«Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!…»
Esto lo dijo Rubén Darío; es su poema «Lo fatal». Y ahora lo que dijo Séneca en su obra «Sobre la felicidad»:
«Aunque las piedras y los animales carecen de temor y de tristeza, nadie los llamó dichosos, faltándoles el conocimiento de la dicha«.
Bueno, pues, a lo mejor nadie había llamado dichosas a las piedras hasta la época de Séneca, pero unos cuantos siglos después un poeta sí las llamó dichosas…
Verónica del Carpio Fiestas