Amor y sexo en el Romancero: el Romance del conde Claros

A continuación transcribo los primeros versos del Romance del Conde Claros; el texto completo puede leerse aquí. Y el poema puede también ser cantado; el músico Francisco de Salinas le puso música en 1577. Una versión cantada puede escucharse aquí (La Capella Reial de Catalunya – Hespérion XXI – Director: Jordi Savall).

«Media noche era por filo,
los gallos querían cantar,
conde Claros con amores
no podía reposar;
dando muy grandes sospiros 5
que el amor le hacía dar,
por amor de Claraniña
no le deja sosegar.
Cuando vino la mañana
que quería alborear, 10
salto diera de la cama
que parece un gavilán.
Voces da por el palacio,
y empezara de llamar:
-Levantá, mi camarero, 15
dame vestir y calzar.
Presto estaba el camarero
para habérselo de dar:
diérale calzas de grana,
borceguís de cordobán; 20
diérale jubón de seda
aforrado en zarzahán;
diérale un manto rico
que no se puede apreciar;
trescientas piedras preciosas 25
al derredor del collar;
tráele un rico caballo
que en la corte no hay su par,
que la silla con el freno
bien valía una ciudad, 30
con trescientos cascabeles
al rededor del petral;
los ciento eran de oro,
y los ciento de metal,
y los ciento son de plata 35
por los sones concordar;
y vase para el palacio
para el palacio real.
A la infanta Claraniña
allí la fuera hallar, 40
trescientas damas con ella
que la van acompañar.
Tan linda va Claraniña,
que a todos hace penar.
Conde Claros que la vido 45
luego va descabalgar;
las rodillas por el suelo
le comenzó de hablar:
-Mantenga Dios a tu Alteza.
Conde Claros, bien vengáis. 50
Las palabras que prosigue
eran para enamorar:
-Conde Claros, conde Claros,
el señor de Montalván,
¡cómo habéis hermoso cuerpo 55
para con moros lidiar!
Respondiera el conde Claros,
tal respuesta le fue a dar:
-Mi cuerpo tengo, señora,
para con damas holgar: 60
si yo os tuviese esta noche,
señora a mi mandar,
otro día en la mañana
con cient moros pelear,
si a todos no los venciese 65
que me mandase matar.
-Calledes, conde, calledes,
y no os queráis alabar:
el que quiere servir damas
así lo suele hablar, 70
y al entrar en las batallas
bien se saben excusar.
-Si no lo creéis, señora,
por las obras se verá:
siete años son pasados 75
que os empecé de amar,
que de noche yo no duermo,
ni de día puedo holgar.
-Siempre os preciastes, conde,
de las damas os burlar; 80
mas déjame ir a los baños,
a los baños a bañar;
cuando yo sea bañada
estoy a vuestro mandar.
Respondiérale el buen conde, 85
tal respuesta le fue a dar:
-Bien sabedes vos, señora,
que soy cazador real;
caza que tengo en la mano
nunca la puedo dejar. 90
Tomárala por la mano,
para un vergel se van;
a la sombra de un aciprés,
debajo de un rosal,
de la cintura arriba 95
tan dulces besos se dan,
de la cintura abajo
como hombre y mujer se han.»

Hasta aquí la pasión arrolladora; después la cosa se complica. Quien tenga interés puede leer el resto del poema. Por suerte el Conde era conde; que si no, después de esta le habrían quedado dos telediarios.

Y añado una cita de Ramón Menéndez Pida:

«El origen francés y la época quizá más tardía de estos romances se reveñan en alguno de sus caracteres. […] En la pintura del amor llegan a una audacia y una liviandad antes extraña a la recatada musa castellana. Sirva de ejemplo el romance juglaresco del conde Claros (2016 versos de 16 sílabas), donde en primorosas escenas se deja sentir el paso arrollador e irresistible del ansia amorosa que triunfa lo mismo del pudor que de la cárcel y el cadalso. La galantería del conde, llena de una arrogante y sensual presunción, el ardor impetuoso de Claraniña, que se adelanta en provocativos requiebros y que tiñe de atrevimiento hasta su melindrosa esquivez, se unen en un amor venturoso, siempre envidiable, aun bajo el peso de la sentencia de muerte que atre sobre el conde.»

Verónica del Carpio Fiestas