Canción del bufón

Come away, come away, death,
And in sad cypress let me be laid.
Fly away, fly away, breath;
I am slain by a fair cruel maid.
My shroud of white, stuck all with yew-
O, prepare it!
My part of death, no one so true
Did share it.

Not a flower, not a flower sweet
On my black coffin let there be strown.
Not a friend, not a friend greet
My poor corpse, where my bones shall be thrown.

A thousand thousand sighs to save,
Lay me, O, where
Sad true lover never find my grave
To weep there!

De «Noche de reyes» o «Como gustéis» o «La duodécima noche» (Twelfth Night o What you will, de William Shakespeare), escena IV del acto II. Canta Feste, el bufón.

Traducción (relativamente libre) del Instituto Shakespeare, Ed. Cátedra, 1981:

¡Oh, ven! Ven, muerte, ven…
Que yo te recibo en este cajón de ciprés.

A volar, a volar, dulce aliento…
Que por cruel doncella me lamento…
Mi blanco sudario, cubridlo de mirto, cubridlo de hojas…
Que he de representar yo mismo, mejor que nadie,
El papel de mi propia muerte.

¡No pongáis flores, ni aun de las más tiernas,
Sobre mi ataúd negro!
No venga nadie -ni aun el más amigo-
A despedir mi cuerpo o a enterrar mis huesos.

Que quiero evitar tantos miles de suspiros,
Que quiero esconderme
Para que amante no pueda
Nunca llorar por mí…

Por la selección y transcripción,

Verónica del Carpio Fiestas

El juego de salón de los títulos de obras literarias

Un joven e ingenuo irlandés, modesto profesor universitario  de literatura inglesa, va a parar a un karaoke en Japón, a finales de los años 70 o primeros 80 del siglo XX, y allí  encuentra al traductor japonés de un escritor británico conocido del irlandés, y todo ello por motivos muy largos de contar. Tan largos e intrincados que la escena que voy a transcribir figura en la página 367 de la edición española en Anagrama Compactos de «El mundo es un pañuelo», en inglés «Small world», del escritor británico David Lodge, publicada en 1984. Esta novela  pertenece al subgénero de novela universitaria, en concreto al sub-subgénero de novela universitaria de humor, en el que la, digamos, alta cultura o, incluso la pedantería más ininteligible, se mezclan con el humor de forma indisociable.lodge

Transcribo:

«Akira presenta a Persse su círculo de amigos, explicando que todos ello son traductores y que se reúnen una vez al mes en ese bar «para cotillear y contarse sus cuitas». El japonés sonríe con orgullo al lucir estas expresiones ante Persse. Todos los traductores dan sus tarjetas a este, excepto uno, que está dormido o borracho perdido en un rincón. En su mayoría son traductores técnicos o comerciales, pero, al saber que Persse es profesor de literatura inglesa, inician cortésmente una conversación de tema literario. El hombre sentado a la izquierda de Persse, que traduce manuales de mantenimiento para moticicletas Honda, ofrece la información de que vio recientemente una obra de Shakespeare representada por una compañía japonesa y titulado «El extraño caso de la carne y la pechuga».

-No creo conocer esa obra -dice Persse educadamente.

-Quiere decir El Mercader de Venecia -explica Akira.

-¿Así lo llaman en Japón? -pregunta Persse, maravillado.

-Algunas de las traducciones más antiguas de Shakespeare en nuestro país eran bastante libres -se excusa Akira.

-¿Conoce otras buenas?

-¿Buenas? -Akira parece perplejo.

-Curiosas.

-¿Ah! -Akira sonríe de oreja a oreja. Al parecer no se le había ocurrido pensar que «El extraño caso de la carne y la pechuga» resulta divertido. Medita- Hay «Lujuria y sueño del mundo transitorio» -dice-. Se trata de…

-No, no me lo diga, déjeme adivinarlo -le ruega Persse- ¿Antonio y Cleopatra?

Romeo y Julieta -dice Akira. Y Espadas de libertad

-¿Julio César?

-Exacto.

-Sepa -le dice Persse- que hay aquí los ingredientes de un buen juego de salón. Uno podría componer títulos, como «El misterio del pañuelo desaparecido» para Otelo o «Un triste caso de jubilación anticipada» para Lear.»

Pues, nada, ahí queda esa idea de juego de salón, para quien quiera probarlo, que será, seguramente, gente muy aficionada a la lectura.

¿Muy aficionada a la lectura?

¿Mucho?

¿De lectura obsesiva, quizá?

Hmm.

Volvamos atrás en el libro.

Voy a transcribir otro fragmento del mismo libro, puesto en la boca de otro personaje, un profesor de literatura inglesa de altísimo nivel, figura internacional, que está impartiendo en contexto académico. y ante un público de colegas profesores universitarios. una sesuda conferencia en la que compara el análisis literario con el striptease en un garito. El fragmento figura en la página 48.

«El intento de atisbar el mismísimo núcleo de un  texto, de poseer su significado de una vez por todas, es vano; allí solo  nos encontramos a nosotros, no la obra en sí. Dijo Freud que la lectura obsesiva (y yo supongo que, en esta sala, la mayoría debemos ser  contemplados como lectores compulsivos), que la lectura obsesiva, repito, es la expresión desplazada de un deseo de ver los órganos genitales de la madre -en este punto un joven del público se desmayó y fue retirado-«.

Y ahí queda eso también…

Verónica del Carpio Fiestas

¿Es posible que funcione una sociedad sin jefes?

O, con otro posible título, «¿Existe y puede funcionar un organismo social sin jerarquías ni coacciones?«. Todo título condiciona el contenido, y lo predetermina y enfoca para quien lo lea, así que no haga caso del título del post ni del título alternativo y le diría que incluso dude de este otro, «Jefes, cabecillas, abusones«, que figura en la portada de un librito editado en Alianza Cien, obra del prestigioso antropólogo Marvin Harris, y que contiene una de las más interesantes reflexiones sobre el Poder y situaciones análogas que he leído nunca. Decir que se trata de un «librito» porque es de 60 páginas y fácil de leer para legos en Antropología (mi caso) parece que desmerece el alcance del texto. Y aunque la edición del librito no lo menciona -omite también el título original del librito en inglés-, el texto puede encontrarse tal cual como capítulos sucesivos en el libro de 600 páginas «Nuestra especie» (capítulos ¿»Había vida antes de los jefes?» y siguientes), clásico del mismo autor, de 1990; de ahí que no tenga claro que el título se le haya ocurrido a Harris, ni sea el más idóneo… jefes-cabecillas-abusoes-marvin-harris

Pero que el título guste o no, o corresponda o no con el texto, no significa que no sea magistral el librito. Abarca mucho más que lo que he querido limitar en el título del post y en los título alternativos, incluyendo en el que figura en la propia portada del propio librito. Abarca también, por ejemplo, una reflexión sobre los tipos de liderazgo y hasta sobre el origen del Estado, nada menos. Le recomiendo las 60 páginas del librito completo si le interesan las reflexiones sobre la sociedad, el Poder y el origen de las distinciones de clases y del Estado; el libro más extenso del que parece proceder, «Nuestra especie«, por supuesto también recomendable, se encuentra en cualquier biblioteca. En este enlace,  varios capítulos completos del librito en castellano, incluyendo el capítulo 2, al que voy a hacer referencia.

De todos los capítulos del librito, todos merecen ser leídos y releídos en su integridad, y no sobra una coma. El que quizá me parece más interesante, por escoger alguno, es el segundo, que responde a la siguiente pregunta, formulada en el contexto del análisis de diversos tipos de liderazgo -otros tipos los analiza en sucesivos capítulos- que vendría a ser la de los títulos de este post:

«Si en las simples sociedades del nivel de las bandas y aldeas existe algún tipo de liderazgo político, éste es ejercido por individuos llamados cabecillas, que carecen de poder para obligar a otros a obedecer sus órdenes. Pero ¿puede un líder carecer de poder y aun así dirigir?«

La respuesta de Marvin Harris a su propia pregunta la resumo: sí, pero solo si

1) ese «cabecilla» no busca ningún liderazgo, ni en realidad lo desea, sino el bien común

2) ese liderazgo incoercible es personalísimo, no formal ni exclusivo, no se hereda ni es susceptible de cesión ni se ostenta por motivo alguno personal, religioso o social que no sea el propio esfuerzo individual en el bien común, y además se circunscribe a puntos concretos, no es general

3) deriva de, y es a costa exclusivamente de, su propio esfuerzo personal, trabajando y exigiéndose a sí mismo más que nadie y siempre que sea absolutamente cierto que ese esfuerzo es en beneficio del común y jamás en el suyo propio, e incluso yendo en su propio perjuicio

y 4) siempre que todo eso sea no solo cierto,  sino además evidente para cualquiera.

Así que algo parecido a lo que en Derecho clásico se llamaba y se llama auctoritas -autoridad moral- como opuesto a potestas  -poder coercitivo- y como un primum inter pares –términos en latín, por cierto, que no usa Marvin Harris-, pero con diferencias muy sustanciales, pues a diferencia de cualquier otro concepto de poder coercitivo o por prestigio, es personalísimo, no formal, no heredado ni heredable ni derivado de ningún otro motivo social, religioso, cultural económico o de ningún tipo, más allá de la propia autoxigencia y generosidad.

Al titular de esa curiosa auctoritas que se caracteriza por altruismo esencial, carácter personal e intransferible, limitación a punto concretos, temporalidad sometida a continuidad de las concretas circunstancias y doble inexigibilidad -nadie puede imponer a alguien que sea cabecilla ni tampoco el cabecilla puede imponer su autoridad a otros-, además de posibilidad y realidad de coexistencia con otras auctoritas simultáneas y que se basa en el trabajo voluntario infatigable, la persuasión y no el conflicto y el valor moral del ejemplo personal, lo llama Marvin Harris, o, mejor dicho, quien haya traducido, con el poco grato término «cabecilla».

Transcribo el interesante capítulo 2 en el que se analiza la cuestión desde el punto de vista antropológico, comparando y extrayendo conclusiones de casos de pueblos «primitivos»:

«Cómo ser cabecilla.

Cuando un cabecilla da una orden, no dispone de medios físicos certeros para castigar a aquellos que le desobedecen. Por consiguiente, si quiere mantener su puesto, dará pocas órdenes. El poder político genuino depende de su capacidad para expulsar o exterminar cualquier alianza previsible de individuos o grupos insumisos. Entre los esquimales, un grupo seguirá a un cazador destacado y acatará su opinión con respecto a la selección de cazaderos; pero en todos los demás asuntos, la opinión del «líder» no pesará más que la de cualquier otro hombre. De manera similar, entre los !kung cada banda tiene sus «líderes» reconocidos, en su mayoría varones. Estos hombres toman la palabra con mayor frecuencia que los demás y se les escucha con algo más de deferencia, pero no poseen ninguna autoridad explícita y sólo pueden usar su fuerza de persuasión, nunca dar órdenes. Cuando Lee preguntó a los !kung si tenían «cabecillas» en el sentido de jefes poderosos, le respondieron: «Naturalmente que tenemos cabecillas. De hecho, somos todos cabecillas… cada uno es su propio cabecilla».

Ser cabecilla puede resultar una responsabilidad frustrante y tediosa. Los cabecillas de los grupos indios brasileños como los mehicanus del Parque Nacional de Xingu nos traen a la memoria la fervorosa actuación de los jefes de tropa de los boy-scouts durante una acampada de fin de semana. El primero en levantarse por la mañana, el cabecilla intenta despabilar a sus compañeros gritándoles desde la plaza de la aldea. Si hay que hacer algo, es él quien acomete la tarea y trabaja en ella con más ahínco que nadie. Da ejemplo no sólo de trabajador infatigable, sino también de generosidad. A la vuelta de una expedición de pesca o de caza, cede una mayor porción de la captura que cualquier otro, y cuando comercia con otros grupos, pone gran cuidado en no quedarse con lo mejor.

Al anochecer reúne a la gente en el centro de la aldea y les exhorta a ser buenos. Hace llamamiento para que controlen sus apetitos sexuales, se esfuercen en el cultivo de sus huertos y tomen frecuentes baños en el río. Les dice que no duerman durante el día y que no sean rencorosos. Y siempre evitará formular acusaciones contra individuos en concreto.

Robert Dentan describe un modelo de liderazgo parecido entre los semais de Malasia. Pese a los intentos de forasteros re reforzar el poder del líder semai, su cabecilla no dejaba de ser otra cosa que la figura más prestigiosa entre un grupo de iguales. En palabras de Dentan, el cabecilla.
«mantiene la paz mediante la conciliación antes que recurrir a la coerción. Tiene que ser persona respetada (…). De lo contrario, la gente se aparta de él o va dejando de prestarle atención (…) Además, la mayoría de las veces un buen cabecilla evalúa el sentimiento generalizado sobre un asunto y basa en ello sus decisiones, de manera que es más portavoz que formador de la opinión pública».

Así pues, no se hable más de la necesidad innata que siente nuestra especie de formar grupos jerárquicos. El observador que hubiera contemplado la vida humana al poco de arrancar el despegue cultural habría concluido fácilmente que nuestra especie estaba irremediablemente destinada al igualitarismo salvo en las distinciones de sexo y edad. Que un día el mundo iba a verse dividido en aristócratas y plebeyos, amos y esclavos, millonarios y mendigos, le habría parecido algo totalmente contrario a la naturaleza humana a juzgar por el estado de cosas imperantes en las sociedades humanas que por aquel entonces poblaban la Tierra.»

Ahí queda eso.

Verónica del Carpio Fiestas

Una huelga en la Inglaterra de 1855 descrita en 1855 por una escritora inglesa

Lo malo (¿?) de las grandes novelas es que obligan a escoger en qué hemos de centrarnos para resaltar su interés y animar a su lectura y recomendar al autor como un gran escritor. O autora y escritora. Porque Elizabeth Gaskell es una extraordinaria escritora británica que me resulta incomprensible (o no) que se encasille en novela romántica -en el peor sentido del término-, novela femenina -ídem- o novela social -ídem de nuevo-, y que da para mucho hablar. En «Norte y Sur» encontramos muchas cosas de gran Literatura, con mayúsculas, y una cosa sobre las que, con mis limitados conocimientos, no me consta que muchos de alto nivel literario hubieran descrito hasta entonces desde un punto de vista literario, novelando: una huelga.

Aquí, enlace al texto en inglés; está publicado en castellano por la editorial Alba.

En un ficticio Milton de hacia 1855, Manchester o cualquier otra ciudad fabril en expansión de la Revolución Industrial en Gran Bretaña -leo por ahí que se dice que podría ser Preston, donde hubo una huelga de tejedores en 1853-, Elizabeth Gaskell, envuelto todo en un argumento de choque ideológico entre un idílico campo y una dura ciudad industrial que acaban descubriéndose y medio aceptándose recíprocamente, a traves de los ojos de la protagonista, una inteligente joven de clase media que pasa por graves problemas familiares, y con el lógico hilo argumental de amor y matrimonio que no podía soslayarse en un mundo en el que la única expectativa vital de una mujer era el matrimonio, describe extraordinariamente una huelga.

Una huelga en la Revolución industrial inglesa, descrita en un libro de 1855 por una extraordinaria escritora británica.

«Germinal» de Zola, que describe una huelga ambientada hacia 1860, se publicó en 1885. En 1885 Elizabeth Gaskell llevaba ya muerta veinte años  y «Norte y Sur» llevaba treinta años publicada. Treinta años antes de que se publicara «Germinal», una escritora inglesa que había vivido en el Manchester de la Revolución Industrial y sin duda conocía muy bien los conflictos humanos y laborales de una ciudad fabril en plena Revolución Industrial, describió una huelga, con sus líderes sindicales y sus patronos, con su violencia y sus esquiroles, con la miseria, la explotación y las enfermedades profesionales -una joven obrera con los pulmones destrozados por el polvillo de los tejidos- y con personas detrás de los papeles que la vida da a cada cual.

Y me pregunto si hay mucha gente que sabrá que una gran escritora en una novela de 1855 describe todo eso, incluyendo una descripción de una huega, y planteado como reflejo de la realidad contemporánea de primera mano, treinta años antes de publicarse «Germinal». Yo no he podido saberlo hasta que no he leído el libro. No se menciona lo de la huelga ni en el resumen de Wikipedia.

Veónica del Carpio Fiestas

Un banquete romano como los de las películas: el banquete de Trimalción

Esos romanos antiguos borrachos, que en banquetes desenfrenados comen manjares para ellos exquisitos y para nosotros extraños y hasta repugnantes (las ubres de cerda no son bocado delicioso hoy ni el vino suele tomarse con miel y no es ahora habitual que un jabalí guisado contenga tordos vivos que salgan volando al cortarlo en canal) que son servidos por esclavos mientras se toca música;

esos romanos de la disipación y la decadencia;

esos romanos en los que ya se atisba que el fin del Imperio no puede estar muy lejos;

esos romanos de los festines asombrosos e interminables en los que se bebe hasta la borrachera y se come hasta náusea, de la brutalidad y el exhibicionismo desaforado de riqueza en comilonas de derroche;

esos romanos del refinamiento máximo mezclado con la más repugnante grosería y la violencia normalizada;

esos romanos que en tantas películas han aparecido, de un mundo donde la esclavitud es parte normal del sistema social y la tortura y asesinatos de esclavos parte de la realidad y de las bromas,

¿dónde puede usted encontrarlos fácilmente, en una descripción literaria?

En el «Satiricón» de Petronio.

En el Satiricón, ¿novela? mezcla de fragmentos en los que

se describe hasta la violación de una niña de once años por un adolescente como espectáculo y diversión,

y donde la gente se queja de que no son suficientemente feroces los gladiadores a quienes obligan a luchar y matarse entre ellos en el circo, ese matadero de hombres,

[«Una vez nos presentó gladiadores que no valían un sestercio, todos decrépitos. Si los soplabas, se caían. Yo he visto bestiarios mejores. Envió a la muerte a jinetes de candil. ¡Unos verdaderos gallos de gallina! Uno parecía un borrico cargado.. Otro parecía tener piernas de cuero. Un terciario, que parecía sin cojones, tan muerto como el muerto que reemplazaba. El único que tuvo un poco de agallasfue un tracio, a pesar de que se limitó a pelear según como le soplaban. Al final, todos fueron azotados, tanto reclamaba la numerosa concurrencia gritando: «¡Al castigo!». (…)
Fíjate, ahora vamos a tener una fiesta de tres días con magníficos combates de gladiadores. y no con profesionales, sino con libertos en su mayoría. Nuestro amigo Tito ve las cosas en grande y tiene su cabeza que bulle. Sea cual fuere, el espectáculo será un éxito. Yo, que soy de su casa, sé que no hablo de una veleta. Se conseguirán las mejores espadas, se luchará sin cuartel, y el matadero estará en el centro, a la vista de todo el anfiteatro.»]

y donde una prostituta dice que no recuerda haber sido nunca virgen

[¿Acaso tiene menos años de los que tuve yo cuando aguanté a mi primer varón? Que recaiga sobre mí la ira de Juno si me acuerdo haber sido virgen alguna vez.]

y donde un adolescente homosexual es objeto de deseo  y ataques de todo tipo por adultos

y donde un niño es el «favorito» de un adulto y ese mismo adulto recuerda que fue a su vez él el «favorito» de su antiguo amo,

en esa obra literaria clásica hay unos capítulos con una descripción interesantísima de lo que en el imaginario colectivo actual sería un banquete romano, estillo felliniano. Aquí tiene un enlace al texto en castellano, por si quiere leerlo. El banquete de Trimalción.

Trimalción, por cierto, es el nuevo rico riquísimo, antiguo esclavo, que organiza el banquete.

Verónica del Carpio Fiestas

Lapalissiano

Hélas, Monsieur de La Palice

il é mort devant Pavie

Hélas, s’il n’était pas mort

il serait encore en vie

Esa es la versión de Wikipedia. En la versión que puede encontrarse en el capítulo XXXIX de la novela «Hijas y esposas» de Elizabeth Gaskell (1865) y que transcribo literalmente de la edición de Alba, de 2008, y que puede encontrarse en inglés, por ejemplo, aquí, es así:

Monsieur de la Palisse est mort

en pendant sa vie;

un quart d’heure avant sa mort

il était en vie

gaskell

Escribir una leyenda

No sé qué versión de gusta más, si la de que que el tal Monsieur de la Palisse estaría vivo de no haberse muerto o la de que estaba vivo un cuarto de hora antes de morirse.

Verónica del Carpio Fiestas

Schopenhauer y misoginia

Schopenhauer escribe sobre las mujeres y no tiene desperdicio: nos llama pueriles e idiotas, niñas toda la vida, incapaces de razonar, carentes de toda disposición para las artes, mentirosas hasta el punto de que hay que plantearse si merece la pena tomarnos juramento en un juicio, inferiores al hombre en honradez, carentes de todo sentido de la justicia, dice que no hemos dado al mundo nunca ninguna obra valiosa, que no hay más que vernos para darse cuenta de que no somos capaces de trabajo físico e intelectual, que si se nos dan iguales derechos deberían darnos la misma capacidad de razonar que los hombres, que nuestro lugar natural es la subordinación al varón, que nuestro amor por nuestros hijos es menos sincero que el amor del varón por sus hijos, que no deberíamos heredar bienes en igualdad con los hombres, que somos incapaces de administrar, que necesitamos y debemos tener siempre un tutor y un amo, que a mayor influencia de las mujeres más corrupción social y no sé cuántas lindezas más. Aparte, claro, de decir que nuestra única finalidad es la propagación de la especie y ahí acaba nuestra función y que nuestro campo son los cuidados, que para eso estamos preparadas por la naturaleza y para nada más.
Hay que leerlo para creerlo. Aquí enlace al texto de Schopenhauer, en inglés, ya que no lo he encontrado en castellano y alemán no sé.
Schopenhauer, para quien no lo sepa, es uno de los más grandes filósofos del siglo XIX, y de toda la historia; un genio. ¿Qué hemos de pensar de un filósofo que piensa así? ¿Y de una sociedad que piensa que quien era y pensaba así es un gran filósofo? ¿Es anecdótico e irrelevante y no afecta al resto de su extenso pensamiento, ni lo descalifica ni lo condiciona? ¿Da igual que diga que solo el varón es hombre en el sentido estricto, que las mujeres no lo somos? ¿Qué pensaríamos de un autor que escribiera así en un texto si donde pone «mujeres y hombres» dijera «negros y blancos»? «Era un misógino», «era un machista», se dice, y pasemos a otra cosa; como si fuera menos grave que decir «era racista».
Pues piense además que este concepto de la mujer y de su esfera «natural» de los cuidados se ha mantenido como cosa aceptada y consabida durante muchísimos años.
¿Y qué pensaríamos de quienes siguieran considerando, o descubren ahora dándoselas de modernos, que la esfera de la mujer es la misma que decía Schopenhauer, la propagación de la especie y los cuidados, y que esa es su función y su esencia, como si hubiera una esencia femenina y otra masculina? Pues déle una vuelta al tema cuando lea a ciertos políticos de un lado y del otro del arco ideológico, que resulta que piensan lo mismo; los extremos se tocan. Y, eso, sí, ninguno nos llama idiotas; aún careciendo como carecemos las mujeres, por lo visto, de todo sentido de la justicia, eso no tendremos más remedio que reconocerlo y agradecérselo.
Verónica del Carpio Fiestas

La mejor clasificación

«Esas ambigüedades, redundancias y deficiencias recuerdan a las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula «Emporio celestial de conocimientos benévolos». En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas.»

Es un texto de «El idioma analítico de John Wilkins», por Jorge Luis Borges Y me queda siempre la duda de si esa enciclopedia china existiría. Ya, ya sé que se dice que es ficticia, y quienes sepan ya nos lo explicarán sesudamente los motivos. Aunque cómo no va a quedar la duda, si Wikipedia nos enseña que el tal Franz Kuhn no es ficticio, sí existió, y cada vez que he comprobado datos al leer a Borges no he dado con más casos que este en que textos ficticios fueran atribuidos por Borges a personajes reales. Sería genial que la cita fuera de verdad y en efecto existiera una enciclopedia así, con un autor con esa forma de entender el mundo ¿no?

Y meramente por la selección del texto y la intención al seleccionarlo, que quizá tenga que ver con política española, o quizá no, quién sabe, o desde luego por mí no lo va a saber,

Verónica del Carpio Fiestas