
Es difícil señalar cuál es el mejor álbum de Tintín, pero, puestos a escoger, escojo este. Hasta qué punto es una obra maestra El cetro de Ottokar lo demuestra que no aparecen aún los personajes del capitán Haddock y Silvestre Tornasol, y no se les echa de menos.
En Syldavia pequeño país imaginario ubicado en una zona balcánica, se desarrolla una trepidante aventura, en la que hay desde la caída de avión, resultando incólume Tintín (y también Milú), hasta lanzarse cuesta abajo en un monte, resultando, oh sorpresa, incólume Tintin (y también Milú). Lo de las Syldavias y Ruritanias y análogos países más o menos balcánicos de opereta inventados es consabido recurso técnico literario y cinematográfico muy habitual en esa época y anteriores, incluyendo a Agatha Christie -Herzoslovakia, en la poco conocida novela de misterio, y deliciosa, El secreto de Chimneys– y los Hermanos Marx -Freedonia, en la maravillosa, inolvidable, Sopa de Ganso-, y aquí se emplea en el ámbito del cómic.
En un trasfondo de intrigas palaciegas, luchas de poder y ascenso de los totalitarismos de los años 30 del siglo XX, con un guion en el que ni sobra ni falta nada y lleno de sentido del humor y con unas ilustraciones de antología de las llamadas «de línea clara» -verdaderamente imprescindible y fascinante el folleto turístico de Syldavia, que lee Tintín, y en el que Hervé se inventa un país completo, incluyendo Geografía, Historia e iconografía-, Tintín ha de localizar y a toda prisa el cetro robado, con los inefables Hernández y Fernández por allí haciendo el tonto, y la Castafiore en su primera y gloriosa aparición.
Y de todo lo que allí sucede, y de lo que sucede en el prólogo situado, probablemente en Bruselas cuando Tintín conoce al sabio experto en sigilografía profesor Halambique, del que se hace secretario, hay unos cuanto detalles que llaman la atención.
Primer detalle. Los hermanos gemelos.
Hay dos hermanos gemelos, los dos hermanos Halambique, uno bueno y otro malo; el bueno es raptado y lo sustituye el malo, que forma parte de la conspiración para robar el cetro, símbolo del poder del rey.
He aquí uno foto del final del álbum, cuando se descubre que hay dos gemelos, uno bueno y uno malo.
Dos gemelos físicamente idénticos, salvo en el ceño y las gafas. Uno fuma, y mucho. El otro nunca fuma.
Y el que fuma es el bueno.
En películas actuales de cualquier tema, el que fuma es EL MALO, como es bien sabido.
El cambio de mentalidad desde 1939 cuando se publicó el álbum es notable.
Por cierto que lo de los hermanos gemelos es un clásico que los tintinólogos sabrán si es creación original de Hervé, o se inspiró en otros. Que se ha usado profusamente después, es obvio. A la cabeza viene la película El premio, protagonizada por Paul Newman décadas más tarde, en 1963, y con Edward G. Robinson interpretando a los dos hermanos, uno bueno, científico premio Nóbel, y otro malo.
Segundo detalle. Los policías asesinos.
La conjura para robar el cetro y provocar la abdicación del rey, y dar un pretexto para una invasión por el dictatorial país vecino, Borduria, se extiende a todos los sectores, incluyendo la policía. Hay un episodio muy significativo, pero no de que un alto cargo policial syldavo esté conjurado, y dispuesto a matar, sino de que policías syldavos no conjurados, policías honrados, policías normales y corrientes que CREEN que lo que le propone el jefe es en beneficio del rey y del Estado, estén TAMBIÉN dispuestos a matar, como la cosa más natural del mundo y sin discutirlo.
Veamos el diálogo.
-«Vais a conducir al muchacho a Klow. ¡Pero mucho cuidado! Es un tipo peligroso que ha logrado enterarse de secretos de Estado. Los superiores me han insinuado que sería mejor que no llegara a la capital… Vais a hacer lo siguiente. Tú, conductor, simularás un accidente. Los otros se apearán para ayudarle, mientras finges examinar el motor… En ese instante, el chico tratará de escapar y… ¿Habéis comprendido?
-¡Bien, mi comandante! Pero, ¿y si el muchacho no quiere huir?
-Pierde cuidado. Estoy seguro de que lo intentará.»
El comandante dice a los policías que asesinen disimuladamente, porque así viene las órdenes «de arriba», y ellos no pone objeción ni se extrañan. La única pega es la práctica: cómo conseguir que Tintín intente huir y matarlo en aplicación de la clásica ley de fugas. Aquí la obediencia debida abarca al asesinato, y es pura anécdota que resultara que el jefe engañara a sus subordinados y en realidad NO defendiera al rey y al Estado syldavo, sino que pretendiera derrocarlo y ayudar a la invasión por el país vecino.
Estos policías asesinos son los policías BUENOS del país BUENO. Porque si el comandante está corrupto y vendido, los policías son buenos servidores públicos, personajes sin mayor importancia que se limitan a cumplir órdenes de asesinar, en defensa del Estado y de su rey.
Eso puede parecer de cómic, pero la experiencia jurídica demuestra que estas cosas suceden, y no hace falta señalar casos concretos.
Y, claro, esto nos lleva al punto tercero. Detalle tercero. Syldavia no es un Estado de Derecho, ni de lejos.
Syldavia es el país BUENO, no el MALO de esta historia y las demás en las que aparece. El malo es Burduria, que en posteriores albumes se amplía en su descripción como un país totalitario, con un jefe con bigotes curiosos -obvia referencia al nazismo- y aspecto general de país de la órbita de la Unión Soviética, estilo de la llamada Alemania Democrática, que de democrática tenía el nombre como burla sangrante.
Así que Syldavia es el país BUENO. Pero un país bueno donde los policías ven normal que la obediencia debida incluya asesinar a quien creen enemigo del Estado, porque así se lo diga el jefe, y donde, en posteriores álbumes, por ejemplo, se secuestra a un pacífico ciudadano, en pugna con el país MALO que pretende lo mismo, para obligarle a entregar la fórmula de destructoras armas militares. En la idílica y pintoresca Syldavia del primer álbum ya se insinúa esto que es desarrollado posteriormente, con la mentalidad de los años 30 en vez de con la de la Guerra Fría de álbumes posteriores.
Y es que Syldavia TAMPOCO es una democracia. Es una monarquía no constitucional, en la que el rey Muskar XII ostenta el poder efectivo, y manda, además de reinar, y no la auctoritas de un monarca constitucional moderno. En los años 30 cuando se escribió el álbum, y en la que está ambientado, ya había países con monarquías constitucionales y democracias donde los policías no asesinaban sin más a sospechosos de ir en contra del Poder. En esas circunstancias, es curiosa la buena prensa que parece tener Syldavia.
Y una vez hechas las observaciones jurídicas que son de temer en el blog de una jurista, un par de observaciones.
Una, en general. ¿Por qué Silvestre Tornasol se llama a veces Silvestre Mariposa en los álbumes de Tintín? Misterio insondable de la traducción al castellano. Reconcome la curiosidad.
Otra, en concreto, respecto de El cetro de Ottokar: el evidente parecido entre el rey Muskar XII y el rey español Alfonso XIII, detalle que, al igual que el punto anterior quién sabe si han detectado y aclarado los tintinólogos, pero que no figura en los libros de tintinología que he manejado. Es notorio de Hervé se documentaba exhaustivamente y reproducía, en dibujos, fotos originales en sus álbumes, a veces con fidelidad total, otras inspirándose. Obsérvese el parecido con el cuadro de Alfonso XIII pintado por Philip de László.
Claro que difícil sería que dos reyes de la misma época, ambos vestidos con uniforme más o menos de húsar, no se parecieran, ¿no?
Pero olvídese de estas observaciones insignificantes y corra a leer el álbum.
Verónica del Carpio Fiestas
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