El turismo como religión mundial y opio del pueblo según una novela de David Lodge

«-¿Trabaja en el ramo de los viajes?

-En cierto modo. Soy antropólogo y mi campo es el turismo. Enseño en el Politécnico de Londres Sudoeste. […]

-¿Qué me dice? -exclamó Bernard-. No tenía ni idea de que el turismo entrase en la antropología.

-Ya lo creo, y es un tema en pleno crecimiento. Tenemos muchos estudiantes de pago procedentes de ultramar, cosas que nos hacen quedar bien ante los muchachos de la administración. Y hay montones de dinero disponible para la investigación. Estudios de impacto… Estudios de atractividad… Los antropólogos tradicionales nos miran arrugando la nariz, claro, pero eso solo es envidia. Cuando yo empezaba mi doctorado, mi tutor quería que estudiara una oscura tribu africana llamada los Oof. Al parecer, en su lenguaje no existe el futuro y solo se lavan en los solsticios de verano y de invierno.

-Eso es muy interesante -comentó Bernard.

-Sí, pero nadie va a darle a usted una beca decente para que estudie los Oof. Y, además, ¿quién puede querer pasarse dos años en una choza de barro, rodeado de un puñado de salvajes malolientes que ni siquiera tienen una palabra para expresar «mañana»? En mi línea de investigación he de instalarme en hoteles de tres estrellas, al menos tres estrellas… A propósito, me llamo Sheldrake, Roger Sheldrake. Es posible que conozca un libro mío titulado Cómo visitar lugares de interés, Surrey University Press.

-No, mucho me temo que no.

-Ah. Es que he supuesto que usted también tiene una formación académica. No puede evitar oír a su padre -¿lo es, verdad?- en el avión…- […]-Dijo que es usted teólogo.

-Bueno, enseño en un colegio teológico.

-¿No es usted creyente?

-No.

-Ideal -dijo Sheldrake-. A mí también me interesa la religión, oblicuamente -añadió-. La tesis de mi libro es la de que la visita de lugares de interés sustituye al ideal religioso. La gira turística como peregrinación seglar. Acumulación de gracia al visitar los santuarios de la alta cultura. Los souvenirs como reliquias. Guías turísticas como devocionarios. Ya ve usted el cuadro.

-Muy interesante, dijo Bernard-. ¿o sea que esto es como unas vacaciones pero sin dejar de trabajar? […]-y señaló la etiqueta Travelwise en el maletín de acero inoxidable de Sheldrake.

-¡Dios santo, no! -exclamó Sheldrake com una sonrisa dolorosa-. Yo nunca estoy de vacaciones. Por eso adopté esta especialidad con preferencia a cualquier otra. Ya de niño odiaba las vacaciones. Tanto tiempo perdido, sentado en la playa y haciendo castillos de arena, cuando podía estar en casa dedicado a alguna ocupación interesante. Después, cuando tuve novia -estudiábamos los dos en aquella época- ella insistió en arrastrarme hasta Europa para visitar los lugares de interés: París, Venecia, Florencia, los lugares de costumbre. Yo me aburría mortalmente, hasta que un día, sentado en un peñasco cerca del Partenón y contemplando a los turistas que pululaban por allí, disparando sus cámaras y hablándose entre sí en incontables idiomas diferentes, de repente se me ocurrió la idea: el turismo era la nueva religión mundial. Católicos, protestantes, hindúes, musulmanes, budistas, ateos… lo único que tienen en común es que todos ellos creen en la importancia de ver el Partenón. O la Capilla Sixtina. O la Torre Eiffel. Decidí hacer de esto mi tesis doctoral, y ya no me volví nunca atrás. No, el paquete Travelwise es una beca de estudio en especie. La British Association of Travel Agents paga por él. Creen que es propio de unas buenas relaciones públicas subvencionar de vez en cuando un poquitín de investigación académica. ¡Poco saben lo que ocurre!

Y de nuevo sonrió sarcásticamente.

-¿Qué quiere decir?

-Le estoy haciendo al turismo lo que Marx le hizo al capitalismo, lo que Freud le hizo a la vida de familia. Lo estoy deconstruyendo. Verá, yo no creo que en realidad la gente quiera ir de vacaciones, más de lo que realmente quieren ir a la iglesia. Les ha sido lavado el cerebro para pensar que les harán un bien o les darán la felicidad. De hecho, las encuestas demuestran que las vacaciones causan cantidades increíbles de estrés.

-Pues estos parecen estar bien satisfechos -observó Bernard, indicando con un gesto los pasajeros que esperaban el vuelo para Honolulú. […]

-Es una satisfacción artificial -dijo Sheldrake-. No me sorprendería que en muchos casos fomentada por martinis dobles. Ellos saben cómo se supone que ha de comportarse la gente que sale de vacaciones. Han aprendido cómo hacerlo. Pero míreles fijamente a los ojos y verán en ellos la ansiedad y el temor.

«Mire fijamente a los ojos de cualquiera y esto es lo que verá. Mire los míos», pensó Bernard, pero en realidad dijo:

-¿O sea que usted va a estudiar la visita a estos lugares, en Hawai?

-No, no, es un tipo diferente de turismo. La visita a lugares de interés no es el auténtico punto focal de unas vacaciones playeras a larga distancia: Mauricio, las Seychelles, el Caribe o Hawai, Fíjese en esto… -sacó de su maletín un prospecto turístico y lo sustuvo delante de Barnard, ocultando con la mano la leyenda impresa en la portada. Había una foto en colores de una playa tropical, con mar y cielo de un azul brillante y una arena cegadoramente blanca, con un par de apáticas figuras humanas a media distancia y reclinadas a la sombra de una verde palmera-. ¿Qué le dice esta imagen?

-Su pasaporte para el paraíso -respondió Bernard.

Sheldrake pareció desconcertado.

-¡Usted ya lo había visto antes! -dijo acusadoramente, apartando la mano para revelar estas mismas palabras.

-Sí. Es el catálogo de Travelwise -indicó Bernard.

-¿Sí? -Sheldrake examinó el folleto con mayor detención-. Veo que sí lo es. Es igual, porque todos estos folletos son lo mismo. Tengo aquí un buen fajo de ellos, más o menos con la misma foto y el mismo texto en todos ellos. El paraíso… No tienen ninguna semejanza con la realidad, desde luego.

-¿No?

-Seis millones de personas visitaron Hawai el año pasado. Yo no creo que muchos de ellos encontraran una playa desierta como esta, ¿no le parece? Es un mito. Y sobre esto tratará mi próximo libro, el turismo y el mito del paraíso, Por esto le estoy contando a usted todos estos detalles. He pensado que tal vez pueda darme alguna idea.

-¿Yo?

-Bueno, vuelve a tratarse de religión, ¿no es así?

-Supongo que sí… ¿y qué espera usted conseguir, exactamente, con su investigación?

-Salvar el mundo -explicó solemnemente Sheldrake.

-¿Cómo ha dicho?

-El turismo está desgastando el planeta -Sheldrake rebuscó de nuevo en su plateado maletín y extrajo de él un fajo de recortes de periódico marcados con ritulador fluorescente amarillo. Los hojeó rápidamente-. Los senderos en el Lake District se han convertido en zanjas. Los frescos de la Capilla Sixtina se están estropeando a causa del aliento y el olor corporal de los espectadores. Cada minuto entran en Notre Dame ciento ocho personas, sus pies erosionan el suelo y los autocares que las traen corroen la piedra de la fachada con los gases de sus tubos de escape. La contaminación de los coches que hacen cola para llegar a las estaciones de esquí de los Alpes está matando a los árboles y causando aludes y deslizamientos de tierras. El Mediterráneo es como una taza de water sin cadena; si nada en sus aguas tiene una probabilidad contra seis de pillar una infección. En 1987 tuvieron que cerrar Venecia un día porque estaba llena. En 1963, cuarenta y cuatro personas bajaron por el río Colorado en una balsa; actualmente hay un millar de viajes al día. En 1939, un millón de personas viajaron al extranjero; el año pasado esta cifra fue de cuatrocientos millones. En el año 2000 podría haber seiscientos cincuenta millones de viajeros internacionales, con un número cinco veces mayor de personas viajando en sus propios países. El mero consumo de energía que esto supone ya es portentoso.

-Díos mío -murmuró Bernard.

-La única manera de parar esto, legislación aparte, consiste en demostrar a la gente que en realidad no disfrutan cuando salen de vacaciones, sino que se entregan a un ritual supersticioso. No es una coincidencia que el turismo ascienda precisamente al declinar la religión. Es el nuevo opio del pueblo, y como tal debe ser denunciado.

-¿Y no se quedará usted sin empleo si tiene éxito en su empresa? -inquirió Bernard.

-No creo que haya un riesgo inmediato al respecto -repuso Sheldrake, comtemplando el atestado vestíbulo.»

Fragmento de «Noticias del paraíso» («Paradise news»), novela del escritor David Lodge (Gran Bretaña, 1935) publicada en 1991; la escena tiene lugar entre dos conocidos casuales, en un aeropuerto. Edición española: Anagrama, 1996, traducción de Esteban Riambau.

«En 2019 se registraron 1.500 millones de llegadas de turistas internacionales en el mundo.» (texto fechado a 20-1-2020, web de la Organización Mundial del Turismo sobre el Barómetro OMT del Turismo Mundial).

Verónica del Carpio Fiestas