«Miré los muros de la patria mía», de Francisco de Quevedo

«Miré los muros de la patria mía», de Francisco de Quevedo

[Audio en Clipchamp https://clipchamp.com/watch/B6pN0PDe57p . Duración: 00:45]

«Miré los muros de la patria mía», de Francisco de Quevedo

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salime al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

[Lectura por Verónica del Carpio. 2023]

¿Es lo mismo llorar que llover? «Llueve sobre mi corazón», de Verlaine (¿O es más bien «Llora sobre mi corazón», de Verlaine?)

Il pleure dans mon cœur… Paul Verlaine

«Il pleure dans mon cœur
Comme il pleut sur la ville;
Quelle est cette langueur
Qui pénètre mon cœur?

Ô bruit doux de la pluie
Par terre et sur les toits!
Pour un cœur qui s’ennuie,
Ô le chant de la pluie!

Il pleure sans raison
Dans ce cœur qui s’écœure.
Quoi ! nulle trahison?…
Ce deuil est sans raison.

C’est bien la pire peine
De ne savoir pourquoi
Sans amour et sans haine
Mon cœur a tant de peine!»

Solicito a la inteligencia artificial Perplexity IA que traduzca al castellano de este poema de Verlaine. La respuesta de Perplexity es esta:

«Il pleure dans mon cœur es un poema de Paul Verlaine. A continuación se presenta su traducción al español:

Llora en mi corazón
Como llueve en la ciudad;
¿Qué es esta languidez
Que penetra mi corazón? Oh dulce ruido de la lluvia
En la tierra y en los tejados!
Para un corazón que se aburre,
¡Oh el canto de la lluvia! Llora sin razón
En este corazón que se empalaga.
¿Qué! ¿Ninguna traición?…
Este duelo es sin razón. Es bien la peor pena
No saber por qué
Sin amor y sin odio
Mi corazón tiene tanto dolor.»

Pregunto a Perplexity si el primer verso puede traducirse también como «llueve sobre mi corazón» y me contesta lo siguiente:

«Sí, es posible traducir «Il pleure dans mon cœur» como «llueve sobre mi corazón». Ambas traducciones son válidas y transmiten la misma idea poética de tristeza y melancolía. Esta traducción se encuentra en algunos sitios web de poesía y literatura, como se puede ver en los resultados de búsqueda [que amablemente me enlaza] 1 2 3 4 5 . Sin embargo, es importante tener en cuenta que la traducción literal del verso es «Llora en mi corazón», por lo que la elección de la traducción dependerá del contexto y la interpretación del traductor.»

Hago lo mismo con otra inteligencia artificial, ChatGPT. Respuesta:

«Llora en mi corazón… Paul Verlaine

Llora en mi corazón
Como llueve sobre la ciudad;
¿Qué es esta languidez
Que penetra en mi corazón?
Oh, dulce sonido de la lluvia
En el suelo y en los tejados!
Para un corazón que se aburre,
¡Oh, el canto de la lluvia!
Llora sin razón
En este corazón que se angustia.
¿Qué? ¿Ninguna traición?…
Este duelo es sin razón.
Es realmente el peor dolor
No saber por qué
Sin amor y sin odio
Mi corazón tiene tanto dolor!»»

Y a mi pregunta de si el primer verso puede traducirse también como «llueve sobre mi corazón», la respuesta, que no incluye enlaces ni fuentes, es la siguiente:

«La frase «Il pleure dans mon cœur» de Paul Verlaine es una metáfora poética que no se traduce de manera literal como «llueve sobre mi corazón». Una traducción más precisa y fiel al significado original sería «Llora en mi corazón» o «Llora dentro de mi corazón», ya que la poesía a menudo se basa en la interpretación de las palabras y las emociones evocadas, más que en una traducción literal. La imagen de lágrimas en el corazón se utiliza para transmitir una sensación de tristeza o melancolía profunda en el poema.»

Y ahora pruebo a pedir la traducción a la inteligencia artificial Bard. Y la respuesta, que incluye un único enlace a una extraña página en la que se traduce el poema a una lista de idiomas, japonés y checo incluido, es esta:

«Llora en mi corazón Paul Verlaine

Llora en mi corazón
Como llueve sobre la ciudad;
¿Qué languidez es esta
Que penetra mi corazón?
Oh, suave sonido de la lluvia
Por tierra y sobre los tejados!
Para un corazón que se aburre,
¡Oh, el canto de la lluvia!
Llora sin razón
En este corazón que se descorazona.
¿Nada de traición?…
Este luto es sin razón.
La peor pena es
No saber por qué
Sin amor y sin odio
¡Mi corazón tiene tanta pena!

La traducción es literal, manteniendo la estructura del poema original. El poema es una expresión de tristeza y nostalgia, y la traducción transmite bien estos sentimientos.

Aquí hay una explicación de algunos de los términos y expresiones usados en el poema:

"Il pleure dans mon cœur": "Llora en mi corazón".
"Comme il pleut sur la ville": "Como llueve sobre la ciudad". Esta comparación establece un paralelismo entre la tristeza del poeta y la lluvia que cae sobre la ciudad.
"Quelle est cette langueur": "¿Qué languidez es esta?". La languidez es una sensación de tristeza y melancolía.
"Qui pénètre mon cœur": "Que penetra mi corazón". La tristeza del poeta penetra profundamente en su corazón.
"Ô bruit doux de la pluie": "Oh, suave sonido de la lluvia". El sonido de la lluvia es un consuelo para el poeta en su tristeza.
"Pour un cœur qui s’ennuie": "Para un corazón que se aburre". El poeta se siente desanimado y aburrido.
"Il pleure sans raison": "Llora sin razón". La tristeza del poeta no tiene una causa específica.
"Ce deuil est sans raison": "Este luto es sin razón". La tristeza del poeta es como un luto, pero no tiene una razón para existir.
"C’est bien la pire peine": "La peor pena es". La mayor pena para el poeta es no saber por qué está tan triste.
"Sans amour et sans haine": "Sin amor y sin odio". La tristeza del poeta no es causada por amor o odio.

Espero que esta traducción te sea útil.»

Y a mi pregunta sobre la posible traducción alternativa del primer verso, esta es la respuesta de Bard:

«Sí, el primer verso puede traducirse también como «llueve sobre mi corazón». La traducción literal es «Il pleure dans mon cœur», que significa «Llora en mi corazón». Sin embargo, la traducción «llueve sobre mi corazón» es más poética y expresiva. Crea una imagen vívida de la tristeza del poeta, que es como una lluvia que cae sobre su corazón.

La traducción literal es más precisa, pero la traducción poética es más efectiva para transmitir los sentimientos del poema. En última instancia, la mejor traducción es la que mejor transmite el significado y la belleza del poema al lector.»

Comparativa (en el entendido de que las tres versiones de IA que se han manejado son de fecha septiembre 2023 y las tres gratuitas)

-Tanto Perplexity como Chatgpt como Bard pueden traducir razonablemente, lo cual nunca ha ofrecido duda

-Ninguna de las IA ha aplicado de oficio la posible traducción poética «llueve sobre mi corazón» ni ha presentado de oficio posibles traducciones alternativas

-Perplexity ha aportado fuentes; las demás IA no, salvo que el enlace a una página que traduce el poema a una larga lista de idiomas sea una fuente.

-Bard ha especificado que la traducción es literal y, sin solicitarle información complementaria sobre la interpretación del poema, la ha aportado por iniciativa propia

-Respecto de la traducción alternativa, la explicación más completa y mejor redactada ha sido la de Bard

-El tono de las respuestas es neutro en el caso de Perplexity y ChatGPT y más, digamos, amable, en el caso de Bard.

Conclusiones: dos

  • Traduttore, tradittore.
  • A Chat GPT le falta un hervor en estos momentos en comparación con Perplexity y Bard; cuanto menos, en el caso concreto de la traducción de un poema de Verlaine del francés al castellano y en cuanto a su propia vocación docente; hace lo que le dicen y punto. O, según se mire, no le falta ningún herver si lo que busca el usuario es ir a tiro hecho.

O sea.

Verónica del Carpio Fiestas

Tomando la luna

Tomando la luna a media noche, según Valle-Inclán

«-¿A quién aguarda?

-A nadie… Salíme un momento hace, por tomar la luna.»

Jardín umbrío. Historias de santos: de almas en pena: de duendes y ladrones

Ramón del Valle-Inclán. «A media noche». OPERA OMNIA. VOL XII. 1920

[escritor español, 1866-1936]

Tomando la luna para ponerse pálida, según Mina


Ser distinta y tomar la luna como los gatos y ponerse blanca como la leche bajo la luna llena, en vez de hacer como todas, que toman el sol para ponerse morena

Tintarella di luna, por Mina [cantante, Italia, 1940-]. Canción de 1959

«Abbronzate, tutte chiazze, pelli rosse un pò paonazze, son le ragazze che prendono il sol, ma ce n’é una che prende la luna.
Tintarella di luna, tintarella color latte tutta notte sopra il tetto sopra al tetto come i gatti e se c’é la luna piena tu diventi candida.
Tintarella di luna, tintarella color latte che fa bianca la tua pelle ti fa bella tra le belle e se c’é la luna piena tu diventi candida.
Tin tin tin raggi di luna tin tin tin baciano te al mondo nessuna é candida come te.
Tintarella di luna, tintarella color latte tutta notte sopra il tetto sopra al tetto come i gatti e se c’é la luna piena tu diventi candida.
Tin tin tin raggi di luna tin tin tin baciano te al mondo nessuna é candida come te.
Tintarella di luna, tintarella color latte tutta notte sopra il tetto sopra al tetto come i gatti e se c’é la luna piena tu diventi candida.
E se c’é la luna piena tu diventi candida.
E se c’é la luna piena tu diventi candida, candida, candida!»

Moreno de verde luna, según Lorca


Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla (Romancero Gitano, 1928).

Muerte de Antoñito el Camborio (Romancero Gitano, 1928)

Federico García-Lorca (España, 1898-1936). Romancero Gitano.

«Antonio Torres Heredia,

hijo y nieto de Camborios,

con una vara de mimbre

va a Sevilla a ver los toros.

Moreno de verde luna

anda despacio y garboso.»

Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla (Romancero Gitano)

«Antonio Torres Heredia.

Camborio de dura crin,

moreno de verde luna,

voz de clavel varonil:

¿Quién te ha quitado la vida

cerca del Guadalquivir?»

Muerte de Antoñito el Camborio (Romancero Gitano)

Verónica del Carpio Fiestas

Amor y sexo en el Romancero: el Romance del conde Claros

A continuación transcribo los primeros versos del Romance del Conde Claros; el texto completo puede leerse aquí. Y el poema puede también ser cantado; el músico Francisco de Salinas le puso música en 1577. Una versión cantada puede escucharse aquí (La Capella Reial de Catalunya – Hespérion XXI – Director: Jordi Savall).

«Media noche era por filo,
los gallos querían cantar,
conde Claros con amores
no podía reposar;
dando muy grandes sospiros 5
que el amor le hacía dar,
por amor de Claraniña
no le deja sosegar.
Cuando vino la mañana
que quería alborear, 10
salto diera de la cama
que parece un gavilán.
Voces da por el palacio,
y empezara de llamar:
-Levantá, mi camarero, 15
dame vestir y calzar.
Presto estaba el camarero
para habérselo de dar:
diérale calzas de grana,
borceguís de cordobán; 20
diérale jubón de seda
aforrado en zarzahán;
diérale un manto rico
que no se puede apreciar;
trescientas piedras preciosas 25
al derredor del collar;
tráele un rico caballo
que en la corte no hay su par,
que la silla con el freno
bien valía una ciudad, 30
con trescientos cascabeles
al rededor del petral;
los ciento eran de oro,
y los ciento de metal,
y los ciento son de plata 35
por los sones concordar;
y vase para el palacio
para el palacio real.
A la infanta Claraniña
allí la fuera hallar, 40
trescientas damas con ella
que la van acompañar.
Tan linda va Claraniña,
que a todos hace penar.
Conde Claros que la vido 45
luego va descabalgar;
las rodillas por el suelo
le comenzó de hablar:
-Mantenga Dios a tu Alteza.
Conde Claros, bien vengáis. 50
Las palabras que prosigue
eran para enamorar:
-Conde Claros, conde Claros,
el señor de Montalván,
¡cómo habéis hermoso cuerpo 55
para con moros lidiar!
Respondiera el conde Claros,
tal respuesta le fue a dar:
-Mi cuerpo tengo, señora,
para con damas holgar: 60
si yo os tuviese esta noche,
señora a mi mandar,
otro día en la mañana
con cient moros pelear,
si a todos no los venciese 65
que me mandase matar.
-Calledes, conde, calledes,
y no os queráis alabar:
el que quiere servir damas
así lo suele hablar, 70
y al entrar en las batallas
bien se saben excusar.
-Si no lo creéis, señora,
por las obras se verá:
siete años son pasados 75
que os empecé de amar,
que de noche yo no duermo,
ni de día puedo holgar.
-Siempre os preciastes, conde,
de las damas os burlar; 80
mas déjame ir a los baños,
a los baños a bañar;
cuando yo sea bañada
estoy a vuestro mandar.
Respondiérale el buen conde, 85
tal respuesta le fue a dar:
-Bien sabedes vos, señora,
que soy cazador real;
caza que tengo en la mano
nunca la puedo dejar. 90
Tomárala por la mano,
para un vergel se van;
a la sombra de un aciprés,
debajo de un rosal,
de la cintura arriba 95
tan dulces besos se dan,
de la cintura abajo
como hombre y mujer se han.»

Hasta aquí la pasión arrolladora; después la cosa se complica. Quien tenga interés puede leer el resto del poema. Por suerte el Conde era conde; que si no, después de esta le habrían quedado dos telediarios.

Y añado una cita de Ramón Menéndez Pida:

«El origen francés y la época quizá más tardía de estos romances se reveñan en alguno de sus caracteres. […] En la pintura del amor llegan a una audacia y una liviandad antes extraña a la recatada musa castellana. Sirva de ejemplo el romance juglaresco del conde Claros (2016 versos de 16 sílabas), donde en primorosas escenas se deja sentir el paso arrollador e irresistible del ansia amorosa que triunfa lo mismo del pudor que de la cárcel y el cadalso. La galantería del conde, llena de una arrogante y sensual presunción, el ardor impetuoso de Claraniña, que se adelanta en provocativos requiebros y que tiñe de atrevimiento hasta su melindrosa esquivez, se unen en un amor venturoso, siempre envidiable, aun bajo el peso de la sentencia de muerte que atre sobre el conde.»

Verónica del Carpio Fiestas

Tempus fugit melancólico: Horacio y villancico de Nochebuena

«Diffugere nives, redeunt iam campis arboribusque comae;

mutat terra vices, et decrescencia ripas flumina praetereunt;

Gratia cum Nymphis geminisque sororibus audet ducere nuda choros.

immortalia ne speres, monet annus et almum quae rapit hora diem;

frigora mitescunt Zephyris, ver proterit aestas interitura simul

pomifer Autumnus fruges effuderit, et mox bruma recurrit iners.

damna tamen celeres reparant caelestia lunae;

nos ubi decidimus

quo pater Aeneas, quo Tullus dives et Ancus,

pulvis et umbea sumus.

quis scit an adiciant hodiernae crastina summae tempora di superi?»

Oda de Horacio (Venosia, Italia, 65 a.C.-Roma, Italia, 8 a.C.).

«Odas y Épodos», Horacio. Edición bilingüe de Manuel Fernández-Galiano y Vicente Cristóbal. Cátedra, Letras Universales, 1997,

«Se fueron las nieves, ya vuelve la yerba a los campos y al árbol su cabellera; cambia

de modos la tierra y los ríos decrecen corriendo de nuevo

por los cauces de siempre;

la Gracia y las Ninfas, hermanas gemelas, desnudas se atreven

a dirigir sus coros.

«No esperes nada inmortal» aconsejan el año y las horas que al nuevo día raptan.

Expulsan el frío los Zéfiros; la primavera al verano cede, que, por su parte,

morirá al traer su fruto el pomífero otoño; y al punto la inerte bruma vendrá. Pero ágil

repara la luna en el cielo sus menguas; nosotros, en cambio,

allí una vez caídos

donde Eneas el padre se encuentra con Tulo el dichoso, y con Anco,

polvo y sombra ya somos.

¿Quién sabe si van a agregar un mañana a la edad transcurrida

los dioses de allá arriba?»

«La Nochebuena del poeta», fragmento.

Del libro «Cosas que fueron: cuadros de costumbres», del escritor español Pedro Antonio de Alarcón (Guadix, Granada, 1833-Madrid 1891)

Texto completo aquí. Facsisimil aquí.

«»En un rincón hermoso
De Andalucía
hay un valle risueño…
¡Dios lo bendiga!
Que en ese valle
Tengo amigos, amores,
Hermanos, padres.»

(De El Látigo.)»

I

Hace muchos años (¡como que yo tenía siete!) que, al oscurecer de un día de invierno, y después de rezar las tres Ave-Marías al toque de Oraciones, me dijo mi padre con voz solemne:

— Pedro: esta noche no te acostarás a la misma hora que las gallinas: ya eres grande, y debes cenar con tus padres y con tus hermanos mayores. — Esta noche es Nochebuena.

Nunca olvidaré el regocijo con que escuché tales palabras.

¡Yo me acostaría tarde!

Dirigí una mirada de desprecio a aquellos de mis hermanos que eran más pequeños que yo, y me puse a discurrir el modo de contar en la escuela, después del día de Reyes, aquella primera aventura, aquella primera calaverada, aquella primera disipación de mi vida.

II

Eran ya las Ánimas, como se dice en mi pueblo.

¡En mi pueblo: a noventa leguas de Madrid: a mil leguas del mundo: en un pliegue de Sierra-Nevada!

¡Aún me parece veros, padres y hermanos! — Un enorme tronco de encina chisporroteaba en medio del hogar: la negra y ancha campana de la chimenea nos cobijaba: en los rincones estaban mis dos abuelas, que aquella noche se quedaban en nuestra casa a presidir la ceremonia de familia; en seguida se hallaban mis padres, luego nosotros, y entre nosotros, los criados…

Porque en aquella fiesta todos representábamos la Casa, y a todos debía calentarnos un mismo fuego.

Recuerdo, sí, que los criados estaban de pie y las criadas acurrucadas o de rodillas. Su respetuosa humildad les vedaba ocupar asiento.

Los gatos dormían en el centro del círculo, con la rabadilla vuelta a la lumbre.

Algunos copos de nieve caían por el cañón de la chimenea, ¡por aquel camino de los duendes!

¡Y el viento silbaba a lo lejos, hablándonos de los ausentes, de los pobres, de los caminantes!

Mi padre y mi hermana mayor tocaban el arpa, y yo los acompañaba, a pesar suyo, con una gran zambomba que había fabricado aquella tarde con un cántaro roto.

¿Conocéis la canción de los Aguinaldos, la que se canta en los pueblos que caen al Oriente del Mulhacem?

Pues a esa música se redujo nuestro concierto.

Las criadas se encargaron de la parte vocal, y cantaron coplas como la siguiente:

Esta noche es Nochebuena,
y mañana Navidad;
saca la bota, María,
que me voy a emborrachar.

Y todo era bullicio; todo contento. Los roscos, los mantecados, el alajú, los dulces hechos por las monjas, el rosoli, el aguardiente de guindas circulaban de mano en mano… Y se hablaba de ir a la Misa del Gallo a las doce de la noche, y a los Pastores al romper el alba, y de hacer sorbete con la nieve que tapizaba el patio, y de ver el Nacimiento que habíamos puesto los muchachos en la torre…

De pronto, en medio de aquella alegría, llegó a mis oídos esta copla, cantada por mi abuela paterna:

La Nochebuena se viene,
la Nochebuena se va,
y nosotros nos iremos
y no volveremos más.

A pesar de mis pocos años, esta copla me heló el corazón.

Y era que se habían desplegado súbitamente ante mis ojos todos los horizontes melancólicos de la vida.

Fue aquel un rapto de intuición impropia de mi edad; fue milagroso presentimiento; fue un anuncio de los inefables tedios de la poesía; fue mi primera inspiración… Ello es que vi con una lucidez maravillosa el fatal destino de las tres generaciones allí juntas y que constituían mi familia. Ello es que mis abuelas, mis padres y mis hermanos me parecieron un ejército en marcha, cuya vanguardia entraba ya en la tumba, mientras que la retaguardia no había acabado de salir de la cuna. ¡Y aquellas tres generaciones componían un siglo! ¡Y todos los siglos habrían sido iguales! ¡Y el nuestro desaparecería como los otros, y como todos los que vinieran después!…

La Nochebuena se viene,
la Nochebuena se va…

Tal es la implacable monotonía del tiempo, el péndulo que oscila en el espacio, la indiferente repetición de los hechos, contrastando con nuestros leves años de peregrinación por la tierra…

¡Y nosotros nos iremos
y no volveremos más!

¡Concepto horrible, sentencia cruel, cuya claridad terminante fue para mí como el primer aviso que me daba la muerte, como el primer gesto que me hacía desde la penumbra del porvenir!

Entonces desfilaron ante mis ojos mil Nochesbuenas pasadas, mil hogares apagados, mil familias que habían cenado juntas y que ya no existían; otros niños, otras alegrías, otros cantos perdidos para siempre; los amores de mis abuelas, sus trajes abolidos, su remota juventud, los recuerdos que les asaltarían en aquel momento; la infancia de mis padres, la primera Nochebuena de mi familia; todas aquellas dichas de mi casa anteriores a mis siete años…

Y luego adiviné, y desfilaron también ante mis ojos, mil Nochesbuenas más, que vendrían periódicamente, robándonos vida y esperanza, alegrías futuras en que no tendríamos parte todos los allí presentes, — mis hermanos, que se esparcirían por la tierra; nuestros padres, que naturalmente morirían antes que nosotros; nosotros solos en la vida; el siglo XIX sustituido por el siglo XX; aquellas brasas hechas ceniza; mi juventud evaporada, mi ancianidad, mi sepultura, mi memoria póstuma, el olvido de mí; la indiferencia, la ingratitud con que mis nietos vivirían de mi sangre, reirían y gozarían, cuando los gusanos profanaran en mi cabeza el lugar en que entonces concebía todos aquellos pensamientos. . .

Un río de lágrimas brotó de mis ojos. Se me preguntó por qué lloraba, y, como yo mismo no lo sabía, como no podía discernirlo claramente, como de manera alguna hubiera podido explicarlo, interpretóse que tenía sueño y se me mandó acostar…

Lloré, pues, de nuevo con este motivo, y corrieron juntas, por consiguiente, mis primeras lágrimas filosóficas y mis últimas lágrimas pueriles, pudiendo hoy asegurar que aquella noche de insomnio, en que oí desde la cama el gozoso ruido de una cena a que yo no asistía por ser demasiado niño (según se creyó entonces), o por ser ya demasiado hombre (según deduzco yo ahora), fue una de las más amargas de mi vida.

Debí al cabo de dormirme, pues no recuerdo si quedaron o no en conversación la Misa del Gallo, la de los Pastores y el sorbete proyectado

Verónica del Carpio Fiestas. Navidad 2020,

en la esperanza de que nuestra melancolía lógica como seres humanos sea solo por el inevitable tempus fugit y de que si la melancolía consistiera también en recordar con melancolía un tiempo pasado en el que «criados y criadas» no podían sentarse por «respetuosa humildad», esa no sería una melancolía que encajara muy razonablemente en el tempus fugit, porque una melancolía razonable nunca debería hacernos olvidar algo importante: que no todo tiempo pasado fue mejor.

El Beatus ille de Yeats y el de Fray Luis de León

«I will arise and go now, and go to Innisfree
An a smal cabin build there, of clay and wattles made:
Nine bean-rows will I have there, a hive for the honeybee,
And live alone in the bee-loud glade.

And I shall have some peace there, for peace comes dropping slow,
Dropping from the veils of the morning to where the cricket sings;
There midnight’s all a glimmer, and noon a purple glow,
And evening full of the linnets ‘s wings.

I will arise and go now, for always night and day
I hear lake water lapping with low sounds by shore;
While I stand on the roadway, or on the pavement grey,
I hear it in the deep heart’s core.»
«Me levantaré y partiré ahora, partiré hasta Innisfree,
Y construiré allí una pequeña cabaña, hecha de arcilla y zarzas:
Nueve surcos de judías tendré allí, y un enjambre de abejas,
Y solitario viviré en el claro rumoroso.

Y algo de paz allí encontraré, pues la paz gotea lentamente,
Gotea desde los velos de la mañana hacia donde el grillo canta;
Allí la medianoche es todo un tenue brillo, y el mediodía un fulgor púrpura,
Y lleno está el atardecer de las alas del pardillo.

Me levantaré y partiré ahora; pues siempre día y noche,
Escucho, junto a la orilla, el suave chapotear del agua del lago,
Y mientras permanezco sobre la calzada, o sobre la gris acera,
Lo escucho en lo más profundo de mi corazón.»

Este poema se titula «The lake isle of Innesfree» y fue escrito por el poeta y dramaturgo irlandés William Butler Yeats (1865-1939); premio Nobel de Literatura en 1923. Texto extraído de «Antología poética», Siruela, 1991; editor y traductor, Manuel Soto.

Es interesante comparar el hermoso tópico clásico del Beatus ille de Horacio en esta tardía versión del siglo XX con la clásica española del siglo XVI de Fray Luis de León (1551-1597), la Oda I, «Oda a la vida retirada».

«¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.

El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.

Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.»

Y también es interesante tener en cuenta que los hermosos tópicos literarios que persisten tras los siglos y los milenios son eso, hermosos tópicos literarios muy persistentes, escritos desde la ciudad. Porque, que se sepa, ni Yeats se fue a vivir solitario definitivamente al campo a una cabaña de arcilla y zarzas de fabricación casera para cultivar un huerto, en un paisaje idílico junto a un lago, a disfrutar de la soledad del sonido del agua y de los cantos de los pájaros, en el siglo XX, ni Fray Luis de León tampoco, en el XVI. Hoy lo habrían escrito sus poesías quizá con el ordenador, o la subirían a su blog; pero habitualmente en las cabañas de adobe en paisajes idílicos no hay internet.

Verónica del Carpio Fiestas

Ruiseñores, Safo, haikus, primavera

Safo de Lesbos

El ruiseñor de voz encantadora, mensajero de la primavera…

Safo, detalle de El Parnaso, Rafael Sanzio, 1511, Museos Vaticanos

Poema de Safo de Lesbos, también conocida como Safo de Mitilene, fue una poetisa griega del siglo VII a.C., cuya obra se considera una de las cumbres de la poesía occidental.

Poemas y fragmentos, Fragmento 136 P, Poesía Hiperión, 1994, pág. 137. Traducción de Juan Manuel Rodríguez Tobal.

Yosa Buson

¿Un gorrión?

No, se trata de un ruiseñor –

ya es primavera.

Retrato de Yosa Buson por Matsumura Goshun

Haiku de Taniguchi Buson, también conocido como Yosa Buson, japonés. fue uno de los grandes maestros del Haiku en el siglo XVIII.

Haiku transcrito de El rincón del Haiku, en traducción de Jaime Lorente y Setsuko Takeoka. En el enlace constan comentarios sobre este y otros haikus. De este concreto: «El ruiseñor japonés anuncia la llegada de la primavera».

Verónica del Carpio Fiestas

Somos polvo en el viento

Dust in the wind
All we are is dust in the wind

Polvo el viento, todo lo que somos es polvo en el viento

Ils furent ce que nous sommes,
Poussière, jouet du vent!

Fueron lo mismo que nosotros somos,
sólo polvo y juguete de los vientos

Carpe diem

«Dust in the wind» (Polvo en el viento), canción de la banda de rock estadounidense Kansas, 1979

Vídeo oficial en inglés
Subtitulado en castellano

I close my eyes, only for a moment
And the moment’s gone
All my dreams pass before my eyes, a curiosity

Dust in the wind
All they are is dust in the wind

Same old song, just a drop of water
In an endless sea
All we do crumbles to the ground
Though we refuse to see

Dust in the wind
All we are is dust in the wind

Oh, ho, ho

Now, don’t hang on, nothing lasts forever but the earth and sky
It slips away, and all your money won’t another minute buy

Dust in the wind
All we are is dust in the wind
(All we are is dust in the wind)
Dust in the wind
(Everything is dust in the wind)
Everything is dust in the wind

The wind

Traducción del poema de Lamartine en https://poemasenfrances.blogspot.com/

«Pensée des morts» (Meditación sobre los muertos), poema del poeta francés Alphonse de Lamartine (1790-1869)

Voilà les feuilles sans sève
Qui tombent sur le gazon,
Voilà le vent qui s’élève
Et gémit dans le vallon,
Voilà l’errante hirondelle .
Qui rase du bout de l’aile :
L’eau dormante des marais,
Voilà l’enfant des chaumières
Qui glane sur les bruyères
Le bois tombé des forêts.

L’onde n’a plus le murmure ,
Dont elle enchantait les bois ;
Sous des rameaux sans verdure.
Les oiseaux n’ont plus de voix ;
Le soir est près de l’aurore,
L’astre à peine vient d’éclore
Qu’il va terminer son tour,
Il jette par intervalle
Une heure de clarté pâle
Qu’on appelle encore un jour.

L’aube n’a plus de zéphire
Sous ses nuages dorés,
La pourpre du soir expire
Sur les flots décolorés,
La mer solitaire et vide
N’est plus qu’un désert aride
Où l’oeil cherche en vain l’esquif,
Et sur la grève plus sourde
La vague orageuse et lourde
N’a qu’un murmure plaintif.

La brebis sur les collines
Ne trouve plus le gazon,
Son agneau laisse aux épines
Les débris de sa toison,
La flûte aux accords champêtres
Ne réjouit plus les hêtres
Des airs de joie ou d’amour,
Toute herbe aux champs est glanée :
Ainsi finit une année,
Ainsi finissent nos jours !

C’est la saison où tout tombe
Aux coups redoublés des vents ;
Un vent qui vient de la tombe
Moissonne aussi les vivants :
Ils tombent alors par mille,
Comme la plume inutile
Que l’aigle abandonne aux airs,
Lorsque des plumes nouvelles
Viennent réchauffer ses ailes
A l’approche des hivers.

C’est alors que ma paupière
Vous vit pâlir et mourir,
Tendres fruits qu’à la lumière
Dieu n’a pas laissé mûrir !
Quoique jeune sur la terre,
Je suis déjà solitaire
Parmi ceux de ma saison,
Et quand je dis en moi-même :
Où sont ceux que ton coeur aime ?
Je regarde le gazon.

Leur tombe est sur la colline,
Mon pied la sait ; la voilà !
Mais leur essence divine,
Mais eux, Seigneur, sont-ils là ?
Jusqu’à l’indien rivage
Le ramier porte un message
Qu’il rapporte à nos climats ;
La voile passe et repasse,
Mais de son étroit espace
Leur âme ne revient pas.

Ah ! quand les vents de l’automne
Sifflent dans les rameaux morts,
Quand le brin d’herbe frissonne,
Quand le pin rend ses accords,
Quand la cloche des ténèbres
Balance ses glas funèbres,
La nuit, à travers les bois,
A chaque vent qui s’élève,
A chaque flot sur la grève,
Je dis : N’es-tu pas leur voix?

Du moins si leur voix si pure
Est trop vague pour nos sens,
Leur âme en secret murmure
De plus intimes accents ;
Au fond des coeurs qui sommeillent,
Leurs souvenirs qui s’éveillent
Se pressent de tous côtés,
Comme d’arides feuillages
Que rapportent les orages
Au tronc qui les a portés !

C’est une mère ravie
A ses enfants dispersés,
Qui leur tend de l’autre vie
Ces bras qui les ont bercés ;
Des baisers sont sur sa bouche,
Sur ce sein qui fut leur couche
Son coeur les rappelle à soi ;
Des pleurs voilent son sourire,
Et son regard semble dire :
Vous aime-t-on comme moi ?

C’est une jeune fiancée
Qui, le front ceint du bandeau,
N’emporta qu’une pensée
De sa jeunesse au tombeau ;
Triste, hélas ! dans le ciel même,
Pour revoir celui qu’elle aime
Elle revient sur ses pas,
Et lui dit : Ma tombe est verte !
Sur cette terre déserte
Qu’attends-tu ? Je n’y suis pas !

C’est un ami de l’enfance,
Qu’aux jours sombres du malheur
Nous prêta la Providence
Pour appuyer notre cœur ;
Il n’est plus ; notre âme est veuve,
Il nous suit dans notre épreuve
Et nous dit avec pitié :
Ami, si ton âme est pleine,
De ta joie ou de ta peine
Qui portera la moitié ?

C’est l’ombre pâle d’un père
Qui mourut en nous nommant ;
C’est une soeur, c’est un frère,
Qui nous devance un moment ;
Sous notre heureuse demeure,
Avec celui qui les pleure,
Hélas ! ils dormaient hier !
Et notre coeur doute encore,
Que le ver déjà dévore
Cette chair de notre chair !

L’enfant dont la mort cruelle
Vient de vider le berceau,
Qui tomba de la mamelle
Au lit glacé du tombeau ;
Tous ceux enfin dont la vie
Un jour ou l’autre ravie,
Emporte une part de nous,
Murmurent sous la poussière :
Vous qui voyez la lumière,
Vous souvenez-vous de nous ?

Ah ! vous pleurer est le bonheur suprême
Mânes chéris de quiconque a des pleurs !
Vous oublier c’est s’oublier soi-même :
N’êtes-vous pas un débris de nos coeurs ?

En avançant dans notre obscur voyage,
Du doux passé l’horizon est plus beau,
En deux moitiés notre âme se partage,
Et la meilleure appartient au tombeau !

Dieu du pardon ! leur Dieu ! Dieu de leurs pères !
Toi que leur bouche a si souvent nommé !
Entends pour eux les larmes de leurs frères !
Prions pour eux, nous qu’ils ont tant aimé !

Ils t’ont prié pendant leur courte vie,
Ils ont souri quand tu les as frappés !
Ils ont crié : Que ta main soit bénie !
Dieu, tout espoir ! les aurais-tu trompés ?

Et cependant pourquoi ce long silence ?
Nous auraient-ils oubliés sans retour ?
N’aiment-ils plus ? Ah ! ce doute t’offense !
Et toi, mon Dieu, n’es-tu pas tout amour ?

Mais, s’ils parlaient à l’ami qui les pleure,
S’ils nous disaient comment ils sont heureux,
De tes desseins nous devancerions l’heure,
Avant ton jour nous volerions vers eux.

Où vivent-ils ? Quel astre, à leur paupière
Répand un jour plus durable et plus doux ?
Vont-ils peupler ces îles de lumière ?
Ou planent-ils entre le ciel et nous ?

Sont-ils noyés dans l’éternelle flamme ?
Ont-ils perdu ces doux noms d’ici-bas,
Ces noms de soeur et d’amante et de femme ?
A ces appels ne répondront-ils pas ?

Non, non, mon Dieu, si la céleste gloire
Leur eût ravi tout souvenir humain,
Tu nous aurais enlevé leur mémoire ;
Nos pleurs sur eux couleraient-ils en vain ?

Ah ! dans ton sein que leur âme se noie !
Mais garde-nous nos places dans leur cœur ;
Eux qui jadis ont goûté notre joie,
Pouvons-nous être heureux sans leur bonheur ?

Etends sur eux la main de ta clémence,
Ils ont péché; mais le ciel est un don !
Ils ont souffert; c’est une autre innocence !
Ils ont aimé; c’est le sceau du pardon !

Ils furent ce que nous sommes,
Poussière, jouet du vent!

Fragiles comme des hommes,
Faibles comme le néant !
Si leurs pieds souvent glissèrent,
Si leurs lèvres transgressèrent
Quelque lettre de ta loi,
Ô Père! ô juge suprême !
Ah ! ne les vois pas eux-mêmes,
Ne regarde en eux que toi !

Si tu scrutes la poussière,
Elle s’enfuit à ta voix !
Si tu touches la lumière,
Elle ternira tes doigts !
Si ton oeil divin les sonde,
Les colonnes de ce monde
Et des cieux chancelleront :
Si tu dis à l’innocence :
Monte et plaide en ma présence !
Tes vertus se voileront.

Mais toi, Seigneur, tu possèdes
Ta propre immortalité !
Tout le bonheur que tu cèdes
Accroît ta félicité !
Tu dis au soleil d’éclore,
Et le jour ruisselle encore !
Tu dis au temps d’enfanter,
Et l’éternité docile,
Jetant les siècles par mille,
Les répand sans les compter !

Les mondes que tu répares
Devant toi vont rajeunir,
Et jamais tu ne sépares
Le passé de l’avenir ;
Tu vis ! et tu vis ! les âges,
Inégaux pour tes ouvrages,
Sont tous égaux sous ta main ;
Et jamais ta voix ne nomme,
Hélas ! ces trois mots de l’homme :
Hier, aujourd’hui, demain !

Ô Père de la nature,
Source, abîme de tout bien,
Rien à toi ne se mesure,
Ah ! ne te mesure à rien !
Mets, à divine clémence,
Mets ton poids dans la balance,
Si tu pèses le néant !
Triomphe, à vertu suprême !
En te contemplant toi-même,
Triomphe en nous pardonnant !

Verónica del Carpio Fiestas

Dos descripciones literarias de la calma chicha: Coleridge y Conrad

Si pensamos en descripciones literarias de la vida marinera, probablemente lo primero que viene a la cabeza es la literatura británica, por razones evidentes. «Rule, Britannia! Britannia, rule the waves«, que decía aquel. Y quizá vengan a la memoria dos autores, uno de los cuales, el novelista, curiosamente no era británico de origen, sino polaco, y conocía por experiencia propia el mar, y el otro, el poeta, británico 100%, curiosamente no parece que tuviera especial conocimiento directo del mar. Joseph Conrad (1857-1924) escribió muchas páginas sobre el mar en novelas y cuentos; de Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) se recuerdan varios poemas (o, al menos, fuera del ámbito cultural británico, los conocemos y recordamos quienes hemos leído los análisis de Jorge Luis Borges sobre su obra), como «Kubla Khan o la visión de un sueño«, y sobre el mar «The rime of the ancient mariner«, «La balada del viejo marinero«. Del horror y la desesperación de la calma chicha en mitad del mar, voy a transcribir unos párrafos de la novela de Conrad «El negro del Narcissus» (1897) y dos estrofas de «La balada (o la canción, o la rima, o la oda, o como se quiera traducir) del viejo marinero».

Empecemos por Coleridge:

«Día tras día, día tras día,

atascados, sin brisa ni movimiento;

tan ociosos como una nave pintada

sobre un océano pintado.

Agua, agua por doquier,

y todas las cuadernas se encogían;

agua, agua por doquier,

y ni una gota para beber«

El texto completo del poema puede localizarse aquí. La traducción transcrita procede del recomendable libro «Orígenes. Cómo la historia de la Tierra determina la historia de la humanidad«, de Lewis Dartnell, Editorial Debate, 2019; otra traducción de esas estrofas puede localizarse aquí.

Y vayamos a «El negro del Narcissus» de Josep Conrad (traducción de Ediciones Barataria, 2006):

«En la sofocante inmovilidad de la calma chicha, las velas gualdrapeaban con furia a lo largo de los oscilantes palos. Estábamos cansados, hambrientos, muertos de sed. Empezábamos a creer a Singleton, pero los disimulábamos ante Jimmy con obstinada fidelidad. Le hablábamos con alusiones jocosas, como regocijados cómplices de una ingeniosa trama; pero mirábamos hacia poniente con ojos sombríos en busca de un signo de esperanza, de una pizca de viento favorable, aunque su primer soplo significara el fin de nuestro remiso moribundo. Pero en vano.«

Verónica del Carpio Fiestas

Autores que sacan en un libro el propio libro que están escribiendo: Cervantes y Alfonso X el Sabio

Con una modernísima técnica, Miguel de Cervantes utiliza como materia literaria en la segunda parte de «El Quijote» el propio libro de «El Quijote». El Quijote mismo aparece en El Quijote. Varios personajes que figuran en la segunda parte han leído la primera parte del libro y hasta saben cuántos ejemplares se han publicado y dónde, y hablan de ella incluso con Don Quijote y Sancho, quienes son conscientes de esa primera parte que recoge sus aventuras y sus pensamientos y conversan sobre ello; el libro pasa a ser objeto tratado en el libro, el cual se imbrica magistralmente consigo mismo en una pirueta literaria maravillosa en el doble sentido de la palabra que deja boquiabierto de admiración a quien lo lea. Ya quisieran ser capaces de escribir algo parecido muchos novelistas de las vanguardias del siglo XX o de quienes ya están de vuelta de todo en el siglo XXI .

Y Martín de Riquer, ilustre editor del Quijote, en la introducción a su edición, cita un precedente de un libro que cita a sí mismo, nada menos que Las Cantigas de Alfonso X el Sabio, en el siglo XIII:

«Pero no solo Cervantes aparece en el Quijote, sino el Quijote mismo. En la segunda parte Sancho informa a su amo de que «andaba ya en libros la historia de vuestra merced, con nombre de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha; y dice que me mientan a mí en ella y a la señora Dulcinea del Toboso, con otras cosas que pasamos nosotros a solas, que me hice cruces de espantado cómo las pudo saber el historiador que las escribió» […]. La ficción se interfiere perfectamente en la realidad: los entes creados por el ingenio de Cervantes hablan como seres reales de su historia escrita e impresa, y el libro, la primera parte de la novela, es un elemento novelesco más en la segunda, e incluso en bachiller Sansón Carrasco nos da la primera bibliografía del Quijote: «el día de hoy están impresos más de doce mil libros de tal historia; si no, dígalo Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso; y aún hay fama que se está imprimiendo en Amberes, y a mí se le trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzga» (II,3); y tiene toda la razón, como se ha demostrado, pero lo sorprendente es que esto lo diga un personaje de la novela desde dentro de la novela misma. Unamuno y Pirandello no serán más audaces. Pero lo había sido, cuatro siglos antes que Cervantes, el rey don Alfonso el Sabio, una de cuyas Cantigas de Santa María (la 209) cuenta cómo el propio monarca, enfermo en Vitoria, sanó milagrosamente gracias a que le pusieron encima el libro de las Cantigas de Santa María, o sea el mismo en que se relata«. [«Don Quijote de la Mancha», edición, introducción y notas de Martín de Riquer, Introducción, Clásicos Universitarios Planeta, 1995, p. LXIV).

Y esa Cantiga número 209, cuyo análisis puede consultarse aquí, dice así:

«Como el Rey Don Affonso de Castela adoeçeu en Bitoria e ouv’ ha door tan grande que coidaron que morresse ende, e poseron-lle de suso o livro das Cantigas de Santa Maria, e foi guarido.

Muito faz grand’ erro, e en torto jaz,
a Deus quen lle nega o ben que lle faz.

Mas en este torto per ren non jarei
que non cont’ o ben que del recebud’ ei
per ssa Madre Virgen, a que sempr’ amei,
e de a loar mais d’outra ren me praz.

Muito faz grand’ erro, e en torto jaz…

E, como non devo aver gran sabor
en loar os feitos daquesta Sennor
que me val nas coitas e tolle door
e faz-m’ outras mercees muitas assaz?

Muito faz grand’ erro, e en torto jaz…
Poren vos direi o que passou per mi,
jazend’ en Bitoira enfermo assi
que todos cuidavan que morress’ ali
e non atendian de mi bon solaz.

Muito faz grand’ erro, e en torto jaz…

Ca ha door me fillou [y] atal
que eu ben cuidava que era mortal,
e braadava: «Santa Maria, val,
e por ta vertud’ aqueste mal desfaz.»

Muito faz grand’ erro, e en torto jaz…
E os fisicos mandavan-me põer
panos caentes, mas nono quix fazer,
mas mandei o Livro dela aduzer;
e poseron-mio, e logo jouv’ en paz,

Muito faz grand’ erro, e en torto jaz…

Que non braadei nen senti nulla ren
da door, mas senti-me logo mui ben;
e dei ende graças a ela poren,
ca tenno ben que de meu mal lle despraz.

Muito faz grand’ erro, e en torto jaz…

Quand’ esto foi, muitos eran no logar
que mostravan que avian gran pesar
de mia door e fillavan-s’ a chorar,
estand’ ante mi todos come en az.

Muito faz grand’ erro, e en torto jaz…

E pois viron a mercee que me fez
esta Virgen santa, Sennor de gran prez,
loárona muito todos dessa vez,
cada u põendo en terra sa faz.

Muito faz grand’ erro, e en torto jaz…«

El poeta rechaza los remedios de los médicos, pide que le traigan el libro de las Cantigas de Santa María y de repente mejora. O sea, que no solo el libro aparece en el propio libro, sino que, además, cura al autor del libro. No se puede pedir más.

Verónica del Carpio Fiestas

El silencio y el canto de las sirenas

El canto de las sirenas es peligroso ya se sabe. Pero ¿y su silencio? De T.S. Elliot a Franz Kafka.

Empecemos por T. S. Elliot (1898-1965):

«I have heard the mermaids singing, each to each.
I do not think that they will sing to me

He oído cantar a las sirenas, pero no creo que canten para mí» (traducción libre)]

Son dos versos del impresionante poema de T.S. Elliot «The Love Song of J. Alfred Prufrock«, texto completo en el original inglés aquí y una traducción al castellano aquí.

Y vayamos a Kafka (1888-1924), al cuento póstumo «El silencio de las sirenas«, del que se transcribe a continuación un párrafo (texto completo en castellano del cuento, en este enlace):

«Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio«.

Verónica del Carpio Fiestas

El reino de los beodos o insuficiencia de las leyes, según Campoamor

Del olvidado y en su día celebérrimo poeta Ramón de Campoamor (1817-1901) es la fábula que a continuación se transcribe. Está en consonancia, por cierto, con aquello de «En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira», que es lo único, prácticamente, que se recuerda de él. Y hablando de recordar, esta fábula me recuerda a esas innumerables leyes que se aprueban sin presupuesto para llevarlas a efecto y esas otras leyes que establecen derechos y obligaciones pero no consecuencias de los incumplimientos, las flatus vocis normativas; porque si la ley es red con alguna malla descompuesta, hay leyes que se aprueban sabiendo el legislador que tienen todas las mallas descompuestas, simplemente para decir que hay una red.

«Insuficiencia de las leyes

El reino de los beodos

   Tuvo un reino una vez tantos beodos,
que se puede decir que lo eran todos,
en el cual por ley justa se previno:
      «- Ninguno, cate el vino.»-
      Con júbilo el más, loco
aplaudiose la ley, por costar poco:
acatarla después, ya es otro paso;
pero en fin, es el caso
que la dieron un sesgo muy distinto,
creyendo que vedaba sólo el tinto,
      y del modo más franco
se achisparon después con vino blanco.
Extrañando que el pueblo no la entienda,
el Senado a la ley pone una enmienda,
y a aquello de: «Ninguno cate el vino»,
añadió «blanco», al parecer, con tino.
Respetando la enmienda el populacho,
volvió con vino tinto a estar borracho,
creyendo por instinto ¡mas qué instinto!
que el privado en tal caso no era el tinto.
      Corrido ya el Senado,
en la segunda enmienda, de contado
      «- Ninguno cate el vino,
sea blanco, sea tinto
», -les previno;
y el pueblo, por salir del nuevo atranco,
con vino tinto entonces mezcló el blanco;
hallando otra evasión de esta manera,
pues ni blanco ni tinto entonces era.
   Tercera vez burlado,
«- No es eso, no señor», dijo el ‘Senado;
«o el pueblo es muy zoquete, o muy ladino:
se prohibe mezclar vino con vino».-
Mas ¡cuánto un pueblo rebelado fragua!
¿Creeréis que luego lo mezcló con agua?
Dejando entonces el Senado el puesto,
de este modo al cesar dio un manifiesto:
«La ley es red, en la que siempre se halla
      descompuesta una malla,
por donde el ruin que en su razón no fía,
se evade suspicaz…
»¡Qué bien decía!
      Y en lo demás colijo
que debiera decir, si no lo dijo:
     «Jamás la ley enfrena
al que a su infamia su malicia iguala:
si se ha de obedecer, la mala es buena;
mas si se ha de eludir, la buena es mala.
»»

Verónica del Carpio Fiestas

Borges y Tolkien: poesía en idiomas inventados

Dos autores tan alejados como J.R.R. Tolkien (1893-1973) y Jorge Luis Borges (1899-1986) coinciden en algunas cosas. No tiene sentido hacer comparaciones, pero las diferencias entre ambos son obvias; por ejemplo, que Borges es un gigante de la Literatura con mayúscula y tenía una cultura apabullante en muy diversas materias, especialmente Filosofía entendida en sentido muy amplio, que demostraba constantemente en su obra, y Tolkien era también un gigante intelectual, pero de estilo muy distinto, y, desde el punto de vista de fondo, forma y técnica las diferencias son tan abismales que no merece la pena ni mencionarlas. Pero hay algunas coincidencias, aparte de la evidente de ser casi coetáneos, escritores y poetas: ambos eran expertos en literatura anglosajona antigua. Y ambos inventaron idiomas de países inventados. A Tolkien todo ello le ocupó los tres volúmenes de «El Señor de los Anillos», más los conexos «El hobbit», «El Silmarillion» y demás, y Borges, además se inventó un país y un planeta con sus idiomas, «con sus arquitecturas y sus barajas, con el pavor de sus mitologías y el rumor de sus lenguas, con sus emperadores y sus mares, con sus minerales y sus pájaros y sus peces, con su álgebra y su fuego, con su controversia teológica y metafísica». Tolkien escribió poesía en sus idiomas inventados y Borges, con su técnica habitual indirecta, la de describir las cosas que inventa como si se tratara de pequeños ensayos sobre documentos o datos ajenos, no escribió poesía en sus idiomas inventados sino comentarios tipo ensayo sobre la poesía que se escribía en su planeta inventado en sus idiomas inventados. «El hobbit», primer libro de este ciclo literario de Tolkien, es de 1937, «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» de 1940 y «El Señor de los Anillos» de 1954-1955. En las obras de Tolkien se percibe el rastro de idiomas germánicos antiguos, en esta de Borges no lo sé, quizá también. Sería interesante saber si ambos autores se leyeron mutuamente. En cualquier caso, bastante más creativo era Borges, y no solo por sus tigres transparentes y sus torres de sangre: no se limitó a traducir palabras, sino que inventó conceptos como idiomas sin sustantivos. Comparemos la poesía de ambos; directa la de uno, ensayística y filosófica la del otro; porque, aviso, «idealismo» se refiere aquí al sistema filosófico. Y las obras de ambos son maravillosas en ambos sentidos del término.

«Namarië» (canción en quenya, idioma élfico, en «El Señor de los Anillos«, «La comunidad del anillo», de J.R.R. Tolkien. Publicado en 1954-1955.

Ai! Laurië lantar lassi súrinen
yéni únótimë ve rámar aldaron!
yéni ve lintë yuldar avánier
mi oromardi lissë-miruvóreva
Andúnë pella, Vardo tellumar
nu luini yassen tintilar i eleni
ómaryo airetári-lírinen.
Sí man i yulma nin enquantuva?
An sí Tintallë Varda Oiolossëo
ve fanyar máryat Elentári ortanë
ar ilyë tier undulávë lumbulë
ar sindanóriello caita mornië
i falmalinnar imbë met,
ar hísië untúpa Calaciryo míri oialë.
Sí vanwa ná, Rómello vanwa, Valimar!
Namárië! Nai hiruvalyë Valimar!
Nai elyë hiruva! Namárië!

¡Ah, como el oro caen las hojas en el viento!
E innumerables como las alas de los árboles son los años.
Los años han pasado como sorbos rápidos
y dulces de hidromiel blanco en las salas
de más allá del Oeste,
bajo las bóvedas azules de Varda,
donde las estrellas tiemblan
cuando oyen el sonido de esa voz, bienaventurada y real.
¿Quién me llenará de nuevo la copa?
Pues ahora la Hechicera, Varda, la Reina de las Estrellas,
desde el Monte Siempre Blanco ha alzado las manos como nubes,
y todos los caminos se han ahogado en sombras
y la oscuridad que ha venido de un país gris se extiende
sobre las olas espumosas que nos separan,
y la niebla cubre para siempre las joyas de Calacirya.
Ahora se ha perdido, ¡perdido para aquellos del Este, Valimar!
¡Adiós! Quizás encuentres a Valimar.
Quizá tú lo encuentres. ¡Adiós!

Traducción de «El Señor de los Anillos» de Editorial Minotauro, 1978. The Lord of the Rings, de J.R.R. Tolkien, fue publicado en 1954-1955.

«Tlön, Uqbar, Orbis Tertius«, de Jorge Luis Borges (fragmento). Publicado en 1940.

I

Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar. El espejo inquietaba el fondo de un corredor en una quinta de la calle Gaona, en Ramos Mejía; la enciclopedia falazmente se llama The Anglo-American Cyclopaedía (New York, 1917) y es una reimpresión literal, pero también morosa, de la Encyclopaedia Britannica de 1902. El hecho se produjo hará unos cinco años. Bioy Casares había cenado conmigo esa noche y nos demoró una vasta polémica sobre la ejecución de una novela en primera persona, cuyo narrador omitiera o desfigurara los hechos e incurriera en diversas contradicciones, que permitieran a unos pocos lectores -a muy pocos lectores- la adivinación de una realidad atroz o banal. Desde el fondo remoto del corredor, el espejo nos acechaba. Descubrimos (en la alta noche ese descubrimiento es inevitable) que los espejos tienen algo monstruoso. Entonces Bioy Casares recordó que uno de los heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres. Le pregunté el origen de esa memorable sentencia y me contestó que The Anglo-American Cyclopaedia la registraba, en su artículo sobre Uqbar. La quinta (que habíamos alquilado amueblada) poseía un ejemplar de esa obra. En las últimas páginas del volumen XLVI dimos con un artículo sobre Upsala; en las primeras del XLVII, con uno sobre Ural-Altaic Languages, pero ni una palabra sobre Uqbar. Bioy, un poco azorado, interrogó los tomos del índice. Agotó en vano todas las lecciones imaginables: Ukbar, Ucbar, Ookbar, Oukbahr… Antes de irse, me dijo que era una región del Irak o del Asia Menor. Confieso que asentí con alguna incomodidad. Conjeturé que ese país indocumentado y ese he

Al día siguiente, Bioy me llamó desde Buenos Aires. Me dijo que tenía a la vista el artículo sobre Uqbar, en el volumen XXVI de la Enciclopedia. No constaba el nombre del heresiarca, pero sí la noticia de su doctrina, formulada en palabras casi idénticas a las repetidas por él, aunque -tal vez- literariamente inferiores. Él había recordado: Copulation and mirrors are abominable. El texto de la Enciclopedia decía: Para uno de esos gnósticos, el visible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma. Los espejos y la paternidad son abominables (mirrors and fatherhood are hateful) porque lo multiplican y lo divulgan. Le dije, sin faltar a la verdad, que me gustaría ver ese artículo. A los pocos días lo trajo. Lo cual me sorprendió, porque los escrupulosas índices cartográficos de la Erdkunde de Ritter ignoraban con plenitud el nombre de Uqbar.

El volumen que trajo Bioy era efectivamente el XXVI de la Anglo-American Cyclopaedia. En la falsa carátula y en el lomo, la indicación alfabética (Tor-Ups) era la de nuestro ejemplar, pero en vez de 917 páginas constaba de 921. Esas cuatro páginas adicionales comprendían al artículo sobre Uqbar; no previsto (como habrá advertido el lector) por la indicación alfabética. Comprobamos después que no hay otra diferencia entre los volúmenes. Los dos (según creo haber indicado) son reimpresiones de la décima Encyclopaedia Britannica. Bioy había adquirido su ejemplar en uno de tantos remates.

Leímos con algún cuidado el artículo. El pasaje recordado por Bioy era tal vez el único sorprendente. El resto parecía muy verosímil, muy ajustado al tono general de la obra y (como es natural) un poco aburrido. Releyéndolo, descubrimos bajo su rigurosa escritura una fundamental vaguedad. De los catorce nombres que figuraban en la parte geográfica, sólo reconocimos tres -Jorasán, Armenia, Erzerum-, interpolados en el texto de un modo ambiguo. De los nombres históricos, uno solo: el impostor Esmerdis el mago, invocado más bien como una metáfora. La nota parecía precisar las fronteras de Uqbar, pero sus nebulosos puntos de referencias eran ríos y cráteres y cadenas de esa misma región. Leímos, verbigracia, que las tierras bajas de Tsai Jaldún y el delta del Axa definen la frontera del sur y que en las islas de ese delta procrean los caballos salvajes. Eso, al principio de la página 918. En la sección histórica (página 920) supimos que a raíz de las persecuciones religiosas del siglo trece, los ortodoxos buscaron amparo en las islas, donde perduran todavía sus obeliscos y donde no es raro exhumar sus espejos de piedra. La sección idioma y literatura era breve. Un solo rasgo memorable: anotaba que la literatura de Uqbar era de carácter fantástico y que sus epopeyas y sus leyendas no se referían jamás a la realidad, sino a las dos regiones imaginarias de Mlejnas y de Tlön… La bibliografía enumeraba cuatro volúmenes que no hemos encontrado hasta ahora, aunque el tercero -Silas Haslam: History of the Land Called Uqbar, 1874-figura en los catálogos de librería de Bernard Quaritch.1 El primero, Lesbare und lesenswerthe Bemerkungen über das Land Ukkbar in Klein-Asien, data de 1641 y es obra de Johannes Valentinus Andreä. El hecho es significativo; un par de años después, di con ese nombre en las inesperadas páginas de De Quincey (Writings, decimotercero volumen) y supe que era el de un teólogo alemán que a principios del siglo XVII describió la imaginaria comunidad de la Rosa-Cruz -que otros luego fundaron, a imitación de lo prefigurado por él.

Esa noche visitamos la Biblioteca Nacional. En vano fatigamos atlas, catálogos, anuarios de sociedades geográficas, memorias de viajeros e historiadores: nadie había estado nunca en Uqbar. El índice general de la enciclopedia de Bioy tampoco registraba ese nombre. Al día siguiente, Carlos Mastronardi (a quien yo había referido el asunto) advirtió en una librería de Corrientes y Talcahuano los negros y dorados lomos de la Anglo-American Cyclopaedía… Entró e interrogó el volumen XXVI. Naturalmente, no dio con el menor indicio de Uqbar.

II

Algún recuerdo limitado y menguante de Herbert Ashe, ingeniero de los ferrocarriles del Sur, persiste en el hotel de Adrogué, entre las efusivas madreselvas y en el fondo ilusorio de los espejos. En vida padeció de irrealidad, como tantos ingleses; muerto, no es siquiera el fantasma que ya era entonces. Era alto y desganado y su cansada barba rectangular había sido roja. Entiendo que era viudo, sin hijos. Cada tantos años iba a Inglaterra: a visitar (juzgo por unas fotografías que nos mostró) un reloj de sol y unos robles. Mi padre había estrechado con él (el verbo es excesivo) una de esas amistades inglesas que empiezan por excluir la confidencia y que muy pronto omiten el diálogo. Solían ejercer un intercambio de libros y de periódicos; solían batirse al ajedrez, taciturnamente… Lo recuerdo en el corredor del hotel, con un libro de matemáticas en la mano, mirando a veces los colores irrecuperables del cielo. Una tarde, hablamos del sistema duodecimal de numeración (en el que doce se escribe 10). Ashe dijo que precisamente estaba trasladando no sé qué tablas duodecimales a sexagesimales (en las que sesenta se escribe 10). Agregó que ese trabajo le había sido encargado por un noruego: en Rio Grande do Sul. Ocho años que lo conocíamos y no había mencionado nunca su estadía en esa región… Hablamos de vida pastoril, de capangas, de la etimología brasilera de la palabra gaucho (que algunos viejos orientales todavía pronuncian gaúcho) y nada más se dijo -Dios me perdone- de funciones duodecimales. En setiembre de 1937 (no estábamos nosotros en el hotel) Herbert Ashe murió de la rotura de un aneurisma. Días antes, había recibido del Brasil un paquete sellado y certificado. Era un libro en octavo mayor. Ashe lo dejó en el bar, donde -meses después- lo encontré. Me puse a hojearlo y sentí un vértigo asombrado y ligero que no describiré, porque ésta no es la historia de mis emociones sino de Uqbar y Tlön y Orbis Tertius. En una noche del Islam que se llama la Noche de las Noches se abren de par en par las secretas puertas del cielo y es más dulce el agua en los cántaros; si esas puertas se abrieran, no sentiría lo que en esa tarde sentí. El libro estaba redactado en inglés y lo integraban 1001 páginas. En el amarillo lomo de cuero leí estas curiosas palabras que la falsa carátula repetía: A First Encyclopaedia of Tlön. vol. XI. Hlaer to Jangr. No había indicación de fecha ni de lugar. En la primera página y en una hoja de papel de seda que cubría una de las láminas en colores había estampado un óvalo azul con esta inscripción: Orbis Tertius. Hacía dos años que yo había descubierto en un tomo de cierta enciclopedia práctica una somera descripción de un falso país; ahora me deparaba el azar algo más precioso y más arduo. Ahora tenía en las manos un vasto fragmento metódico de la historia total de un planeta desconocido, con sus arquitecturas y sus barajas, con el pavor de sus mitologías y el rumor de sus lenguas, con sus emperadores y sus mares, con sus minerales y sus pájaros y sus peces, con su álgebra y su fuego, con su controversia teológica y metafísica. Todo ello articulado, coherente, sin visible propósito doctrinal o tono paródico.

En el “onceno tomo” de que hablo hay alusiones a tomos ulteriores y precedentes. Néstor Ibarra, en un artículo ya clásico de la N. R. F., ha negado que existen esos aláteres; Ezequiel Martínez Estrada y Drieu La Rochelle han refutado, quizá victoriosamente, esa duda. El hecho es que hasta ahora las pesquisas más diligentes han sido estériles. En vano hemos desordenado las bibliotecas de las dos Américas y de Europa. Alfonso Reyes, harto de esas fatigas subalternas de índole policial, propone que entre todos acometamos la obra de reconstruir los muchos y macizos tomos que faltan: ex ungue leonem. Calcula, entre veras y burlas, que una generación de tlönistas puede bastar. Ese arriesgado cómputo nos retrae al problema fundamental: ¿Quiénes inventaron a Tlön? El plural es inevitable, porque la hipótesis de un solo inventor -de un infinito Leibniz obrando en la tiniebla y en la modestia- ha sido descartada unánimemente. Se conjetura que este brave new world es obra de una sociedad secreta de astrónomos, de biólogos, de ingenieros, de metafísicos, de poetas, de químicos, de algebristas, de moralistas, de pintores, de geómetras… dirigidos por un oscuro hombre de genio. Abundan individuos que dominan esas disciplinas diversas, pero no los capaces de invención y menos los capaces de subordinar la invención a un riguroso plan sistemático. Ese plan es tan vasto que la contribución de cada escritor es infinitesimal. Al principio se creyó que Tlön era un mero caos, una irresponsable licencia de la imaginación; ahora se sabe que es un cosmos y las íntimas leyes que lo rigen han sido formuladas, siquiera en modo provisional. Básteme recordar que las contradicciones aparentes del Onceno Tomo son la piedra fundamental de la prueba de que existen los otros: tan lúcido y tan justo es el orden que se ha observado en él. Las revistas populares han divulgado, con perdonable exceso, la zoología y la topografía de Tlön; yo pienso que sus tigres transparentes y sus torres de sangre no merecen, tal vez, la continua atención de todos los hombres. Yo me atrevo a pedir unos minutos para su concepto del universo.

Hume notó para siempre que los argumentos de Berkeley no admiten la menor réplica y no causan la menor convicción. Ese dictamen es del todo verídico en su aplicación a la tierra; del todo falso en Tlön. Las naciones de ese planeta son -congénitamente- idealistas. Su lenguaje y las derivaciones de su lenguaje -la religión, las letras, la metafísica- presuponen el idealismo. El mundo para ellos no es un concurso de objetos en el espacio; es una serie heterogénea de actos independientes. Es sucesivo, temporal, no espacial. No hay sustantivos en la conjetural Ursprache de Tlön, de la que proceden los idiomas “actuales” y los dialectos: hay verbos impersonales, calificados por sufijos (o prefijos) monosilábicos de valor adverbial. Por ejemplo: no hay palabra que corresponda a la palabra luna, pero hay un verbo que sería en español lunecer o lunar. Surgió la luna sobre el río se dice hlör u fang axaxaxas mlö o sea en su orden: hacia arriba (upward) detrás duradero-fluir luneció. (Xul Solar traduce con brevedad: upa tras perfluyue lunó. Upward, behind the onstreaming it mooned.

Lo anterior se refiere a los idiomas del hemisferio austral. En los del hemisferio boreal (de cuya Ursprache hay muy pocos datos en el Onceno Tomo) la célula primordial no es el verbo, sino el adjetivo monosilábico. El sustantivo se forma por acumulación de adjetivos. No se dice luna: se dice aéreo-claro sobre oscuro-redondo o anaranjado-tenue-de1 cielo o cualquier otra agregación. En el caso elegido la masa de adjetivos corresponde a un objeto real; el hecho es puramente fortuito. En la literatura de este hemisferio (como en el mundo subsistente de Meinong) abundan los objetos ideales, convocados y disueltos en un momento, según las necesidades poéticas. Los determina, a veces, la mera simultaneidad. Hay objetos compuestos de dos términos, uno de carácter visual y otro auditivo: el color del naciente y el remoto grito de un pájaro. Los hay de muchos: el sol y el agua contra el pecho del nadador, el vago rosa trémulo que se ve con los ojos cerrados, la sensación de quien se deja llevar por un río y también por el sueño. Esos objetos de segundo grado pueden combinarse con otros; el proceso, mediante ciertas abreviaturas, es prácticamente infinito. Hay poemas famosos compuestos de una sola enorme palabra. Esta palabra integra un objeto poético creado por el autor. El hecho de que nadie crea en la realidad de los sustantivos hace, paradójicamente, que sea interminable su número. Los idiomas del hemisferio boreal de Tlön poseen todos los nombres de las lenguas indoeuropeas y otros muchos más.

Fragmento de «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius», cuento de Jorge Luis Borges Enlace al cuento completo, cuya lectura recomiendo encarecidamente, aquí.

Verónica del Carpio Fiestas

Catulo o la obscenidad poética

Que en el siglo XXI haya dudado sobre si escribo o no un post sobre Catulo dice mucho, pero no sobre mí ni tampoco sobre Catulo, autor romano del siglo I AC, sino sobre el siglo XXI. La obscenidad poética todavía rechina en el siglo XXI a muchos oídos de bien pensantes, tanto de los bien pensantes de la mojigatería, digamos, tradicional, como de los bien pensantes de esa otra mojigatería moderna, todos ellos tan aficionados a ofenderse y a la censura aunque alegando motivos distintos, y es muy cansado tener que estar planteándose si alguien se va ofender por lo que un poeta clásico romano escribió en latín hace 2.100 años cantando a la alegría de vivir. A unos quizá les molestará el sexo explícito de todo tipo -la poesía de Catulo contiene sexo oral, masturbación, homosexualidad- y  a otros les molestará la poesía de escarnio, con insultos como llamar puta a una mujer en variadas formas hasta expresiones de esas que hoy se censuran como homófobas, o lo de achacar comportamientos incestuosos. No todo Catulo es poesía amorosa, erótica, sexual, pornográfica e incluso francamente escatológica y grosera, casi todo en tono bienhumorado y humorístico. pero tambien de duro escarnio; además tiene muy delicados poemas a un amigo muerto o a la traición de una amistad o poesía amorosa de la más apta para almas sensibles, esas del amor no sexual o solo relativamente erótico, del amor feliz y del amor desaparecido. Me voy a centrar en el estilo, digamos, más llamativo. Voy a citar textos de «Catulo. Poesía completa» en versión castellana de Juan Manuel Rodríguez Tobal, editorial Hiperión, 1991, edición bilingüe. Empiezo por lo suave con este precioso poema:

«Vivamos, Lesbia mía, y amemos;
los rumores severos de los viejos
que no valgan ni un duro todos juntos.
se pone y sale el sol, más a nosotros,
apenas se nos pone la luz breve,
sola noche sin fin dormir nos toca.
Pero dame mil besos, luego ciento,
después mil otra vez, de nuevo ciento,
luego otros mil aún, y luego ciento…
Después, cuando sumemos muchos miles
confundamos la cuenta hasta perderla,
que hechizarnos no pueda el envidioso
al saber el total de nuestros besos«.

Y ahora empiezo con lo que no creo que pueda calificarse como «preciosos poemas» y que no todo el mundo consideraría apto para todos los públicos, y qué mejor para presentarlos que con otro poema de Catulo:

«Si por casualidad mis tonterías
leéis y no sentís pavor alguno
de acercar vuestras manos hacia mí,
dejad el celo en casa, que ahora vienen
algunos versos más desvergonzados«.

No puede dejarse de citar este poema famosísimo:

«Mentula moechatur. Moechatur mentula? Certe.
Hoc est quod dicunt: ipsa olera legit.»

y, como no voy a dejarlo púdicamente en latín, transcribo la traducción:

«Dicen que jode Lapolla. ¿Que jode la polla? ¡Pues claro!
es lo que dice el refrán: «haz lo que sepas hacer»«

Otro más:

«Te lo ruego, dulce Ipsitila mía,
encantos y delicias de mi vida,
invítame a tu casa por la siesta
y hazme este otro favor, si es que me invitas:
que nadie eche el cerrojo de la puerta
y ten tú la bondad de no salir.
Mejor quédate en casa preparada
para echar nueve polvos sin parar.
Aunque invítame ya, si vas a hecerlo,
que acabo de comer y, panza arriba,
atravieso la túnica y el manto«.

Bueno, sigamos leyendo:

«Os daré por el culo y por la boca,
mamón de Aurelio y Furio maricón,
que decís que no tengo yo vergüenza
porque algo afeminados son mis versos.
Sabed que ha de ser íntegro el poeta
en su vida, más no en su poesía,
pues esta, al cabo tiene ingenio y gracia
por ser afeminada y descarada,
y capaz de poner algo calientes
no digo a niños sino a los peludos
que no pueden mover sus duros lomos.
Vosotros que leisteis tantos miles
de besos ¿poco hombre me creéis?
Os daré por el culo y por la boca.«

Y desde luego puedo no dejar de transcribir este poema sobre uno que, además de ser un imbécil, se blanquea los dientes con orina y que resulta que era de Celtiberia porque allí, según Catulo, se blanqueaban los dientes así. Tuve la curiosidad de averiguar, mirando aquí y allá por internet, si se trataba una de tantos insultos calumniosos escatológicos de los poemas de Catulo, pero, por lo visto, la orina de y en Hispania sí se usaba como dentífrico…

«Egnacio, porque tiene dientes muy blancos,
se ríe siempre. Si acude a ver a un reo,
mientras el orador excita al llanto,
aquel se ríe. Si se llora a un buen hijo
único ante la pira junto a su madre,
aquel se ríe. Donde esté, como sea,
haga lo que haga ríe. Tiene este mal
que no es es -pienso- correcto ni de buen gusto.
He de darte un consejo, mi buen Egnacio:
si urbano fueras, o sabino, de Tíbur,
o un obeso de Etruria, o un umbro parco,
o un lanuvino bruno, de buenos dientes,
o -por mentar los míos- un traspadano,
o uno que limpiamente sus dientes lave,
ni así quisiera verte reír por todo:
no hay nada más tonto que una risa tonta.
Pero eres celtíbero. Allá en Celtiberia
con lo que uno mea suele, de mañana,
restregar sus dientes y rojas encías.
Cuanta más limpieza haya en vuestros dientes,
más orín proclama que os habéis bebido«.

Verónica del Carpio Fiestas

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Mejor una tía buena tonta que no una culta fea, dónde va a parar, dice Quevedo

Muy discretas y muy feas,
mala cara y buen lenguaje,
pidan cátedra y no coche,
tengan oyente y no amante.

No las den sino atención,
por más que pidan y parlen,
y las joyas y el dinero,
para las tontas se guarde.

Al que sabia y fea busca,
el Señor se la depare:
a malos conceptos muera,
malos equívocos pase.

Aunque a su lado la tenga,
y aunque más favor alcance,
un catedrático goza,
y a Pitágoras en carnes.

Muy docta lujuria tiene,
muy sabios pecados hace,
gran cosa será de ver
cuando a Platón requebrare.

En vez de una cara hermosa,
una noche, y una tarde,
¿qué gustos darán a un hombre
dos cláusulas elegantes?

¿Qué gracia puede tener
mujer con fondos de fraile,
que de sermones y chismes,
sus razonamientos hace?

Quien deja lindas por necias,
y busca feas que hablen,
por sabias, como las zorras,
por simples deje las aves.

Filósofos amarillos
con barbas de colegiales,
o duende dama pretenda,
que se escuche, no se halle.

Échese luego a dormir
entre Bártulos y abades,
y amanecerá abrazado
de Zenón y de Cleantes.

Que yo para mi traer,
en tanto que argumentaren
los cultos con sus arpías,
algo buscaré que palpe.

quevedo 1

quevedo 2

quevedo 3

«Burla de los eruditos de embeleco, que enamoran a feas cultas«, por Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645).

Verónica del Carpio Fiestas

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La primavera cursi de Gloria Fuertes

Cientos (¿miles?) de años se han pasado los poetas cantando muy solemnemente a la primavera. ¡Un tema tan serio, tan lírico, tan sensual, tan mitológico, tan primordial,  tan, pero que taaaan antropológico, telúrico y esdrújulo! Por suerte llega el siglo XX y, por fin, un planteamiento distinto: la risa. Gloria Fuertes (1917-1998) se ríe de la primavera y su risa inteligente y chispeante nos describe una primavera deliciosa y encantadora de puro cursi. Y sin una sola rosa ni una sola palabra esdrújula.

Eres tan cursi hija

que no hay por dónde cogerte.foto flores agosto 2018

Hasta en febrero cuando estás desnuda eres cursi,

adornada de odas y vergeles no digamos.

Primavera,

más que cantarte te han hecho la viñeta ciertos poetas sin agua;

pero a pesar de todo te defiendo,

porque haces retoñar ese geranio,

que se me seca siempre en el invierno.

 

Gloria Fuertes (1917-1998). Poema extraído de la antología de VV.AA. «Ahora que calienta el corazón: Poemas a las estaciones del año«, Ed. Verbum, 2017; no consta en qué libro y fecha publicó originalmente la autora el poema.

La ilustración kitsch es mía (foto y sin photosop)

Verónica del Carpio Fiestas

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¿Son felices las piedras?

«Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!…»

Esto lo dijo Rubén Darío; es su poema «Lo fatal». Y ahora lo que dijo Séneca en su obra «Sobre la felicidad»:

«Aunque las piedras y los animales carecen de temor y de tristeza, nadie los llamó dichosos, faltándoles el conocimiento de la dicha«.

Bueno, pues, a lo mejor nadie había llamado dichosas a las piedras hasta la época de Séneca, pero unos cuantos siglos después un poeta sí las llamó dichosas…

Verónica del Carpio Fiestas

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Dos carpe diem: coged de vuestra primavera el dulce fruto porque how far can you travel when you´re six feet underground

Desde el carpe diem original de Horacio, ya sabe, ese de la Oda que puede encontrar, por ejemplo, aquí, han sido muchos los carpe diem. Y voy a incluir dos ejemplos con varios siglos de diferencia y de contextos culturales y enfoque bien diversos:

  • el soneto XXIII del poeta español Garcilaso de la Vega (¿1501?-1536)
  • y una cancioncilla estadounidense de 1949 titulada «Enjoy yourself«, esncantadoramente contraria a la ética protestante, y de la que circulan versiones con variantes de texto, y que aquí pondré duplicada
    • en la versión deliciosamente cantada nada menos que por una encantadora y nada cursi Doris Day
    • y una escena de la maravillosa, inteligente y divertida película de Woody Allen «Everyone says I love you«, un musical, ahí es nada, con los muertos levantándose los ataúdes en el tanatorio para avisar a los vivos, cantando y bailando, de la importancia de disfrutar de esta vida que pasa en un parpadeo.

¿Es muy herético o muy poco intelectual declarar que me parece que la cancioncilla estadounidense trasmite mucha más alegría de vivir y ganas de pasarlo bien mientras se pueda? Teniendo en cuenta, además, un detallito nada menor: que algunos carpe diem, por ejemplo, de esos dirigidos a mujeres jóvenes y hermosas, podría decirse que tienen más bien poco de desinteresados y bastante de barrer para adentro en beneficio directo de quien anima a disfrutar de la vida, ahí el acto séptimo de La Celestina, y hasta quizá lo de Garcilaso y Horacio (¿o no?). Me convence más lo que dice quien anima a disfrutar de la vida sin le beneficie personalmente en nada que el oyente se anime a disfrutar de la vida…

Garcilaso de la Vega, SONETO XXIII, enlace aquí

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
el oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.

Enjoy Yourself (It’s later than you think)

You work and work for years and years, you’re always on the go
You never take a minute off, too busy making dough
Someday, you say, you’ll have your fun, when you’re a millionaire
Imagine all the fun you’ll have in your old rockin’ chair

Enjoy yourself, it’s later than you think
Enjoy yourself, while you’re still in the pink
The years go by, as quickly as a wink
Enjoy yourself, enjoy yourself, it’s later than you think

You’re gonna take that ocean trip, no matter, come what may
You’ve got your reservations made, but you just can’t get away
Next year for sure, you’ll see the world, you’ll really get around
But how far can you travel when you’re six feet underground?

You worry when the weather’s cold, you worry when it’s hot
you worry when you’re doing well
You worry when you’re not
It’s worry worry all the time
You don’t know how to laugh
They’ll thing of something funny when
They write your epitaph.

Enjoy yourself, it’s later than you think
Enjoy yourself, while you’re still in the pink
The years go by, as quickly as a wink
Enjoy yourself, enjoy yourself, it’s later than you think

 

Y es que esto son dos telediarios, y la mitad de los días están nublados. Carpe diem. Disfruta de la vida, que dura lo que dura un parpadeo. Enjoy yourself.

Cuestión muy distinta es qué entendemos por «disfrutar de la vida». Porque que el disfrute sea del tipo más burdamente hedonista y/o egoísta, o de tipo epicúreo, o de tipo estoico, o de plantearse que hay que escoger los objetivos importantes sabiendo que la vida es corta y estar dispuesto a luchar por ellos y en efecto llevarlo a cabo, eso ya es otro tema y allá cada cual…

Verónica del Carpio Fiestas

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Caligramas medievales 1000 años antes de que los inventara el surrealista Apollinaire

Si usted no sabe qué es un caligrama y qué tiene que ver con ellos Guillaume de Apollinaire (1880-1918), por favor, consulte Wikipedia. Y ahora voy a contraponer unos caligramas de Apollinaire con otros dibujos, o lo que sean.

 

 

 

 

calligrammespo00apol_0073

Estos dibujos los encuentra usted por doquier en internet. Por ejemplo, aquí.

Y ahora los otros dibujos, o lo que sea, que no es tan fácil encontrar en internet:

Calligraphic falconer, Torah, Germany ca. 1250-1299 (BL, Add 21160, fol. 181v)

Esa imagen ha sido obtenida de una cuenta de Twitter de difusión de imágenes medievales, en concreto de este tuit:

Y esta otra imagen, de este otro tuit:

Eagle constellation, Cicero_s Aratea with Hyginus_s Astronomica, Reims 820-850 (BL, Harley 647, f. 7)

Y esta otra imagen, de este otro tuit:

monster

Y esta otra imagen, de este otro tuit:

aries

Y esta otra imagen, de este otro tuit:

hybrid

3 tails

Y esta otra imagen, de este otro tuit:

dragón

Y esta otra imagen, de este otro tuit:

gallo

 

Y esta otra imagen, de este otro tuit:

 

La reflexión la dejo para que se la haga quien esto lea, y/o a los especialistas. Bastante es haber detectado lo que a ojos de total profana tanto  se parece a caligramas, con pájaros y caballos y personas hechos de letras, y que según parece datan hasta de 800 y 1.000 años antes de que Apollinaire inventara el caligrama, y sin que, como profana total en poesía visual y esas cosas, vea por ahí que nadie cite precedentes anteriores al siglo XIX… Pero ya imagino que los especialistas sí se remontarán en precedentes a la época de cuando reinaba Carolo  o incluso antes, allá cuando la batalla de las Termópilas, y todo esto de precedentes medievales es bien sabido, aunque no lo mencione Wikipedia, ¿no?

Verónica del Carpio Fiestas

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Pero ¿por qué estaba polvorienta el arpa del poema de Bécquer?

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
que le diga «Levántate y anda»!

La Rima VII de Gustavo Adolfo Bécquer ya sé que es una metáfora de la inspiración, de la musa y de todas esas cosas, pero voy a hacer un comentario de este poema con otra perspectiva, muy literal. Y muy, pero que muy, prosaica.

El arpa era instrumento clásico de la época del Romanticismo español. Veamos la descripción de un arpa romántica, de hacia 1840, del Museo del Romanticismo de Madrid:

arpa-erard

Dimensiones Altura = 178 cm; Anchura = 45 cm; Profundidad = 91 cm
Clavijero: Longitud = 102 cm
Descripción Arpa de estilo neogótico con tabla armónica compuesta por una lámina de madera colocada en sentido horizontal, 46 cuerdas y 7 pedales de doble movimiento. La encordadura está sujeta directamente en la pestaña del cuerpo sonoro. Columna decorada con panes de oro y capitel con capillas que albergan ángeles con filacterias, uno con una corneta y otro con un arpa de brazo. Pies en forma de garra en la parte delantera, y en la posterior con forma de tigre.
Este arpa de la casa parisina Erard es, tanto organológica como estilísticamente, un instrumento plenamente romántico. Su decoración es característica de los modelos que la manufactura realizó a mediados de siglo.
La casa Erard, fundada por Sebastián Erard, se especializó en la manufactura de pianos y arpas. Como figura en el clavijero de este ejemplar, era proveedor de la Casa Real francesa. En España se conservan varias arpas de esta manufactura.
Junto con el piano, el arpa será uno de los instrumentos más característicos del Romanticismo. En este momento se produce un redescubrimiento del mismo y será muy común escucharlo en las reuniones sociales de la época.
Datación 1840[ca]

Aparte de que el arpa se considerara instrumento femenino (¿o ha leído usted muchas novelas del siglo XIX español en las que un varón toque el arpa, salvo músicos profesionales italianos como por ejemplo en «El amigo Manso» o «Tristana» de Pérez Galdós?), en el ámbito doméstico requería espacio para ubicarla, dinero para comprarla y posibilidad de ocio y de formación para mujeres, y nada de eso concurría en la inmensa mayoría de la población. El arpa en la época de Romanticismo -o en el postromanticismo de la época de Bécquer- era básicamente instrumento femenino, urbano, burgués acomodado o aristocrático, tocado por señoritas de buena familia de quienes se suponía que, como educación -esa limitadísima y triste educación que entonces se impartía a las mujeres en teoría privilegiadas para ser además inmediatamente olvidada tras casarse y no digamos ya tras empezar a tener hijos- tenían que aprender a cantar, a tocar un instrumento y a dibujar, y exhibirse socialmente con esas habilidades en las reuniones sociales como vía para demostrar que eran aptas para la vida social, es decir, para encontrar marido.

O sea, las mismas jóvenes socialmente minoritarias con «manos de nieve», o sea, manos blancas y cuidadas, porque no trabajaban en las durísimas labores domésticas de esa época sin lavadoras ni aspiradoras ni guantes de fregar y en la que el moreno por el sol era notorio signo de pertenencia a clase trabajadora cuando prácticamente el único trabajo posible para la mujer era el manual.

Y el arpa se encontraba en viviendas burgueses acomodadas o aristocráticas, con sitio para un instrumento tan voluminoso. Es decir, casas con espacios de reunión y recepción, los salones, donde se repetía el rito social de las visitas y las reuniones sociales y la señorita de la casa se lucía tocando el arpa para poner así de manifiesto ante posibles candidatos a su blanca mano su aptitud como futura esposa.

Y en esas casas, y en todas las casas mínimamente acomodadas, había criadas, con frecuencia numerosas porque eran baratas. Unas criadas entre cuyas sus funciones se encontraba limpiar el polvo, la mínima limpieza, como aparece en novelas del XIX, incluyendo los Episodios Nacionales y otras obras de Pérez Galdós. Busque en Google «Pérez Galdós» y «limpiar el polvo» y lo verá: en «Tormento«, en «Misericordia«, en varios «Episodios nacionales«.

¿Y nos dice Bécquer que en una casa burguesa o aristocrática, con criadas, una enorme, llamativa y cara arpa romántica iba a estar llena de polvo, y nada menos que en el salón,  justo en zona de recepción pública, a la vista de frecuentes visitas criticonas que cotorrearían la desidia de las mujeres de esa casa en la siguiente casa que visitaran, y simplemente porque «tal vez» ya se haya aburrido de tocar el arpa la joven casadera cuyas aptitudes como buena ama de casa precisamente habrían de ser valoradas por los posibles candidatos a su mano?

Venga ya. Que nos lo expliquen.

Si supiera escribir cuentos escribiría uno apasionante sobre cómo y por qué en una casa burguesa o aristocrática de la España romántica sus habitantes se hallaban en tal situación de degradación moral o de tristeza que les resultaba indiferente dejar un arpa polvorienta a la vista de cualquiera y sabiendo además que la hija de la casa estaba pendiente de encontrar marido. Pero como no sé escribir cuentos solo he sido capaz de escribir este aburrido y extraño post. Qué se le va a hacer.

Verónica del Carpio Fiestas

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Todas iban a ser reinas e iban a llegar al mar pero al final sus ojos quedaron negros de no haber visto nunca el mar

Todas íbamos a ser reinas

Todas íbamos a ser reinas,
de cuatro reinos sobre el mar:
Rosalía con Efigenia
y Lucila con Soledad.

En el Valle de Elqui, ceñido
de cien montañas o de más,
que como ofrendas o tributos
arden en rojo y azafrán.

Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.

Con las trenzas de los siete años,
y batas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos
en la sombra del higueral.

De los cuatro reinos, decíamos,
indudables como el Korán,
que por grandes y por cabales
alcanzarían hasta el mar.

Cuatro esposos desposarían,
por el tiempo de desposar,
y eran reyes y cantadores
como David, rey de Judá.

Y de ser grandes nuestros reinos,
ellos tendrían, sin faltar,
mares verdes, mares de algas,
y el ave loca del faisán.

Y de tener todos los frutos,
árbol de leche, árbol del pan,
el guayacán no cortaríamos
ni morderíamos metal.

Todas íbamos a ser reinas,
y de verídico reinar;
pero ninguna ha sido reina
ni en Arauco ni en Copán.

Rosalía besó marino
ya desposado con el mar,
y al besador, en las Guaitecas,
se lo comió la tempestad.

Soledad crió siete hermanos
y su sangre dejó en su pan,
y sus ojos quedaron negros
de no haber visto nunca el mar.

En las viñas de Montegrande,
con su puro seno candeal,
mece los hijos de otras reinas
y los suyos no mecerá.

Efigenia cruzó extranjero
en las rutas, y sin hablar,
le siguió, sin saberle nombre,
porque el hombre parece el mar.

Y Lucila, que hablaba a río,
a montaña y cañaveral
en las lunas de la locura
recibió reino de verdad.

En las nubes contó diez hijos
y en los salares su reinar,
en los ríos ha visto esposos
y su manto en la tempestad.

Pero en el Valle de Elqui, donde
son cien montañas o son más,
cantan las otras que vinieron
y las que vienen cantaran:

—«En la tierra seremos reinas,
y de verídico reinar,
y siendo grandes nuestros reinos,
llegaremos todas al mar»

Poema «Todas íbamos a ser reinas«, de Gabriela Mistral.

Y por la selección del poema y en recuerdo de todas las mujeres a las que se les prometió y promete que serán reinas y princesas pero que nunca vieron ni ven el mar,

Verónica del Carpio Fiestas

anfisbena5 para firma

Jitanjáfora del lenguaje político

—La farandolina en la lejantaña de la montonía
El horimento bajo el firmazonte…
Vicente Huidobro

—¡Democrad! ¡Libertacia! ¡Puebla el vivo!
¡No dictaremos más admitidores!
Pro lometemos, samas y deñores,
nuestro satierno va a gobisfacerles.

Firmaremos la gaz, no habrá más perra,
zaperán juntos el queón y el lordero,
y quiero promerer y lo promero,
vamos a felicirles muy hacerles.

(Y el horimento bajo el firmazonte,
o el firmazonte bajo el horimento
—ye ca no sé—, brillaba, groma y aro).

—Que me se raiga un cayo si les miento;
fuimos soertes, y, mo lás pimtortante,
¡blasamos hiempre claro!

Poema de Carmen Jodrá Davó, en Las moras agraces, 1999.

Por la traslección y secripción, y por el tost del pítulo,

Verónicel da Cartas Fiespio
digo
Verónica del Carpio Fiestas

¿Quién habla de victorias? Sobreponerse es todo (un poema de Rilke)

Rainer Maria Rilke (1876-1926) dialoga en este poema con un amigo muerto, poeta, que se ha suicidado. Enlace al original en alemán y otra traducción al castellano aquí.

Para Wolf, Conde de Kalckreuth

¿No te he visto en verdad nunca? Mi pecho
está apesadumbrado por ti como por un comienzo
muy grave que se aplaza. ¿Cómo empezaría
a invocarte a ti, que estás muerto, tú, con gusto,
apasionadamente muerto? ¿Te alivió eso tanto
como creías, o acaso estaba el dejar de vivir
todavía lejos del estar muerto?
¿Te imaginabas poseer mejor allí donde
no se da valor a la posesión? ¿Te pareció
que allí estarías dentro, en el paisaje,
que acá como una imagen se te esfumaba siempre,
y que desde ese estar dentro llegarías a la amada
y pasarías vibrando con fuerza a través de todas las cosas?
Ojalá que ahora el desengaño no vaya unido
mucho tiempo a tu juvenil error.
Que tú, disuelto, en una vasta corriente de tristeza
y arrebatado, solo a medias consciente,
en el movimiento alrededor de lejanos astros,
encuentres la alegría que, fuera de aquí,
trasladaste a tu soñado estar muerto.
Qué cerca, oh amigo, estuviste aquí de ella.
Cuán segura se hallaba aquí la que tú anhelabas,
la seria alegría de tu precisa nostalgia.
Si tú, desilusionado de dicha y de desdicha,
horadabas en ti y fatigado subías
a la superficie con una visión, bajo
el peso casi frágil de tu oscuro hallazgo:
entonces la llevabas, a la que tú no has reconocido,
llevabas la alegría, ibas por tu sangre con la carga
de tu pequeño salvador, y la pasaste a la otra orilla.
¿Por qué no esperaste a que la pesadumbre
se hiciese del todo insoportable? Entonces se invierte
y pesa porque es auténtica. Ves tú,
eso era quizá tu instante más próximo,
se acercaba ya tal vez a la puerta
con la corona en el pelo cuando la cerrate de golpe.
¡Oh, y qué golpe, cómo resuena a través de los espacios
cuando en algún sitio, por la constante y dura corriente de aire
de la impaciencia, cae algo abierto bajo el cerrojo!
¿Quién podría jurar de que en la tiera
simiente sana no se resquebraja;
quién indagó si en mansos animales
no palpita lascivamente un deseo de matar
cuando ese tirón enciende un relámpago en el cerebro?
¿Quién conoce la influencia que salta
de nuestro obrar a la cumbre cercana,
y quién la acompaña allí, a donde todo se encamina?
¡Que se diga de ti que has destruido,
que eternamente tenga que decirse!
Y aun cuando irrumpa un héroe, que el sentido,
que tomamos por el rostro de las cosas,
arranque como un disfraz, y con furia
nos muestre rostros, cuyos ojos mudos
nos siguen mirando por simulados agujeros:
eso que tú has destruido, eso es como un rostro
que no se alterará. Bloques se veían por el suelo,
y en el aire, a su alrededor, había ya el ritmo
de un edificio que apenas podía sostenerse;
deambulabas en torno y no veías su armonía,
un bloque te ocultaba el otro, todos
te parecían enraizarse cuando, al pasar por delante,
con menguada confianza intentabas
alzarlos. Y en la desesperación
los alzaste todos. Pero tan solo
para arrojarlos de nuevo en la abierta cantera
en la que, dilatados por tu corazón,
ya no cabían. Si una mujer hubiese
puesto su mano leve sobre el comienzo
todavía tierno de esa ira; si alguien
que estuviese atareado, atareado en lo más íntimo,
se acercara a ti en silencio, cuando, mudo, salías
a consumar la acción; si hubiese guiado tan solo
tus pasos hacia una activa herrería,
donde hombres hacen sonar los yunques, donde el día
llanamente se cumple; si en tu mirada llena
hubiera habido el espacio necesario para albergar
la figura de un escarabajo y sus fatigas,
entonces hubieras tenido la clarividencia
para leer la escritura, cuyos signos
desde la infancia habías grabadoen ti,
intentando de tiempo en tiempo formar con ellos
una frase: y te parecía siempre sin sentido.
Lo sé, lo sé: Tú te tendías ahí palpando
las ranuras igual que si palparas
la inscripción de una tumba. Cualquier cosa
que te parecía arder, la tomabas por antorcha
iluminando ese renglón, más la llama se extinguía
antes de que lo abarcaras, quizá por tu aliento,
quizá por el temblor de tu mano, quizá
porsí sola, tal como a meudo se extinguen las llamas.
Nunca lo has leído. Mas nosotros no osamos leer,
a causa del dolor y la distancia.

Y solo vemos los poemas que todavía
sobre la inclinación de tu sentir soportan
las palabras que tú elegiste. No,
no todas las elegiste tu; a veces había un comienzo
que se te imponía como un todo, y lo repetías
como si fuera un mensaje. Y te pareció triste.
Ay, si nunca los hubieses oído por ti mismo.
Tu ángel lo recita aún ahora, acentuando
el mismo texto de otra manera, y en mí el júbilo
se desborda por tal modo de decirlo,
mi júbilo sobre ti, pues era tuyo:
el que de ti cayese todo lo placentero,
y que en ver hayas reconocido
la renuncia, y en la muerte tu progreso.
Eso era tuyo, oh tú, artista, estas tres
formas abiertas. Mira, aquí está el molde
de la primera: espacio en torno a tu sentimiento,
y de aquella segunda te esculpo el contemplar
que nada apetece, el contemplar del gran artista;
y en la tercera, la que tú mismo muy temprano
quebraste cuando apenas entraba el primer chorro
de ardiente y temblorosa lava del corazón al rojo,
allí se había producido, con una labor bien
ahondada, una muerte, aquella muerte propia
que tanto nos necesita, porque la vivimos,
y a la que en ningún sitio estaremos tan cerca de aquí.
Todo esto fue tu bien y tu amistad;
a menudo lo habías presentido; mas luego
te espantó la oquedad de aquellas formas,
quisiste hacer presa en ella y sacaste el vacío,
y te quejaste. Oh, antigua maldición de los poetas,
que se lamentan cuando debieran dejar oír su voz,
que siempre opinan sobre el sentimiento
en vez de configurarlo; que siempre creen
que lo que en ellos es triste o alegre
lo sabían y les era dado declararlo
o celebrarlo en el poema. Como los enfermos,
usan quejumbrosos del idioma
para señalar donde les duele,
en vez de transformarse implacables en palabras,
como el cantero de una catedral, que tenaz
se identifica con la impasibilidad de la piedra.
Aquí estaba la salvación. Si de pronto hubieras visto
como el destino penetra en los versos
y allí se queda, cómo se hace figura en su interior,
y nada más que figura, a manera de un antepasado
que en el marco, cuando levantas hacia él la vista,
si así fuera, hubieras perseverado.
Pero es intranscendente
pensar lo que no fue. También la comparación
tiene un dejo de reproche que a ti no te alcanza.
Todo lo que sucede lleva tal adelanto
a nuestra intenciónque jamás le damos alcance
ni experimentamos cómo surgió realmente.
No tengas vergüenza si a ti los muertos te rozan,
los otros muertos, aquellos que perseveraron
hasta el fin. ¿Pero qué es el fin, lo sabemos acaso?
Cambia tranquilo la mirada con ellos, como
es costumbre, y no temas que a ti nuestra tristeza
te abrume en exceso y llanes la atención entre ellos.
Las grandes palabras, pronunciadas en los tiempos
cuando el suceder era aún visible, no solo son nuestras.
¿Quián habla de victorias? Sobreponerse es todo.

«Requiem», 1908.
Traducción por Jaime Ferreriro Alemparte, en Antología Poética, Colección Austral.

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«Cruz negra», Malévich, 1915

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«Blanco sobre blanco», Malévich, 1918

Por la transcripción y la selección de las ilustraciones,
Verónica del Carpio Fiestas

La malherida España

…Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda,

la malherida España, de carnaval vestida

nos la pusieron, pobre, escuálida y beoda,

para que no acertara la mano con la herida.

 

Fragmento de «Una España joven», poema del libro «Campos de Castilla, Antonio Machado, 1912.

Por la selección y transcripción,
Verónica del Carpio Fiestas

Shakespeare contra los tópicos

sonnet_130_1609-shakespeareLos ojos de mi amada no son para mí como el sol;
el coral es mucho más rojo que el rojo de sus labios;
si la nieve es blanca, por qué entonces sus senos son oscuros,
si los cabellos son alambres, alambres negros crecen sobre su cabeza.
He visto rosas damascadas, rojas y blancas,
pero no veo en sus mejillas tales rosas,
y en algunos perfumes hay más deleite
que en el aliento que mi amada emite.
Amo oírla hablar, y sin embargo, sé bien
que la música tiene un sonido más placentero;
reconozco no haber visto nunca a una diosa caminar;
mi amada, cuando camina, pisa tierra.
Y, sin embargo, por el cielo, considero a mi amada tan especial,
que no puedo hacer con ella ninguna falaz comparación.

My mistress’eyes are nothing like the sun;
Coral is far more red than her lips’red;
If snow be white, why then her breasts are dun;
If hairs be wires, black wires grow on her head.
I have seen roses damask’d, red and white,
But no such roses see I in her cheeks;
And in some perfumes is there more delight
Than in the breath that from my mistress reeks.
I love to hear her speak, yet well I know
That music hath far more pleasing sound:
I grant I never saw a goddess go,
My mistress, when she walks, treads on the ground:
And yet, by heaven, I think my love as rare
As any she believed with false compare.

Shakespeare contra los tópicos: el soneto 130, publicado en 1609. sonetos-shakespeare

Traducción al castellano por Fátima Auad y Pablo Mañé, Ed. Río Nuevo, 1981.

Y doscientos y trescientos años después de que Shakespeare se riera de los tópicos, los labios de las amadas se seguían comparando con coral, sus andares con los de las diosas, sus mejillas con las rosas.

Verónica del Carpio Fiestas

Érase una viejecita

Érase una viejecita
Sin nadita que comer
Sino carnes, frutas, dulces,
Tortas, huevos, pan y pez

Bebía caldo, chocolate,
Leche, vino, té y café,
Y la pobre no encontraba
Qué comer ni qué beber.

Y esta vieja no tenía
Ni un ranchito en que vivir
Fuera de una casa grande
Con su huerta y su jardín

Nadie, nadie la cuidaba
Sino Andrés y Juan Gil
Y ocho criados y dos pajes
De librea y corbatín

Nunca tuvo en qué sentarse
Sino sillas y sofás
Con banquitos y cojines
Y resorte al espaldar

Ni otra cama que una grande
Más dorada que un altar,
Con colchón de blanda pluma,
Mucha seda y mucho olán.

Y esta pobre viejecita
Cada año, hasta su fin,
Tuvo un año más de vieja
Y uno menos que vivir

Y al mirarse en el espejo
La espantaba siempre allí
Otra vieja de antiparras,
Papalina y peluquín.

Y esta pobre viejecita
No tenía qué vestir
Sino trajes de mil cortes
Y de telas, mil y mil.

Y a no ser por sus zapatos,
Chanclas, botas y escarpín,
Descalcita por el suelo
Anduviera la infeliz.

Apetito nunca tuvo
Acabando de comer,
Ni gozó salud completa
Cuando no se hallaba bien

Se murió del mal de arrugas,
Ya encorvada como un tres,
Y jamás volvió a quejarse
Ni de hambre ni de sed.

Y esta pobre viejecita
Al morir no dejó más
Que onzas, joyas, tierras, casas,
Ocho gatos y un turpial

Duerma en paz, y Dios permita
Que logremos disfrutar
Las pobrezas de esa pobre
Y morir del mismo mal

Este precioso poema es del poeta colombiano del siglo XIX Rafael Pombo. Poema para niños, y como poema infantil me lo enseñaron. Aunque, con los ojos de ahora, de la edad adulta, quizá diría tiene más filosofía y profundidad que muchos poemas para adultos…

Por cierto, me sorprende que «olán» venga en las ediciones que veo por ahí escrito como aquí he transcrito, sin hache. Hmm, pero a ver si que a veces se  ven pegas donde a lo mejor no las hay…

Verónica del Carpio Fiestas

¿Quién construyó Tebas, la de las siete puertas? Brecht y la Historia

Añadir algo a lo que dice Bertolt Brecht en este poema sería casi una temeridad. Como no sé alemán y no puedo hacer traducción propia, voy a transcribir una traducción al castellano, más otra traducción al inglés y otra al francés para intentar comparar la fidelidad de la traducción, escogidas todas ellas al azar de Internet, y un enlace al original alemán.

Y como es casi temerario añadir algo a lo que dice Brecht, solamente me permito añadir una cosa: que me pregunto qué preguntas se haría una obrera que lee.

Preguntas de un obrero que lee

¿Quién construyó Tebas, la de las siete Puertas?
En los libros aparecen los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió siempre a construir? ¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los constructores?
¿A dónde fueron los albañiles la noche en que fue ter-
minada la Muralla China? La gran Roma
está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes
triunfaron los Césares? ¿Es que Bizancio, la tan cantada,
sólo tenía palacios para sus habitantes? Hasta en la
legendaria Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba, los que se hundían,
gritaban llamando a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él solo?
César derrotó a los galos.
¿No llevaba siquiera cocinero?
Felipe de España lloró cuando su flota
Fue hundida. ¿No lloró nadie más?
Federico II venció en la Guerra de los Siete Años
¿Quién
venció además de él?

Cada página una victoria.
¿Quién cocinó el banquete de la victoria?

Cada diez años un gran hombre.
¿Quién pagó los gastos?

Tantas historias.
Tantas preguntas.

Questions from A Worker Who Reads

Who built Thebes of the seven gates?
In the books you will find the name of kings.
Did the kings haul up the lumps of rock?
And Babylon, many times demolished.
Who raised it up so many times? In what houses
Of gold-glittering Lima did the builders live?
Where, the evening that the Wall of China was finished
Did the masons go? Great Rome
Is full of triumphal arches. Who erected them? Over whom
Did the Caesars triumph? Had Byzantium, much praised in song,
Only palaces for its inhabitants? Even in fabled Atlantis
The night the ocean engulfed it
The drowning still bawled for their slaves.

The young Alexander conquered India.
Was he alone?
Caesar beat the Gauls.
Did he not have even a cook with him?
Philip of Spain wept when his armada
Went down. Was he the only one to weep?
Frederick the Second won the Seven Years’ War. Who
Else won it?

Every page a victory.
Who cooked the feast for the victors?
Every ten years a great man.
Who paid the bill?

So many reports.
So many questions.

Questions que pose un ouvrier qui lit

Qui a construit Thèbes aux sept portes?
Dans les livres, on donne les noms des Rois.
Les Rois ont-ils traîné les blocs de pierre?
Babylone, plusieurs fois détruite,
Qui tant de fois l’a reconstruite? Dans quelles maisons
De Lima la dorée logèrent les ouvriers du bâtiment?
Quand la Muraille de Chine fut terminée,
Où allèrent, ce soir-là les maçons ? Rome la grande
Est pleine d’arcs de triomphe. Qui les érigea? De qui
Les Césars ont-ils triomphé ? Byzance la tant chantée.
N’avait-elle que des palais
Pour les habitants ? Même en la légendaire Atlantide
Hurlant dans cette nuit où la mer l’engloutit,
Ceux qui se noyaient voulaient leurs esclaves.
Le jeune Alexandre conquit les Indes.
Tout seul?
César vainquit les Gaulois.
N’avait-il pas à ses côtés au moins un cuisinier?
Quand sa flotte fut coulée, Philippe d’Espagne
Pleura. Personne d’autre ne pleurait?
Frédéric II gagna la Guerre de sept ans.
Qui, à part lui, était gagnant?
À chaque page une victoire.
Qui cuisinait les festins?
Tous les dix ans un grand homme.
Les frais, qui les payait?
Autant de récits,
Autant de questions.

Verónica del Carpio Fiestas

Dedico este post a esa persona que me dijo que no le interesaba la Historia porque eran solo vidas de reyes.

 

Dos carroñas francesas

Compárese el famoso poema de Baudelaire «Una carroña«, de «Las flores del mal«, enlace aquí a una de tantas traducciones, con este fragmento de Flaubert, de la novela «Bouvard y Pécuchet» (traducción de la edición de Tusquets):

«Quisieron dar como antes un paseo por el campo; se alejaron mucho, se perdieron. Unas nubecitas se encrespaban en el cielo; el viento mecía las campanillas del avenal; a lo largo de un prado murmuraba un arroyo. De pronto los detuvo un olor infecto y vieron sobre unas piedras, entre las zarzas, la carroña de un perro. Los cuatro miembros estaban resecos. El rictus del hocico descubría, bajo los morros azulados, unos colmillos de marfil; en lugar del vientre, parecía palpitar una masa de color terroso bullente de gusanos. Herida por el sol se agitaba bajo el zumbido de las moscas, en aquel olor intolerable, un olor horrible, como voraz.
Bouvard arrugó la frente y las lágrimas humedecieron sus ojos.
Pécuchet dijo estoicamente:
-¡Un día seremos esto!
Los había sobrecogido la idea de la muerte. A la vuelta hablaron de ella.
Al fin y al cabo, no existe. Uno desaparece en el rocío, en la brisa, en las estrellas. El hombre se convierte en algo de la savia de los árboles, y del brillo de las piedras preciosas, del plumaje de los pájaros. Devuelve a la naturaleza lo prestado y la Nada que nos aguarda no es más espantosa que la que dejamos atrás.
Trataban de imaginarla bajo la forma de una noche cerrada, de un agujero sin fondo, de un desmayo continuo; cualquier cosa era preferible a esta existencia monótona, absurda y sin esperanza«.

¿Qué, le ha impresionado? Pues espere a leer «Una carroña» de Baudelaire.

Y ahora, para desengrasar, que se habrá quedado usted tiritando, dos datos:

1) El fragmento transcrito es una parodia. Los protagonistas son dos idiotas que van agotando sucesivamente todos los campos del saber y soltando tópicos, durante casi 300 páginas. ¿No se habrá tomado usted esto en serio?

2) Baudelaire es el paradigma de poeta maldito y un genio de los de épater al burgués. O sea, alguien con el que convivir debía de ser verdaderamente  muy difícil, y al que le encanta lo oscuro, lo repugnante, lo lúbrico, lo demoníaco y lo escandaloso, que todo eso lo convierte en poesía, por supuesto con bien de alcohol, bohemia y enfermedades de transmisión sexual. No se lo tome a la tremenda tampoco; no haga como los bienpensantes de esa época. Curioso, además ese escándalo, cuando en realidad es de la tradición cristiana eso de imaginar a una mujer muerta para no sentir deseo sexual por ella, minusvalorarla y esas cosillas; es un clásico.

Aquí tiene un fragmento del poema, de una de tantas traducciones:
«Recuerda aquel objeto que miramos, alma mía,
Esa mañana estival.
Al doblar un sendero una carroña infame
Sobre un lecho de guijarros,
Despatarrada, como mujer impúdica,
Sudando veneno, ardida,
Abría, de una manera inconmovible y cínica,
Su vientre harto de hediondez.
El sol daba sus rayos sobre esa podredumbre»

etcétera, que incluye, como el fragmento de Flaubert, el calor, el olor, los insectos, el seremos eso, que en el caso de Flaubert es «serás» eso, dicho a la amada. Y es que cada cual liga como puede, oiga. Aunque realmente parece que también era un texto irónico; vaya.

Bueno. ¿La carroña de Flaubert es la de un perro? ¿ Y la de Baudelaire? ¿Usted qué opina? Un perro no, porque en el poema sale una perra que ha comido la carroña; vamos, digo yo. Si no fuera infrecuente, supongo, ir dejando vacas muertas por el campo paseable, a mitad del siglo XIX, diría que es una vaca. Será, imagino, reminiscencia de las películas del Oeste.

Y, por terminar. Flaubert publicó «Bouvard y Pécuchet» en 1881, póstumamente; es de suponer que lo escribiría antes de morirse en 1880. «Las flores del mal» se publicó en 1857-68. Vaya, vaya con Flaubert. A ver si nos ha salido plagiario en este memento mori, vanitas y tal.

Verónica del Carpio Fiestas

El Eclesiastés

Conviene poner las cosas en su lugar y no perder la perspectiva. Ante tanta bobada vendida como literatura, tanta literatura vendida como Literatura con mayúsculas y tanta Literatura con mayúsculas vendida como indispensable y de primerísimo nivel, no está de más recordar que el primerísimo nivel literario contiene pocas obras, y que muchas que venden como de primerísimo nivel no lo son ni de lejos pero que hay otras que ciertamente lo son, y no debe olvidarse; y que además, por si poco fuera, se pueden leer gratis. Una de ellas es el Eclesiastés, en la Biblia, Antiguo Testamento. Ojo: no estoy hablando de religión, sino de Literatura.

Pocas obras han tenido tanta influencia en la Literatura y en el Arte como el Eclesiastés; las vanitas, por ejemplo, pululan en la pintura barroca. Y de belleza intrínseca, poco hay que decir; basta leerlo en alguna de las innumerables traducciones que circulan, que reflejan una belleza sobrecogedora. Para detalles sobre quién lo pudo escribir, la lengua original, su discutida datación, mire Google; no me interesa, que aquí estoy hablando de belleza y de influencia en la Cultura. Una vez que lea el Eclesiastés, si no lo ha leído hasta ahora, se dará cuenta, retrospectivamente, de cuantísimas veces han quedado reflejadas sus frases, sus filosofía, las imágenes gráficas, en la Literatura -especialmente en la Poesía-, y en el Arte -especialmente en la Pintura-. Sí, las mayúsculas son deliberadas. Porque las cosas hay que ponerlas en su lugar, y aquí estamos en el ámbito de las mayúsculas.

Procure escoger una buena versión; no le den gato por liebre. Pero en todas encontrará aquello de «vanidad de vanidades», «un tiempo para nacer, un tiempo para morir», «nada nuevo bajo el sol». Cada vez que lo leo me parece más hermoso, y además, siempre actual, porque los sentimientos que reflejan no puede ser más actuales, aunque esto sea un detalle menor.

Para convencerle de que de verdad esto son Palabras Mayores estoy dudando si copiar parrafos. Bueno, copiaré algunos, de una de tantas traducciones. Espero que no hayan dado gato por liebre.

Así observé todas las obras que se hacen bajo el sol,
y vi que todo es vanidad y correr tras el viento.[…
]

Porque no perdurará el recuerdo
ni del sabio ni del necio:
con el paso de los días, todo cae en el olvido.
Así es: ¡el sabio muere igual que el necio![…]

Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa
bajo el sol:
3:2 un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancarlo plantado;
3:3 un tiempo para matar y un tiempo para curar,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
3:4 un tiempo para llorar y un tiempo para reír,
un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
3:5 un tiempo para arrojar piedras
y un tiempo para recogerlas,
un tiempo para abrazarse
y un tiempo para separarse;
3:6 un tiempo para buscar
y un tiempo para perder,
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
3:7 un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,
un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
3:8 un tiempo para amar y un tiempo para odiar,
un tiempo de guerra
y un tiempo de paz

¿Qué le parece? ¿No le parece impresionante? Hay un tiempo para nacer y otro para morir. Y otro para matar. Y uno para buscar y otro para perder, y uno para amar y otro para odiar. Y uno para guerra y otro para paz.

Yo he visto algo más bajo el sol:
en lugar del derecho, la maldad
y en lugar de la justicia, la iniquidad […]

Yo volví mis ojos a todas las opresiones
que se cometen bajo el sol:
ahí están las lágrimas de los oprimidos,
y no hay quien los consuele.
La fuerza está del lado de los opresores,
y no hay nadie que les dé su merecido.
4:2 Entonces tuve por más felices
a los muertos, porque ya están muertos,
que a los vivos, porque viven todavía;
4:3 y consideré más feliz aún
al que todavía no ha existido,
porque no ha visto las infamias
que se cometen bajo el sol

Pues hay mucho más. Bueno, no mucho más, en realidad. Son solo unas cuantas páginas de poemas. Si le parece poco.

Y no ilustro este post con una imagen o con otra cita porque me saldrían centenares. Así que mejor podemos hacerlo de otra forma, si le parece: busque y lea el poema completo y verá cómo, sin necesidad de pensar mucho, encuentra enseguida usted una imagen de Arte o una cita de Literatura, con mayúsculas, donde se refleje la influencia histórico-cultural de esta poesía, y  la coloca usted mismo mentalmente en este recuadro:

1

Verónica del Carpio Fiestas

Goethe, Antonio Machado y los limoneros

«Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero«.

Cualquier hispanohablante mínimamente culto en España conoce estos dos versos. Así empieza el famosísimo «Retrato«, o mejor, autorretrato, de Antonio Machado, en «Campos de Castilla«; el limonero de su infancia estaba nada menos que en el palacio de los duques de Alba, en Sevilla, donde vivió en su  infancia.

Y quizá no cualquiera en España sabe que Goethe escribió esto:

«¿Conoces el país donde florecen los limoneros// y las áureas naranjas refulgen en lo umbrío […]

O en otra traducción, escogida al azar, de la masa de Internet:

«¿Conoces el país donde florece el limonero, centellean las naranjas doradas entre el follaje oscuro […]

La canción, o el poema, o como se quiera llamar, «Mignon«, de Goethe no se refiere a Sevilla, sino a Italia. Más de cien años antes que Machado, Goethe usa un limonero como metáfora del paraíso del sur, del Sur, de un Sur que no está en España sino en Italia. Una inevitable relación entre ambos poemas surge en la mente de esta hispanohablante que conoce ambos, con la también inevitable consecuencia de pensar que qué lástima, o qué curioso, que el limonero de Goethe estuviera en Italia y no en otros sures, como el de Andalucía. De nuevo nos encontramos con algo ya tratado en este blog: como el Gran Tour británico y sus equivalentes germánicos no alcanzan a España, ese país remoto y peligroso, no pintoresco sino miserable, no artísticamente interesante sino decadente o sencillamente carente de interés, paradigma de la ignorancia y de la intolerancia, que no merecía la pena ni mencionar, salvo para hablar de la Inquisición, la Leyenda Negra y esas cosillas.

Y, oh sorpresa, héteme aquí que esa idea de relacionar el poema de Goethe con Andalucía no solo no soy la primera en tenerla, vaya, sino que por lo visto, me informa amablemente Internet, hasta la tuvieron viajeros del siglo XIX, mucho antes de que el poema de Machado nos sugiriera a hispanoparlantes esa asociación mental del limonero con una Andalucía doblemente idílica por ser la de una infancia idílica rememorada con nostalgia por un poeta en su mediana edad. El enciclopédico Internet me revela que resulta que llegaron mi querido George Borrow y otros viajeros intrépidos del XIX y colocaron los limoneros de marras en Andalucía. Transcribo un párrafo de un libro que he hojeado, no leído, sobre la imagen de España en los viajeros extranjeros del siglo XIX;

Goethe

Y qué entonces mejor que incluir un enlace a «La Biblia en España«, el maravilloso libro de George Borrow, en la traducción disponible en Internet nada menos que de Manuel Azaña. En la que, por cierto, no encuentro por ninguna parte esa cita de Goethe, ni insinuada, pero, bueno, será problema mío, y da igual. Da igual, sí; no se pierda a George Borrow, que no tiene desperdicio. Y no le incluyo más datos de Borrow porque para qué, si está todo en Internet; un blog personal no tiene que repetir lo dicho por otros, que no solo está feo, sino que es inútil. Valga este post, si vale para algo, para poner juntos ante la vista de quien esto lea a tres autores que difícilmente podrían ser más distintos, Goethe, Machado y Borrow, con mi comentario, y esto por favor que no salga de aquí, porque ya es pasarse de heterodoxa, de que puestos a escoger, me quedo con Borrow. Goethe, lamento decirlo, me parece un engolado pelma y «Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister» me aburrió soberanamente. En cambio con Borrow, cada vez que lo leo -y lo he leído y releído-, disfruto y me río. Qué intrépido el hombre, qué país el que describe. Es genial.

En cuanto a Machado, solo recuerdo haber sonreído con él en dos poemas: «Las moscas«, de «Soledades«, y, naturalmente, con «Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de Don Guido», de «Campos de Castilla».  Busque en Internet; es fácil. Hasta hay versión cantada por Joan Manuel Serrat, no le digo más.

Verónica del Carpio Fiestas

Yo era un tonto, y lo que he visto me ha hecho dos tontos

Yo era un tonto, y lo que he visto

me ha hecho dos tontos.

Pues para entrar donde quiera,

¿qué más hay que hacerse tonto?

Los dos primeros versos, coma incluida, corresponden a la Jornada I de la la obra de Pedro Calderón de la Barca «La hija del aire«, enlace aquí a esta -a mi modesto entender- aburridísima obra, del siglo XVII, y los dos últimos a la Jornada III, y en ambos casos figuran en boca del mismo personaje, llamado Chato. Por qué se cita habitualmente lo primero

Yo era un tonto, y lo que he visto

me ha hecho dos tontos.

sin ponerlo en relación con lo segundo,

Pues para entrar donde quiera,

¿qué más hay que hacerse tonto?

alguna razón habrá seguramente, aparte del dato de que «Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos» sea el título de un ciclo poético, o algo, del poeta Rafael Alberti, del año 1929 -siento mucho decir que también me parece aburridísima obra-, que es el que se suele citar como fuente próxima de la primera frase. Otra posibilidad es que no haya relación alguna entre un fragmento y otro de la obra de Calderón, pese a que el personaje vaya de tonto, o, lo que es lo mismo, que tal relación solo exista en mi imaginación o, caso de existir, no tenga importancia alguna; todo esto, solo o en compañía de otros, parece lo más probable.

Añado pues a modo de moraleja otra estrofa de «La hija del aire«:

Señor, vencerse a sí mismo

un hombre es tan grande hazaña

que sólo el que es grande puede

atreverse a ejecutarla.

No tengo claro de qué exactamente puede ser moraleja esta estrofa, pero como es rimbombante -recítese en voz alta para comprobar cómo es difícil evitar que los brazos intenten por cuenta propia ponerse a hacer aspavientos- y me gusta como suena, la incluyo, y si va a al final de un post, tendrá que ser la moraleja. ¿No?

Verónica del Carpio Fiestas

Gaudeamus igitur

gaudeamos igiturQuien esto lea puede encontrar fácilmente en la web copiosa información sobre el Gaudeamus igitur. Que se trata de un himno universitario prácticamente universal, y perdón por la redundancia. Que su origen próximo en letra y música parece encontrarse en el siglo ¿XVIII? de Alemania, en cuyas universidades empezaron a cantarlo los estudiantes (varones, claro, porque otra posibilidad no había), con origen remoto de la letra en el ¿siglo XIII? Que su texto, en latín más o menos macarrónico, no es un canto al saber, sino dos cosas entremezcladas: una especie de carpe diem, un poema bellísimo pero jocoso a una vida que pasa enseguida y que hay que disfrutar con alegría mientras se es joven, incluyendo en el disfrute, parece entenderse, a las mujeres hermosas y fáciles y también a las otras, las buenas y trabajadoras -los estudiantes que cantaban esto, claro, varones jóvenes, ya se ha dicho, en esto y en otros cuantos puntos no podrian considerarse hoy políticamente correctos-  y además un canto a ese mundo común que es la Universidad, en la que conviven y se van sucediendo las generaciones.

En un acto académico solemne resulta difícil escucharlo sin sentir un escalofrío al percibir eso: el peso de las generaciones que se suceden en el saber. Incluso siendo consciente de que lo que se canta con tono solemne y con rostros y en entornos muy serios resulta ser una canción con texto escasamente serio o solemne, que empezaron a cantar estudiantes vaya usted a saber si gamberros en contextos más bien poco académicos.

Sí, se oye con un escalofrío; el mismo escalofrío que se siente al intentar buscar una versión buena en internet y encontrar en Youtube innumerables versiones.

De acompañamientos, cuando hay, casi de todo: piano, orquesta, órgano. En cuanto al ritmo y al volumen, también. Pero sobre todo, y a eso voy, lo que se escucha es la misma canción cantada por personas -ahora sí muchas veces hombres y mujeres, juntos- del mundo universitario en todo el mundo, personas que tienen como lenguas maternas las más variadas, lo que propicia los más variados acentos cuando se canta en una misma lengua muerta. La «g» de «igitur» fuerte o débil, los más variopintos sonidos para las eses y las erres, las vocales más o menos abiertas al azar. Una verdadera delicia.

Sí, una delicia, sin ironía. La variedad de acentos al cantar en un idioma muerto, en voces juveniles y adultas, de hombres y mujeres, unidas en la diversidad, no puede por menos que sugerir la unidad en la diversidad. La unidad en la busqueda de una vida feliz sin hacer daño a nadie y de un saber pleno. Maravilloso y conmovedor.

En sí mismo y también en contraste con otros símbolos.

En la Ciudad Universitaria de Madrid  está situado un grupo escultórico de la escultora norteamericana Ana Huttington llamado «Los portadores de la antorcha«, de 1954. Información, en este enlace.

Antorcha 3 1947

Foto obtenida en Web Campus Husso Digital http://open.ieec.uned.es/HussoDigital/?page_id=187

Representa a un hombre joven que, a caballo, recoge una antorcha de la mano de un hombre de más edad, exhausto o medio muerto, tirado en el suelo. Con reminiscencias, parece, del fuego sagrado del mito de Prometeo y esas cosas, suele considerarse como un emblema de la transmisión del saber, y así lo venía considerando yo misma, sin darle muchas vueltas, como algo consabido.

Pero, como me dijo sensatamente un amigo, con un punto de vista distinto, mejor sería que el joven se bajara del caballo y ayudara al otro pobrecillo dándole siquiera un vaso de agua y un bocadillo, en vez de dejarlo tirado.

Y sí, me parece que lleva razón. Una imagen de la transmisión del conocimiento que olvida a las personas, como si el saber fuera algo superior a las propias personas y por el que se debe prescindir de éstas cuando ya han cumplido su labor, o, peor, su funcion como meros instrumentos, no es algo que -para gustos se han hecho los colores- personalmente pueda compartir. ¿El beneficio colectivo a costa del individual? Noooo. Porque la descripción del grupo escultórico podría ser otra: un hombre necesitado de ayuda es abandonado por otro más joven y fuerte, que tiene otra cosa más importante que hacer que ayudar a un hombre necesitado de ayuda. ¿Por qué esa descripción habitual del grupo escultórico que empieza describiendo al joven, en vez de al caído, o que olvida que este queda solo? Wikipedia: «La estatua muestra a un joven a lomos de un caballo recogiendo una antorcha de manos de un débil anciano que yace en el suelo. Representa la transmisión del conocimiento entre generaciones«. No.

Mucho mejor ese otro símbolo universitario, el del Gaudeamus igitur: todos juntos, adelante, generaciones unidas y alegría de vivir, aunque vayamos a morir. Gaudeamus igitur. Alegrémonos pues.

Y alégrese quien esto lea buscando en Youtube versiones. Lo que me he reído con alguna versiones.

Y para que se vaya riendo, el texto del Gaudeamus igitur, con la traducción -discutible- en versión -discutible- de Wikipedia. Porque esto o algo parecido, sexo y diablo incluidos, se canta, aunque más o menos expurgado o abreviado o variado, en los actos más solemnes en las universidades. No solo resulta conmovedor; es que tiene su gracia.

Latín Español
Gaudeamus igitur,
iuvenes dum sumus. (bis)
Post iucundam iuventutem,
post molestam senectutem,
nos habebit humus.
Alegrémonos pues,
mientras seamos jóvenes.
Tras la divertida juventud,
tras la incómoda vejez,
nos recibirá la tierra.
Ubi sunt qui ante nos
in mundo fuere?
Vadite ad superos,
Transite ad inferos,
ubi iam fuere.
¿Dónde están los que antes que nosotros
pasaron por el mundo?
Subid al mundo de los cielos,
descended a los infiernos,
donde ahora se encuentran.
Vita nostra brevis est,
breve finietur.
Venit mors velociter,
rapit nos atrociter,
nemini parcetur.
Nuestra vida es corta,
en breve se acaba.
Viene la muerte velozmente,
nos arrastra cruelmente,
no respeta a nadie.
Vivat Academia,
vivant professores.
Vivat membrum quodlibet,
vivant membra quaelibet,
semper sint in flore.
Viva la Universidad,
vivan los profesores.
Vivan todos y cada uno
de sus miembros,
resplandezcan siempre.
Vivant omnes virgines,
faciles, formosae
vivant et mulieres
tenerae, amabiles
bonae, laboriosae.
Vivan todas las vírgenes,
fáciles, hermosas!
vivan también las mujeres
tiernas, amables,
buenas y trabajadoras.
Vivat nostra societas!
Vivant studiosi!
Crescat una veritas,
floreat fraternitas,
patriae prosperitas.
¡Viva nuestra sociedad!
¡Vivan los que estudian!
Que crezca la única verdad,
que florezca la fraternidad
y la prosperidad de la patria.
Vivat et res publica,
et qui illam regit.
Vivat nostra civitas,
Maecenatum charitas,
quae nos hic protegit.
Viva también el estado,
y quien lo dirige.
Viva nuestra ciudad,
y la generosidad de los mecenas
que aquí nos acoge.
Pereat tristitia,
pereant osores.
Pereat diabolus,
quivis antiburschius,
atque irrisores.
Muera la tristeza,
mueran los que odian.
Muera el diablo,
Cualquier persona en contra de los estudiantes,
y quienes se burlan.
Quis confluxus hodie
Academicorum?
E longinquo convenerunt,
Protinusque successerunt
In commune forum.
¿Por qué hoy tal multitud
de académicos?
A pesar de la distancia están de acuerdo,
Superando el pronóstico del tiempo
En un foro común.
Alma Mater floreat
quae nos educavit,
caros et conmilitones
dissitas in regiones
sparsos congregavit.
Florezca la Universidad
que nos ha educado,
y ha reunido a los queridos compañeros
que por regiones alejadas
estaban dispersos.

Y por incluir una versión cantada en España, el Gaudeamus igitur por el coro de la Universidad Politécnica de Madrid, en enlace que incluye un texto más breve con traducción diferente. Y cantada con un acento que sorprendería a estudiantes alemanes, pero da igual que les pueda sorprender. Mejor dicho, no da igual; es mejor.

Verónica del Carpio Fiestas

Romance del prisionero

Que por mayo era por mayo,

cuando hace la calor,

cuando los trigos encañan

y están los campos en flor,

cuando canta la calandria

y responde el ruiseñor,

cuando los enamorados

van a servir al amor,

sino yo, triste, cuitado,

que yago en esta prisión,

que ni sé cuando es de día

ni cuando las noches son,

sino por una avecilla

que me cantaba al albor.

Matómela un ballestero,

¡déle Dios mal galardón!

cancionero portada

cancionero1cancionero2

Cancionero general / recopilado por Hernando del Castillo (Valencia, 1511); sale nuevamente a la luz en facsímile por acuerdo de la Real Academia Española; con una introducción bibliográfica, índices y apéndices por Antonio Rodríguez Moñino

De este hermosísimo romance, que suele datarse hacia el siglo XV, hay varias versiones. La que he transcrito no es exactamente la recopilada en ese «Cancionero General», disponible en internet, que es esta otra:

Que por mayo era por mayo

cuando los grandes calores

cuando los enamorados

van a servir a sus amores

sino yo, triste, mezquino,

que yago en estas prisiones

que ni sé cuando es de día

ni menos cuando es de noche

sino por una avecilla

que me cantaba al albor.

Matómela un ballestero,

déle Dios mal galardón.

Qué más da la versión que sea. Y para qué tapar la perenne belleza de unos versos de ¿unos seiscientos años? con erudición de trapillo, con comentarios de texto o con ocurrencias. Sí, hablando de ocurrencias, había pensando poner esto en relación con el Estado de Derecho -tenemos un prisionero de verdad, en un calabozo muy parecido en su soledad a celdas de aislamiento y en evidente situación de indefensión-, pero para qué. Disfrutemos de lo que la Literatura nos ofrece, una Literatura que no deja de ser bellísima por figurar en cualquier antología.

Y a quien no le gusta leer, quizá le guste la música. Cómo sería la música con la que que este romance anónimo se cantaba hace siglos -si es que se cantaba con música-, no lo sé. A falta de eso, hay una versión de este romance anónimo, dulcísima, por Amancio Prada.

Y si con romances estamos, no puedo dejar de poner otra música, otro romance, no ya del Romancero Viejo, sino de Juan del Enzina, «Más vale trocar», enlace, aquí. ¿Sería parecida la música a la del triste romance anónimo?

Cancionero_Juan_del_Encina

Verónica del Carpio Fiestas

Poesía al rey Felipe

¡Oh tú, temprano sol que en el oriente
de tus primeros años has nacido
coronado de luz resplandeciente,

salve! Y en tanto que a tu grato oído
de mi voz, por cantarte, los acentos
labios son de metal contra el olvido,

con presagios de ilustres vencimientos
escucha el fin que a tu principio encierra,
rendidos a tus pies los elementos.

La tierra te consagra el que a la tierra
sujetó, cuando, próvida en su celo,
los líquidos tesoros desencierra,

y, lloviendo al revés, salpicó el cielo,
desangrando a Neptuno en rica fuente
por venas de cristal sangre de hielo.

El mar te rinde aquel cuyo tridente
tantas veces venció su orgullo fiero,
segunda vez a límite obediente,

aquel del mar Neptuno verdadero,
que en varias partes no se distinguía
cuándo segundo fue, cuándo primero.

Del dulce viento la región vacía
favorable te ofrece aquella ave
que en éxtasis de amor vientos bebía.

Ave amorosa, pues, que con süave
pluma llegó hasta el sol, en su sosiego
volando dulce y suspendiendo grave.

El fuego te asegura el que del fuego
nombre tomó, y el luminoso espacio
arrebatado vio, turbado y ciego.

Vive, ¡oh Felipe! en celestial palacio,
pues a tu admiración el cielo atento,
la tierra te da Isidro, el fuego Ignacio,
Francisco el mar, cuando Teresa el viento.

Pedro Calderón de la Barca, «Tercetos a Felipe IV»

[Por la transcripción,  para facilitar el trabajo a poetas cortesanos,

Verónica del Carpio Fiestas]