los contratos entre cónyuges y, en concreto, los préstamos. Especial referencia histórica a la contratación en situación de desigualdad jurídica por no existir el principio de igualdad hombre-mujer ni igualdad entre cónyuges.
    • La obligación jurídica de un cónyuge de responder de las deudas del otro.
    • La firma de documentos sin leerlos. Qué debe aconsejar un abogado si se le consulta sobre la conveniencia de firmar documentos sin haber tenido posibilidad de leerlos.
    • La posibilidad de extinción del régimen económico matrimonial de gananciales por abusos en la gestión del patrimonio y por falta de información.
    • La firma como testigos en documentos de personas que no han leído esos documentos y la validez de ese testimonio para acreditar fecha y contenido del documento.
    • Las letras de cambio.
    • La violencia de género de tipo verbal.
    • La detención ilegal del cónyuge.
    • Las injurias y los malos tratos de palabra a parientes políticos.
    • Responsabilidad civil del médico por mala praxis.
    • Intrusismo profesional en la medicina.
    • La separación y el divorcio.
    • La nulidad matrimonial por haberse contraído el matrimonio con engaño sobre circunstancias esenciales del contrayente. Análisis de dos ejemplos: la falsa condición de aristócrata, de hijo legítimo y de rico del contrayente y el matrimonio de mujer embarazada de varón distinto de su marido.
    • El internamiento psiquiátrico involuntario.
    • La relación laboral de los empleados domésticos y las causas de despido. El preaviso.
    • La falsificación documental de certificados de defunción.
    • Responsabilidad civil y penal del médico por emisión de certificados médicos falsos para internamiento psiquiátrico involuntario.
    • El suministro deliberado sustancias tóxicas y psicotrópicas.
    • La falsificación de inscripciones en registros parroquiales equivalentes a registros civiles. El caso concreto del cómplice que desconoce la importancia jurídica y la pena impuesta por este delito.
    • La destrucción voluntaria de registros parroquiales equivalentes a registros civiles.
    • Eficacia probatoria de copias privadas de inscripciones en registros parroquiales equivalentes a registros civiles, con y sin destrucción de los originales.
    • Situación jurídica de hijos extramatrimoniales a efectos de heredar  títulos nobiliarios, y el patrimonio ajeno al título.
    • Ídem respecto de la posibilidad de hipotecar bienes inmuebles.
    • Posibilidad de divorcio de mujer casada víctima de violencia de género y abandonada por cónyuge del que no se tiene más noticias. Situación juridica del hijo concebido por mujer casada en esa situación con otro varón.soltero.
    • Análisis jurídico completo desde el punto de vista penal del cúmulo de delitos conexos por los cuales el cadáver de una persona es hecho pasar por el de otra persona con simulación de la muerte de esta, inhumación bajo nombre falso, intercambio de las personalidades respectivas e internamiento psiquiátrico involuntario de la segunda persona.
    • Medios de prueba para anular certificados falsos de defunción.
    • Las sociedades secretas.
    • El derecho de asilo, el permiso de residencia y el permiso de trabajo de extranjeros.
    • El espionaje.
    • El asesinato.

    Bueno, pues le acabo de contar el argumento…

    Verónica del Carpio Fiestas

    Morimos y siguen cantando los pájaros

    Dos citas muy distintas y muy iguales. España, poesía, siglo XX. Japón, año 1000, novela que incluye poemas. El autor es premio Nobel. La segunda autora a quienes nos hemos educado en nuestro canon occidental nos puede resultar desconocida, y, para que entendamos su importancia y la veamos en su justa perspectiva por el sistema de relacionarla con un nivel que nos resulte familiar, se la suele comparar con Cervantes, Shakespeare, Proust y Balzac, y su novela, con «En busca del tiempo perdido», ahí es nada.

    «… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
    cantando;
    y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
    y con su pozo blanco.
    Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
    y tocarán, como esta tarde están tocando,
    las campanas del campanario.
    Se morirán aquellos que me amaron;
    y el pueblo se hará nuevo cada año;
    y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
    mi espíritu errará nostáljico…
    Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
    verde, sin pozo blanco,
    sin cielo azul y plácido…
    Y se quedarán los pájaros cantando.»

    De «Corazón en el viento», en «Poemas agrestes», 1910-1911. El autor, Juan Ramón Jiménez.

    «Al escuchar el canto de un ruiseñor desde lo alto del ciruelo que fuera el favorito de Murasaki, Genji salió a la galería y recitó:
    -Aquí donde la reina de las flores
    admiraba las del ciruelo,
    sigue cantando el ruiseñor,
    ignorante de todo»

    De «La novela de Genji», volumen II, «Catástrofe», capítulo 41, después de la muerte de una las esposas de Gengi, Murasaki. La autora, Murasaki Shikibu.

    Verónica del Carpio Fiestas

    ¿Ha leído «Mansfield Park», de Jane Austen?

    1. ¿No la ha leído? Pues es una lástima. No pierda un minuto más y corra a leerla. Es una obra extraordinaria que además no presenta dificultades en su lectura y que encontrará gratis en Internet. Y cuando la haya leído, y solo entonces, lea el punto 2 de este post.

    Y ahora viene el punto 2 de este post, que solo puede leerse si antes se ha leído «Mansfield Park». Para que no lea inadvertidamente el punto 2 sin haber leído antes la obra, trazo una raya que marque un espacio y así solo leerá el punto 2 deliberadamente.

    Trazada la raya que impedirá que usted lea sin querer el punto 2, porque es fundamental que lea la obra sin prejuicios ni sugerencias de interpretación, pasamos al punto 2.

    2. Relea «Mansfield Park», o, al menos, recuerde y reinterprete retrospectivamente lo que ha leído, a la luz del párrafo del capítulo 21 que voy a transcribir, que quizá se le haya escapado.

    Contexto del párrafo. En Inglaterra hacia 1810, la ¿protagonista? Fanny, tímida, recta, callada, modesta e ingenua jovencita que vive en situación de involuntaria dependencia de la familia de sus acaudalados tíos, dueños de la mansión Mansfield Park, habla con su querido primo Edmund. Edmund es el hijo segundón de la familia, se caracteriza por su criterio moral estricto hasta la ridiculez  (cuando se enamora, no tan estricto)  y está previsto que en breve se ordene sacerdote. El diálogo tiene lugar tras la vuelta inesperada de sir Thomas, el tío de Fanny y padre de Edmund, también de criterio moral muy estricto, el cual ha tenido que pasar uno o dos años en sus posesiones de la isla Antigua, colonia británica en las Indias Occidentales, porque allí habían surgido problemas que exigían su presencia para solucionarlos.

    Transcribo la frase de Fanny, la cual intenta justificar que ya no es tan callada y tímida como antes de que el tío emprendiera el viaje, y la contestación de Edmund:

    «-Pero si hablo con él [con el tío] más que antes. Estoy segura. ¿No me oíste preguntarle anoche sobre el mercado de esclavos?

    -Sí, te oí… y esperé que a esa pregunta siguieran otras. A tu tío le habría gustado que le hubieses hecho más preguntas.«

    Y ya está. A la luz del dato de que sir Thomas y su familia obtienen los ingresos que les permiten vivir en la opulencia y sin trabajar de la explotación, tortura y trata de esclavos en un territorio colonial, relea o reinterprete la novela, que va sobre personajes británicos de clase social ociosa, incluyendo algunos que son presentados como de elevados criterios morales, incluso uno que en breve va a ser sacerdote y que defiende con calor el papel de los sacerdotes en la sociedad como modelos e inspiradores de conducta.

    A la luz de ese párrafo, reinterprete las repetidas referencias a la isla Antigua, a los problemas allí surgidos, a por qué debía ser necesaria la presencia de sir Thomas para solucionarlos e imagine cómo los solucionaría quien es considerado por su propia familia como persona seca, severa y poco afectuosa. Imagine por qué sería necesario prolongar  su estancia más allá de lo inicialmente previsto y qué haría allí con las esclavas quien había dejado en Inglaterra a su esposa. Imagine también cómo sería la estancia en Antigua del hijo mayor, que viajó con el padre para aprender el manejo de los negocios, e imagine qué aprendería allí y por qué se volvió a Inglaterra antes que el padre. Valore también qué rectitud moral tienen el padre y el hijo segundo, modelos de rectitud, cuando todos viven de la esclavitud, y el hijo segundo además vivirá como sacerdote del dinero procedente de la esclavitud, pues su beneficio eclesiástico se financiará con los ingresos derivados de la trata y explotación de esclavos. E imagine qué sociedad perversa es esa en la que las jóvenes casaderas no podían ni actuar en una representación teatral casera, y no digamos ya si intervenían como actores personas que no fueran del más íntimo círculo familiar y si la obra se refería a relaciones amorosas, por considerarse indecoroso por algunos, pero no era indecoroso vivir de la esclavitud, y valore el dato de que el mismo paterfamilias que muy enfadado y ofendido anula de inmediato el plan de una comedia casera, por indecoroso, es quien ha pasado un par de años manejando esclavos y quién sabe si violando esclavas, y que antes y después del viaje vive de la esclavitud.

    Un tema, por cierto, el de la esclavitud tan carente de interés para la familia que ni se menciona más que de pasada en la novela y que suscita tan nula curiosidad que nadie de la familia, salvo Fanny y por pura educación, se molesta en preguntar al padre por ello.

    Ni saben ni quieren saber; como las familias de los mafiosos. Y los que saben, lo aceptan como normal. Discuten si el padre se pasa de  estricto prohibiendo una inofensiva representación teatral casera pero ni se les ocurre dedicar ni un segundo de pensamiento ni de conversación a cómo habrá solucionado sir Thomas los problemas en las plantaciones.

    Y ahora, dígame si Jane Austen escribía lo que para denigrar se llama «Literatura femenina».

    Verónica del Carpio Fiestas

    Los «Diarios mínimos» de Umberto Eco, libros para pedantes al cuadrado 

    Habría que hacer una lista con los autores de ensayo falso humorístico pedante. Se me ocurren cinco autores: 

    1. H. Bustos Domecq
    2. Carlo Cipolla
    3. Woody Allen
    4. Umberto Eco.

    Si usted cree que me he equivocado al decir que son cinco porque solo nombro a cuatro, le aclaro que no; mire estos nombres en Wikipedia y sabrá a qué me refiero.

    Vayamos con Umberto Eco.

    Ha leído usted el «Ulises» de Joyce? ¿Libros de Antropología? ¿El «Lolita» de Nabokov? ¿El clásico de literatura italiana «Los novios» de Manzoni? ¿El clásico de literatura italiana infantil «Corazón»? Pues si ha leído todo eso y alguna cosilla más, está usted de enhorabuena y vaya corriendo a hacerse con los dos volúmenes de «Diario mínimo» de Umberto Eco. De Umberto Eco olvídese de sus novelas, bestsellers en el peor sentido de la palabra con la habilidad por el autor  de hacer creer al lector que está leyendo algo parecido a Literatura; olvídese de «Apocalípticos e integrados». Coja los «Diarios mínimos» y empiece a reír. Son pequeños falsos ensayos de unas pocas páginas cada uno, y que ocupan en total dos volúmenes en la recopilación publicada en España. Y cada miniensayo es totalmente independiente; o sea que no hay problema en leer por separado y en desorden lo que apetezca.

    No le voy a engañar; algunos son pocos comprensibles por exigir un conocimiento de la literatura y la política italianas que no resulta fácil tener, y hay algunos más dificilillos, pero da igual, sálteselos. Y el resto, si está usted en un nivel de pedantería media, le va a encantar. Umberto Eco se ríe de todo, incluyendo de sí mismo, y por supuesto de los envarados y pedantes textos académicos, y además se inventa pastiches de obras clásicas .Y cuando un sabio poco menos que omnisciente -descubro el Mediterráneo si digo que Eco era un sabio- decide reírse de todo sin duda merece la pena leerlo.

    Los «Diarios mínimos» los he leído y releído varias veces y nunca me arrepiento de dedicar tiempo a ello. Quién puede arrepentirse de leer el humor más extraordinariamente pedante, aun siendo consciente de que seguro que se pierde parte de la gracia, porque el nivel intelectual y de conocimiento de Eco sobre los temas que parodia evidentemente sería mas que presuntuoso pensar que puedo tenerlo ni de años luz de lejos.

    Pero aun así, de verdad que merece la pena. La descripción del baile en el episodio antropológico es sencillamente fabulosa -me sale la sonrisa solo de acordarme- y la interpretación de «Los novios» siguiendo los criterios interpretativos habituales de Joyce, una parodia inteligentísima. Y genial cómo un arqueólogo del futuro reconstruye la Literatura italiana con unos pocos restos conservados y el pobre no da una: un poema sobre el trabajo le parece un manual de seguridad e higiene, una canción fascista un poema de muy distinto enfoque, un poema de un solo verso la primera parte de una extensa obra que vaya pena que se haya perdido… Y su versión paródica del «Lolita» de Nabokov en la que el violador de mujeres preadolescentes es sustituido por uno que busca sexo con ancianas provectas es sencillamente increíble. Pero para la antología, me quedo con la descripción de la escena del baile en el episodio antropológico…

    Cómo echo de menos que alguien escriba un ensayo paródico sobre algún tema de Derecho. Verdad es que algunas cosas que se leen por ahí parecen parodias, pero, claro, cuando no es aposta no es lo mismo…

    Verónica del Carpio Fiestas

    Libro de recomendaciones de Galdós

    En «Mendizábal», uno de los Episodios Nacionales de Pérez Galdós, figura este texto:libro de recomendacionesEn un contexto de designación a dedo de lo que hoy serían funcionarios, al albur de vaivenes políticos e influencias, hacia 1835-1836, Calpena, empleado público, se entera de quién lo ha recomendado para su plaza. Le explican que en el «libro de recomendaciones» donde se apuntan los «padrinos» de cada contratado, consta como «hechura y ahijado del propio Mendizábal», presidente de Gobierno a la sazón.

    «Libro de recomendaciones». Hmmm. Los historiadores del Derecho estarán en condiciones de aclarar si en efecto existía en la Administración española de esa época de forma oficial y generalizada un «libro de recomendaciones»,  o bien si se trata de una licencia de Pérez Galdós y de un dato tan ficticio como el personaje Calpena. Quizá exista bibliografía al respecto; una somera búsqueda por  jurista curiosa no especializada resulta infructuosa y no se localiza ni siquiera mención alguna al dato.

    Hoy no hay libro de recomendaciones. ¿Quizá debería haberlo?

     Verónica del Carpio Fiestas

    Persona por referencia

    WP_20150102_098En la catedral de Burgos hay un sepulcro con la estatua yacente de un hombre joven, cuya cabeza reposa en una almohada de piedra. Su rostro dulce emociona. Y sorprende lo que figura en la inscripción explicativa, si es que se ha entendido bien: no se trata solo fulano de tal, canónigo, sino fulano de tal, canónigo y «sobrino del reverendísimo señor don Alonso de Burgos obispo de Palencia».

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    Una mirada de profano no detecta en sepulcros próximos referencia al parentesco del respectivo difunto con ningún personaje; ni tampoco resulta quizá muy habitual en general mencionar parentescos en los sepulcros excepto en casos de hijos o hermanos de reyes.  Y surge la pregunta: ¿ser sobrino, y de obispo, es dato relevante que describe a una persona hasta en la muerte?

    Verónica del Carpio Fiestas

    La balanza desequilibrada

    balanza

    En la capilla de Santa Ana de la catedral de Burgos, en el hermoso sepulcro del obispo Luis de Acuña, figura este relieve, de Diego de Siloé. Se trata, según parece, de una de las Virtudes, la Justicia. La Justicia sostiene en la mano una balanza desequilibrada, y el desequilibrio no parece mera cuestión de perspectiva. Puede que eso para el escultor tuviera un profundo significado simbólico, propio de la época, el siglo XVI, más allá del ornamental;  cuál sería exactamente, no lo sé. Cuál puede ser a día de hoy, sí.

    Verónica del Carpio Fiestas